Paseos entre las hojas ocres de cuatro bosques cercanos
El otoño dibuja un paisaje hipnótico que envuelve al senderista mientras atraviesa caminos asfaltados por la naturaleza
Al otoño no se le puede encerrar en una bola de cristal como al invierno. Simular el descenso de copos de nieve es más sencillo que imitar la elegante caída de las hojas, ese baile al compás del viento y la gravedad que las precipita suavemente hacia la tierra mientras se adormilan al ritmo del balanceo. Para contemplar esta danza lo mejor es salir a buscar el manto cubierto por la calvicie de los árboles. Hay paisajes maravillosos de los que hemos hablado muchas veces, como el hayedo de Otzarreta en Zeanuri (antes de que alguien siga leyendo, no lo vea en estas líneas y lo eche en falta). Proponemos alternativas menos comentadas para variar destinos. Por suerte, contamos con unos cuantos bastante cerca.
Álava
Bosque de Jugatxi
Cuenta la leyenda que un viejo lobo decidió saciar su hambre con un tierno cabritillo. Rondaba la ermita de Jugatxi, donde una mujer y su hija vigilaban un rebaño. En el momento en que se avalanzaba sobre el animal, la campana del templo sonó, asustando a la bestia. Corría y corría tratando de huir cuando se topó con una jabalina recién parida a quien sus maneras no parecieron gustarle, por lo que lo embistió, abriéndole el costado. El caso es que algunos atribuyeron el toque de campanas a la virgen del lugar.
Dudamos que en esta excursión se encuentre nadie con lobos. Puedes llegar en coche hasta allí o caminar algo desde Jugo. O usar una senda sencilla de algo más de 5 kilómetros que parte del centro de Murguia y discurre entre hayas y robles. Empieza en la plaza Bea-Murguia, desde donde has de tomar la calle Domingo de Sautu hasta llegar casi al edificio de la Cruz Roja. Antes de hacerlo, un camino a la derecha cruza el río Goba y, a poca distancia, se ha de elegir el primer cruce a la izquierda para afrontar la pendiente. Los árboles ancianos acompañan la marcha entre claros con vistas. Cruza dos pistas forestales y acabarás en uno donde aguarda la ermita y su área recreativa. Descubrirás oquedades en los troncos mientras paseas sobre una alfombra de hojas. Los trasmochos retuercen sus ramas creando un conjunto misterioso.
Para volver hay que bajar por la pista derecha del edificio que llega a Jugo. Al acceder a la bifurcación junto a un lavadero, elige derecha dos veces. Estarás detrás del templo. Sigue el camino que sube en dirección al bosque. Obvia los que apuntan a diestra. Puedes desviarte hacia el que comunica con un haya de gran porte a cien metros. Si decides ir, regresa después hasta este punto y prosigue la ruta. Acabarás, ya cerca de Murguia, en el asfalto del principio. Tira a la izquierda.
Bizkaia
Hayedo de Balgerri
Aquí también suena el aullido de los lobos, aunque eso sucede cuando no otean humanos. Las laderas de los montes de Ordunte guardan un secreto, una reunión de hayas entre los barrios de Bernales y Lanzas Agudas. Dicen los expertos que los mejores ejemplares pueblan los extremos del curso entre dos torrentes que fluyen desde el Balgerri y el Ilso. Karrantza tiene la suerte de contar con amplia biodiversidad vegetal, tierras plagadas de encina, haya y roble. Ofrece un paisaje inolvidable, especialmente en esta estación de muda en la que musgo y helechos pintan tonos verdes y el barro se ocupa de los impregnar los pardos. Para disfrutar todos, existe un paseo con perfecto colofón, el salto de agua del Balgerri.
Muchos distinguen al bosque de Balgerri como el hayedo más grande de la provincia, un entorno mágico donde las hayas conviven con robles, alisos, fresnos, tejos y acebos. Acudirás a la ladera norte de la montaña de idéntico nombre. Olvida los paisajes colonizados de Urkiola, por ejemplo, donde muchos caminos facilitan el paseo. Aquí vas a toparte con terreno salvaje, cuestas y torrentera a donde antaño acudían los carboneros, sitios que han logrado recuperarse de la vieja labor. Una zona descuidada en el buen sentido de la palabra, libre como el monte. Puedes acceder desde el barrio de Lanzas Agudas, tras superar la iglesia parroquial de Santiago. Hay un panel informativo sobre la ruta. Queda solo obedecer y pasar de sorpresa a sorpresa.
Gipuzkoa
Sendero de Lizarrusti
Cumple su función como puerta de acceso al parque de Aralar y al valle de Ataun o de Agauntza, desde donde José Miguel Baradiaran habló de gentiles y duendecillos, de seres mágicos que habitaban estos bosques o al menos las mentes de sus vecinos. Gipuzkoa y Navarra alcanzan con sus manos un hayedo a primera vista inabarcable. Allí mucho de lo que era verde en otra época se transforma en marrón por efecto del otoño, de ahí que ambos colores convivan provocando gozo en la mirada. Puedes aparcar junto al Parketxe, aunque si no madrugas es muy probable que te quedes sin sitio. El objetivo es partir del edificio al embalse de Lareo a través del anciano ferrocarril que transportaba madera. Es una ruta fácil, plagada de árboles que se pelan poco a poco.
Para culminarlo, sigue las señales de pintura roja, blanca y verde, por senda de grava amplia. Las hayas vigilarán tus pasos, trata de imitar su posición con los brazos. Sobreviven ancladas a la tierra, con raíces firmes sobre terreno musgoso. Entre la semioscuridad, porque adoran los espacios privados. Así que no molestes, alégrate de su presencia, pero respeta su saber estar emulándolo. Silencio y respeto ayudan. Sobre tu cabeza distinguirás la peña de Aitzarte. Abajo, pobladores como castaños, rosales, avellanos y robles. Encima vuelan y se posan aves, corretean ardillas acostumbradas a salir temprano, antes de que muchos puedan verlas. Hallarás senda barrenada en roca, pasos canadienses de madera, curvas, rectas, el sonido del agua que lame la tierra…
Navarra
Hayedo encantado de Urbasa
El 'Itinerario de los montañeros' acerca a este bosque donde la magia es posible, para toparse con uno de los hayedos más húmedos de la sierra, repleto de árboles que pueden alcanzar hasta 20 metros. Serán casi 4 kilómetros de ida, otros tantos de vuelta, vamos, que tienes 8 por delante para soñar despierto. ¿Dificultad? Entre moderada y baja. Se trata de un sendero interpretativo que además de imbuir en el ambiente otoñal muestra vestigios del trabajo de los carboneros en Morterutxo. Extra de regalo: la impresionante panorámica sobre Sakana y Aralar desde la cumbre.
Partirás desde el Centro de Información del Parque Natural de Urbasa-Andia. La experiencia promete contemplar hayas, arces y espinos. Desde el principio el paisaje enfrenta a la belleza de las hojas caídas ya que la subida se inicia por el hayedo de Zuzorkil y Mandaberardia hasta sumar 1.113 metros entre Artzanbaratza y Balankaleku. Por un lado verás el bosque, por otro las rocas calizas que han puesto sobrenombre a la zona 'encantada', porque las piedras dibujan formas que la imaginación completa, esculturas naturales de criaturas inmateriales. Saldrán a tu encuentro una borda de pastores que recuerda las labores de trashumancia, el camino de Gazbidea o de las vagonetas, de donde se extraían las traviesas con las construyeron las vías del tren y también varias carboneras, para que no te aburras.