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Un grupo de personas espera su turno en las Urgencias del hospital de Galdakao. JORDI ALEMANY

La doble angustia de los otros enfermos

El coronavirus no ha acabado con el cáncer, los infartos ni las diálisis. Médicos y asociaciones están pendientes de unos crónicos que viven esta crisis con más miedo

rosa cancho

Domingo, 5 de abril 2020, 02:08

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Cada vez que escuchan eso de «tenían patologías previas» les da un vuelco el corazón. Sienten cierta punzada de dolor, porque se ven reflejados en la peor estadística. A las personas con diabetes, hipertensión, problemas coronarios, cáncer, enfisemas, esclerosis, riñones dañados o inmunodepresión el coronavirus les ha llevado más angustia a sus vidas. Tanta que hay incluso quien no quiere hacerse analíticas de control para no tener que ir ni al centro de salud ni al hospital y contagiarse. Porque lo de ser grupo de riesgo les agobia. Los especialistas y enfermeras les llaman por teléfono, en las urgencias y plantas de hospitales se han creado «zonas limpias» para atenderles lejos de los infectados y las asociaciones de pacientes han puesto toda la carne en el asador para que hagan ejercicio, coman saludable y compartan experiencias. «Que hablen y saquen fuera toda esa angustia, pero que no abandonen su tratamiento», advierten los psicólogos.

Los alaveses les llevan días de adelanto a vizcaínos y guipuzcoanos en su lucha contra la pandemia. Julia Barroso, jefa de Medicina Interna de la OSI Araba, es también la coordinadora de hospitalizaciones Covid, cargo creado para esta crisis. «La asistencia sanitaria está garantizada para todos», insiste. Sabe que el miedo aleja a los crónicos de los hospitales. De hecho, las urgencias por dolencias diferentes a las que ocasiona el coronavirus han caído un 50%. «Los primeros días daba la sensación de que los otros pacientes habían desaparecido, pero al final los que tienen una urgencia de verdad sí que llegan», relata. «Los ictus de marzo de 2019 fueron los mismos que los de este mes», dice.

«También los infartos llegan, aunque es verdad que algunos más tarde, ya evolucionados», asegura. Esto tiene en alerta a los cardiólogos vascos, que insisten a los pacientes en que llamen al 112 ante cualquier tipo de mareo o presión en el pecho «y más si tienen antecedentes». Les estarán esperando, con mascarillas y protecciones y, si es necesario, con el quirófano preparado. Porque los cirujanos, recuerda Barroso, siguen en sus puestos y a estas alturas han intervenido caderas y hemorragias digestivas de pacientes infectados.

«La soledad percibida

Amaia Zugadi, psicóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer, pasa largas horas al teléfono. Esta inaudita crisis sanitaria genera una angustia doble entre los pacientes oncológicos y sus familiares. «A la incertidumbre que es vivir ya con su enfermedad se suma el temor a contagiarse y que todo se agrave», explica la especialista. Y hay más, cuando conviven con otras personas en casa éstas se alejan voluntariamente de ellas para no ponerlas en peligro. «Lo entienden, pero el contacto humano es muy necesario, y lo pasan mal aunque se callen. Saben que eso está ahí y que los besos y abrazos van a volver», agrega Amaia. Habla de esa «soledad percibida» que trata de espantar desde el teléfono cada día.

«Me dan la medicación en el hospital para dos meses y espero no tener que ir ahora»

Hace un mes subió acongojado a la farmacia de la cuarta planta del HUA Txagorritxu a buscar sus medicinas. El hospital ya tenía decenas de personas ingresadas y tenía miedo. Salva García es socio de Alavés, trabajador de Mercedes, enamorado de los coches de la firma alemana e inmunosuprimido. Vive con esclerosis múltiple y es uno más de los del batallón de personas de riesgo. No pisa la calle desde hace semanas. «Las compras las hago 'online' y también me ayuda un amigo carnicero, Modesto Arriaga, que sabe qué es lo que tengo».

Tiene hilo directo con Idoia, la psicóloga de la asociación Aemar y sabe bien cómo localizar a su neurólogo si tiene un brote. Este mes ha renunciado a hacerse una analítica rutinaria para no pisar el centro de salud. A sus compañeros de fatigas ante una enfermedad para la que no existe cura les llevan la medicación a casa. «Me dan dos cajas para dos meses, espero no tener que volver ahora a por ellas».

Mariví García, trabajadora social, también. «Les preocupa tener que ir a su médico, tienen dudas como si les van a dar el tratamiento o no...», detalla. Los oncólogos, explica, tratan de hacerles ir al hospital de día lo mínimo posible. Si pueden les dan los resultados de las pruebas por teléfono y también pasan las consultas así. Pero las quimioterapias y radioterapias no se han interrumpido. En Txagorritxu, el hospital de día de Oncología funciona mañana y tarde. «Hemos notado que hay hasta más gente», explica Sebastián Arconada. Acompaña cada lunes a su esposa a su sesión de quimio. «Nos dejan preparados las citas y los resultados para que estemos allí lo mínimo y una enfermera llama cada dos o tres días para saber si ha tenido fiebre».

