Lienzos a la 'menier'
Veinticinco chefs hacen comestibles otras tantas pinturas del Thyssen. Picasso sabe a morcilla; Mondrian, a ostras; Pollock, a crema de vaca fresca...
En el mundo idílico de los amantes del arte pictórico y del gastronómico, las pinacotecas ejercerían de templos de la buena mesa en los que los lienzos serían mordisqueables, lamibles y hasta untables después de un rato de placer contemplativo. ¿A qué sospechan que sabría un 'miró'? ¿Y un 'moholy-nagy'? ¿Imaginan zamparse todo un señor 'kandinski'? ¿Qué tipo de digestión seguiría a un 'delauney'? ¿Y qué me dicen de un 'klee', sería postre o plato de cuchara?
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No es un delirio de glotón; ni siquiera la fantasía de un 'voyeur' con ínfulas de 'gourmet'. Se trata del apetitoso proyecto, materializado en 65 páginas, que acaba de salir del número 8 del Paseo del Prado de Madrid. El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza se ha puesto a maridar algunos de los mejores chefs de la escena restauradora española con algunos de los mejores lienzos de su colección permanente y le ha salido un sugerente viaje a través del sentido del gusto y de la estética. Pero, sobre todo, un extraordinario recetario que, en el caso de los delantales avezados, permite elaborar en casa un 'picasso', un 'dalí' o un 'mondrian' en versión comestible y, por supuesto, zanpárselo.
Para cocinar 'El Thyssen en el plato', el museo que tutela Tita Cervera invitó a veinticinco grandes de los fogones a pasear por sus galerías, escoger una obra y concebirla tras el mandil. En el caso de Toño Pérez, el mago de Atrio, uno de los buques insignia de la restauración extremeña, los ojos se le fueron rápidamente detrás del 'Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni', de Ghirlandaio (1489-1490). «Me transmite calma, serenidad y ternura». Al instante, la mujer renacentista se transformó en su cabeza en una sopa de higos chumbos. «Tiene el mismo maravilloso color dorado de la capa de la protagonista, las frutas rojas que la acompañan se corresponden con los tonos del vestido y la palidez de su rostro y el cuello me evocan el helado de coco que acompaña mi plato», detalla.
Rodaballos para Degas
El vigués Juan Manuel de la Cruz supo de antemano, sin moverse de Casa Obdulia, la casa de comidas de su madre, a la que ha vuelto tras forjarse en seis restaurante con estrella Michelin, que iría a por un 'miró'. «De niño vi una pintura suya en un libro del colegio y me pareció muy alegre y colorista. Estaba lleno de figuritas que parecían representar un búho, un niño, un insecto..., y que parecían no guardar ningún orden establecido. Era muy simple y a la vez muy hermoso». La 'Pintura sobre fondo blanco' que el artista catalán hizo en 1927 cobra vida, 91 años después, en las manos de este cocinero gallego en forma de una Caballa con cebolla cremosa y frutas de temporada, vivaz y optimista como el propio lienzo.
Ricardo Sanz, alquimista de los Kabuki, cuatro establecimientos con entorchados, apostó por un 'degas' inesperado. Ni una sola bailarina. En su lugar, 'Caballos de carreras en un paisaje' (1894). Porque «lo que yo deseo es capturar el movimiento en sí mismo». Parafraseando al impresionista francés, el pionero en aplicar técnicas japonesas a los productos nacionales presenta unos Mini rodaballos fritos, con los que intenta «capturar un momento de vida del mar y que el comensal se sienta en armonía con la naturaleza un instante antes de comer».
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Al cordobés Manuel Urbano, chef de La Malaje, un restaurante especializado en una cocina de recuerdos del eje gastronómico Andalucía-Canarias, un desafiante Rothko le desplegó «toda la cultura del olivar» con un lienzo sin título de 1961, descrito con un flemático «verde sobre morado». Se autoimpuso centrarse en una única fase de todo el proceso y lo hizo en la celebración en torno a un guiso que hacen los jornaleros cuando termina la temporada de la aceituna. De la mística indescifrable del letón salió un Tomate guisado de la Subbética, crestas de gallo y mermelada de aceite de oliva virgen extra con amontillado viejo.
Qué mejor para rematar la osadía que un 'kandinski' revisado por Paco Torreblanca. El maestro repostero se enfrenta a la 'Tensión suave n.85', que el precursor del arte abstracto pintó en 1923, con un arsenal de «aromas y colores de gustos delicados y arriesgados». Lo despliega sobre una base de bizcocho de aceite virgen extra, al que añade crema de yuzu («un cítrico japonés con un perfume delicado y provocador») y, como última pincelada, merengue suizo flambeado. Nunca antes el Thyssen ha sabido más rico.
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El recetario del museo
Con Andoni Aduriz, Samy Alí, Víctor Arguinzoniz, Juan Mari y Elena Arzak, Sura Ascaso, Oriol Balaguer, Martín Berasategui, Juan Manuel de la Cruz, Quique Dacosta, Andrea Dopico, Lucía Freitas, Gonzalo García y Luis G. Búa, Diego Guerrero, Sacha Hormaechea, Ángel León, Roberto Martínez Foronda, Paco Morales, Toño Pérez, Albert Raurich, Roberto Ruiz, Carme Ruscalleda, Jesús Sánchez, Ricardo Sanz, Paco Torreblaca y Manuel Urbano.
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