«Me paso todo el día en pijama»
El técnico del Bilbao Basket reparte el tiempo jugando al parchís con sus niños y practicando bicicleta estática y abdominales
Alex Mumbrú (2,02 metros de altura) anda por su casa como cuando pisa la playa: descalzo. Pero ni lejos de las canchas abandona su espíritu deportivo, como lo atestigua el pantalón de chándal que usa con letras bien grandes, la doble 'BB' del equipo al que entrena. Aunque confiesa que tira del look casero por excelencia estos días en casi todos los hogares. «Me paso las 24 horas en pijama», esgrime.
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Junto al borde de la esquina de una mesilla, que apenas se distingue, reposa un ejemplar de 'Pura vida', de José María Mendiluce. Resulta complicado sonsacar a este discreto y exitoso baloncestista la manera de cómo lleva la reclusión obligada por el coronavirus. Quizás porque se trata de los primeros, pero para muchos ya interminables días, sobrelleva la situación «sin apenas dificultades. ¡Ya veremos cómo avanzamos!», desliza.
No tiene pinta, en cualquier caso, de que el estado de alarma en que vivimos vaya a alterar demasiado la naturaleza de este hombre tranquilo. La pasa en su domicilio de Bilbao junto a su pareja y «con los niños», concretamente con tres de sus cinco hijos: Aleix, Keira y Lua, de 6, 3 y 1,5 años, respectivamente. «Ellos conviven aquí conmigo», detalla. Los dos mayores -Daniela y Paul- están en Barcelona.
«A los niños se les hace duro estar separados de los abuelos por mucho que les explique que fuera hay un virus»
Álex se no es muy distinto de cómo se mueven estos días el resto de padres: se despereza a la hora en que comienza a levantarse su pequeña gran prole. «No me aburrro, no», bromea. Trabajo no le falta «Estoy muy pendiente de ellos», esgrime. A las siete y media de la mañana ya está arriba toda la tropa. «Desayuno y juego con ellos. Luego estudian un poco», momento que aprovecha para no perder comba con su actividad profesional. Mumbrú disfruta un montón viendo partidos de baloncesto, «de la NBA y de casi todas las demás ligas, porque no lo veo como un trabajo», a la par que instruye «virtualmente» a sus 'otros' chicos para mantenerles en forma. Dice que con esta situación excepcional se quita «la presión de ganar cada fin de semana».
«Sin videoconsolas»
Acostumbrado a una vida poco sedentaria, rehuye la holgazanería y practica deporte en casa, pero «cosas normales, bicicleta estática y abdominales». Pero en días así mandan los pequeños. «No queda otra». Juega con ellos «al parchís, a la escoba, con la que aprenden a sumar, al dominó, al juego de las parejas... Así se instruyen con técnicas de agilidad mental. También dibujamos y vemos películas. Tenemos videoconsolas pero no las usamos. No soy mucho del mundo 'PlayStation'. Son algo movidos los pequeños y al final se cansan de todo. Se les hace duro no salir a la calle por mucho que les explique que fuera hay un virus. Echan mucho en falta a sus abuelos. Imagino que la semana que viene será todavía más dura», presagia. Se siente un privilegiado y hay algo que no logra quitarse de la cabeza sobre esta maldita crisis sanitaria. «Cada uno la vive a su manera, pero muchas familias van a salir muy mal paradas. Se van a quedar sin trabajo, ¿y qué va a hacer esta gente?», se pregunta.
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