Por la enfermedad, algunos de ellos ya saben lo que es vivir confinados pero tienen necesidades. «Salir a dar un paseo para recuperar el tono muscular era importante». Como no es posible, desde la AECC recomiendan andar por casa, cuidar la alimentación y entretenerse: «Que no se metan en un bucle». «Que no sea con la televisión, porque ese exceso de información sobre el coronavirus les genera más inquietud aún», dicen. La asociación tiene teléfonos de ayuda disponible las 24 horas y también ayuda a pacientes y familiares a través de las redes sociales, con clases 'online' de yoga y talleres. Son los propios socios los que han elaborado una serie de vídeos grabados desde sus domicilios en los que ofrecen consejos para sobrellevar mejor este tiempo de incertidumbres.

También lo hacen los socios de Corazones sin Fronteras, asociación que en Vitoria reúne a medio millar de personas con problemas coronarios. Su presidenta, Maite San Saturnino, anima los grupos de wasap. Ejercicio, alimentación y despejar la cabeza, claves para espantar la ansiedad. «Y por encima de todo que no dejen el tratamiento». Les anima a que se manden vídeos unos a otros. «A algunos les hacen las pruebas del Sintrom en casa, a otros les llevan la medicación», relata. A su trabajo como 'coach' de la salud se le ha sumado estos días el de los duelos. «Todo esto es una ruptura. Algunos han perdido el trabajo; otros a sus parejas, a sus padres...».

Belén Herrera. Enferma renal

«Solo pienso en el virus cuando pongo la tele»

Belén va a diálisis tres días a la semana. E. C.

«Solo pienso en el coronavirus cuando pongo la televisión», afirma Belén Herrera después de someterse a la segunda sesión de diálisis de las tres que tiene cada semana. Esta vecina de Txurdinaga y presidenta de la asociación ALCER Bizkaia –«es mi vida», asegura– es enferma renal. El Covid-19 no ha alterado su particular rutina ni tampoco su estado de ánimo. «Esto es una zancadilla más, pero lo vamos a superar».

Lo que sí ha cambiado son algunas medidas de protección que toman los sanitarios que la tratan en el hospital de Cruces. «Al llegar nos tenemos que cambiar la mascarilla y antes nos dejaban meter móviles, tablets... Son 4 horas y sirven de entretenimiento», explica esta mujer de 50 años, que espera un nuevo riñón tras someterse a un trasplante hace unos años. El personal está «en todo momento con mascarilla, hasta cuando nos pinchan la fístula», añade.

Su hijo, a casa de la novia

Se siente «bastante protegida», por eso, no tiene miedo cuando va al hospital. En su vida personal también ha sido cauta. Con algunas medidas de calado. «Como mi hijo sigue trabajando le he mandado a vivir con su novia», cuenta en tono jocoso. Con ella vive su otra hija, que es la que se encarga de hacer la compra, ya que Belén no sale si no es para ir a Cruces. «Hay que minimizar al máximo cualquier riesgo. Lo llevo bien pero hay ganas de volver a la normalidad». Informa Silvia Osorio

Pilar Pena. Enferma de cáncer de mama

«Mi familia tiene más miedo que yo a que me contagie»

Las sesiones de quimio no han variado. E. C.

Pilar Pena es una de esas personas admirables. Tiene al 'okupa', como esta sestaoarra de 49 años llama al cáncer de mama, metido en el cuerpo desde octubre. Su actitud, siempre optimista y con buen humor, le ayuda a mantenerse fuerte en la batalla. «Fue una putada. Soy joven. Con todo lo que he trabajado, ¡no me voy a quedar sin pensión!», asegura.

«Todo va bien», se congratula. Ni la pandemia le ha mermado sus ganas de comerse el mundo. Eso sí, al principio, como grupo de riesgo que es, sí se preocupó. De hecho, habla de una «sensación de pánico» ante el «bombardeo de información» que le llegaba sobre el virus. Sin embargo, una llamada de Cruces, donde sigue su tratamiento, le tranquilizó. «Nos dijeron que las pruebas y las citas se iban a respetar y así ha sido. No me he sentido desatendida para nada».

Comida en casa

Esta empresaria de profesión ha continuado con sus sesiones de quimio, tal y como tenía estipulado en su calendario. La única diferencia es que los familiares no pueden entrar en la sala. Son quienes más preocupados están. «Tienen más miedo que yo a que me contagie». Pilar decidió autoaislarse en casa como medida preventiva y asegura que es duro no ver a sus seres queridos. Aunque le llevan la comida a la puerta. «Tienen una especie de remordimiento, pero yo les digo que me están cuidando así porque realmente me están protegiendo». Informa Silvia Osorio

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