César y Evans se reúnen a diario, pasada la una y media, y se enfrascan en el estudio. maika salguero

El profesor jubilado que da clases de Matemáticas a un joven que pide limosna en el centro de Bilbao

Solidaridad ·

César de Miguel, que fue docente de Informática en la Universidad de Deusto, ayuda con sus estudios a Evans Isibor, que llegó a España en patera, para que encuentre un trabajo

Miércoles, 13 de octubre 2021, 01:15

«No he puesto en el cartel 'ayuda para comer', he puesto 'ayuda para trabajar'». Puede pasar desapercibido, pero ese matiz es toda una declaración ... de intenciones. Porque es lo que quiere Evans Isibor, un empleo. Sentado en la repisa de una entidad bancaria en las inmediaciones de la bilbaína plaza Campuzano, pide para poder subsistir hasta que consiga su meta. Lo hace por las mañanas, porque a las tardes, desde septiembre del pasado año, acude a clase para obtener el certificado de ESO. Y, en esa pelea, el joven nigeriano, afincado en España desde hace casi dos décadas, cuenta con el apoyo de César de Miguel. Este profesor jubilado, vecino de la zona, le despeja con gran pasión esas dudas que, como a todo alumno que lleva más de veinte años sin pisar un aula, le pueden surgir.

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Es habitual verles juntos todos los días, pasada la una y media de la tarde, enfrascados en el estudio en la acera. Evans, en el mismo lugar en el que se gana la vida; César, en un taburete junto a él. «A veces me entra la vergüenza porque pasa mucha gente y nos vamos a un banco más alejado», explica el estudiante, muy conocido y apreciado por los residentes de la calle Rodríguez Arias. A sus 34 años, ha decidido retomar su formación porque, en realidad, es a lo que vino aquí. «Mi padre era granjero en Nigeria y teníamos para comer, pero no teníamos dinero para que siguiera estudiando», recuerda. Cruzó el desierto, Argelia, Marruecos... y en una patera llegó a Algeciras. Tenía 15 años y «poca suerte». Recibió cursos de soldadura y carpintería de aluminio e hizo prácticas en una empresa. Con la mayoría de edad, cuando abandonó optimista el centro de menores en el que residía en Madrid, se empleó en la construcción, montando aires acondicionados... Y llegó la crisis económica que, como a tantos otros, le lanzó al abismo. Abandonó Madrid, buscó fortuna en Murcia y, sin ella, recaló hace casi cinco años en Bilbao.

Todos los días

César le resuelve dudas que le hayan podido surgir en clase y le pone deberes, sobre todo de lectura

«Gracias a la solidaridad de la gente» alquila una habitación en una vivienda compartida. A veces le llaman «para limpiar pisos en los que han hecho reformas», pero poco más. Así que, todas las mañanas, se quita «la vergüenza» y se sienta -en el mismo sitio desde hace dos años- a esperar la caridad de los viandantes. Y ahí estaba, en su repisa, cuando, conoció a De Miguel, que fue docente de Informática en la Universidad de Deusto. Primero le saludaba; luego se paraba a hablar, le compraba comida en el supermercado...

Mejorar el lenguaje

Cuando le comentó que quería retomar sus estudios, se volcó en su aprendizaje. «He hablado con su tutora y coincidimos en que tiene que ampliar su conocimiento del lenguaje», precisa el profesor, un hombre de ciencia «con gran pasión por las letras». E insiste en que, «para encontrar un trabajo, no basta con formarse, se necesitan otras habilidades, y hablar bien es de las más importantes». De ahí que, para «aportar a una sociedad que me ha tratado bien», diera durante dos años clases de castellano a extranjeros en Rekalde.

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Maika Salguero

«Todas las disciplinas -defiende- están relacionadas. Conociendo bien el idioma, entiendes mejor los enunciados de los problemas; y sabiendo matemáticas, puedes comprender mejor la historia». Los números son el talón de Aquiles de Isibor, que se lía «con los signos». Sin embargo, ayer los deberes estaban perfectos. «Tengo que felicitarte», animaba De Miguel a su alumno, «emocionado» como cada vez que aprende algo nuevo; que supera un reto. «A veces nos enfadamos», bromeaba César, una persona «accesible» a la que le gusta ayudar.

Salir adelante

«Estoy ilusionado. Cuando termine la ESO haré una FP. De un oficio en el que haya trabajo», dice Evans

Y eso es algo que tiene en común con Evans, porque mientras el primero fue durante una década voluntario de Cáritas, el segundo estuvo colaborando con Cruz Roja acompañando a personas mayores al hospital. «Cualquiera en el futuro puede acabar en esta situación, pidiendo en la calle», advierten.

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- ¿Tú cómo te veías cuando llegaste a España?

- Pensaba que a los 30 tendría un trabajo digno, y no este castigo, esta humillación.

Enseguida cambia el chip y, con ayuda de su «padre adoptivo», mira hacia adelante. «Estoy ilusionado. Cuando termine la ESO haré una FP», avanza. Todavía no sabe de qué, pero sí tiene algo claro: «De un oficio en el que haya trabajo».

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