Un paseo por los bosques de Bizkaia para descubrir los colores del otoño
Desde el hayedo de Errekaundi hasta el de Otzazarreta, el territorio histórico está repleto de lugares para sumergirse en esta estación del año
F. J. Pérez | I. López | J. Arrieta
Jueves, 24 de octubre 2024, 13:14
Otoño es sinónimo de tiempo desapacible y cambiante, de ese que no invita a hacer excursiones o salir al aire libre muy lejos de la protección de la mantita. ¡Excusas! Esta estación del año es la mejor para disfrutar de los bosques, que en Bizkaia no son pocos. Parajes que con la llegada de esta época del año se convierten en lienzos multicolor de vibrante actividad y a la vez en espacio de paz. Aunque llueva. ¿Qué hay más idílco que el sonido de la lluvia cayendo sobre las ramas y el sotobosque o esas hojas de colores volando empujadas por el viento? Hayedos, castañares, choperas... hay para todos los gustos.
Hayedo de Errekaundi
El Parque Natural de Urkiola alberga algunos de los hayedos más bellos del territorio. El entorno del Anboto está salpicado de ellos. Uno de ellos es el del barranco de Errekaundi, que reune todas las características para formar una postal idílica. Son apenas una treintena de ejemplares, viejos y trasmochos, que se desperdigan por el barranco del arroyo Erekaundi, a los pies de la imponente pared oriental del Anboto y bajo el modesto Andasto, un inmejorable mirador a la morada de La Dama que se sitúa ya en territorio alavés.
El camino para llegar hasta este hayedo no le desmerece. Recorreremos la vieja calzada que desde Arrazola remontaba el barranco de Errekaundi hasta el collado de Zabalandi. Utilizada en tiempos ancestrales por arrieros, pastores y carboneros, allí se dividía en dos ramales. Uno se dirigía a Aramaio y facilitaba el comercio entre los dos valles y el otro llegaba hasta el Santuario de Urkiola.
Desde el aparcamiento de Arrazola, el último barrio del valle de Atxondo, enfilamos hacia el Anboto subiendo por la calle que asciende a los caseríos más alto del pueblo, pasa junto al caserío Iturriza (obviamos el desvío a la derecha) y llega a otro caserío. Allí acaba el asfalto. A la derecha, remontamos hasta un paso canadiense, donde el camino sube (derecha) hasta un depósito de aguas y no tarda en entrar en un pinar, tras cruzar un portón. Hacia la izquierda, continuamos subiendo, pasamos junto a una borda y llegamos a un cruce cerca de otra. Continuamos ascendiendo por la senda del centro, en la que no tardamos en descubrir las primeras trazas de la calzada. Dejamos atrás el pinar, nos sobrecogemos con los farrallones del Anboto que se elevan sobre nuestra cabeza y nos adentramos en el barranco Errekaundi.
El hayedo no tarda en aparecer ante nosotros (0h.30'). Hayas trasmochas, piedras y raíces cubiertas de musgo, un arroyo que serpentea entre la piedras formando pequeñas cascadas y tranquilos remansos. El bosque lo tiene todo para detener el tiempo y dejar volar la imaginación.
La calzada lo atraviesa, cruza el riachuelo y asciende en zigzag por la otra ladera, la del Andasto, a cuyo cordal no tardamos en llegar. A nuestra izquierda se alza la peña cimera, que requiere una pequeña trepada para auparse al buzón (1h.15') y disfrutar de las vistas del Anboto, majestuoso enfrente, y el hayedo, a nuestros pies.
Hayedo de Upo
Los valles de Nervión, Arratia y Zeberio, en el corazón de Bizkaia, delimitan un pequeño macizo al que le da nombre su cima principal –Mandoia- y que tiene como centro neurálgico la presa de Lekubaso. Otrora fue un espacio cubierto por frondosas –robles, hayas, castaños…-, pero el aprovechamiento forestal –coníferas y eucaliptus- prácticamente acabó con ellas para reducirlas a ejemplares aislados o pequeños bosquetes.
Uno de ellos es el hayedo que se ubica en la ladera meridional del monte Upo (no confundir con la cima de Gorbeia del mismo nombre), junto a la ermita de San Segismundo, a unos 450 metros de altura. Ocupa unas 7 hectáreas y se trata de un hayedo joven, con aspecto adehesado, debido al uso del entorno como área de esparcimiento. Sus ejemplares, esbeltos y ordenados, contrastan con los viejos hayedos trasmochos, de hayas retorcidas y distribución anárquica. Un área recreativa con fuente, mesas y parrillas permite, además, disfrutar de una jornada de esparcimiento a su sombra.
El acceso más rápido a este espacio es Zeberio, concretamente los barrios de Saldarian y Uriondo. Optamos por el primero, donde su sidrería permite completar una jornada lúdico-montañera.
A Saldarian se accede subiendo por la carretera de las antiguas escuela de Ugao, nada más entrar en Zeberio cruzando el puente sobre el Nervión (izquierda). Aparcamos en la sidrería y dejamos atrás la barriada por un viejo camino carretil excavado en la cayuela que asciende hasta la última casa del barrio.
De nuevo en la pista, llegamos a la altura de un depósito de aguas. Aquí tenemos dos opciones. La más montañera sigue el camino de la izquierda y remonta la ladera del Artanda hasta el Larreta, cota menor sin distintivo donde confluyen Zeberio, Ugao y Arrigorriaga y por cuyo cordal discurre una conducción de gas. El Artanda se muestra a la izquierda. Es accesible desde el collado que une los dos cordales. Aquí seguimos la conducción de gas hasta el siguiente collado, donde atajamos (izq.) por la ermita de San Segismundo y, un poco más abajo, el collado Axola, junto a una gran explotación ganadera (1h.00').
La otra opción es más cómoda, aunque más larga. Desde el depósito de aguas se continúa por la pista de la derecha. Recorre el tramo alto de la vaguada del arroyo Saldarian y desemboca en la pista que sube de Uriondo. Por la que llegamos (izquierda) al collado Axola (1h.00').
Una vez en el col, tenemos dos pistas enfrente. Seguimos la de la izquierda, aunque al poco la abandonamos para remontar (izd.) hasta el merendero y el hayedo. Una vez aquí, merece la pena hacer un último esfuerzo hasta la cumbre del Upo. Subimos para ello por el camino que asciende por el hayedo y que desemboca en una pista. Seguimos por ella (izd.) hasta un primer desvío a la derecha, que nos aúpa al cordal cimero. Tras superar la antecumbre de Kostabarrigana, ascendemos la corta pero exigente pala final hasta la cima del Upo (1h.30'), donde disfrutamos de sus excelentes vistas.
Hayedo de Iturriotz
El Parque Natural de Urkiola es uno de los reductos donde el bosque autóctono de Bizkaia se ha salvado de la sobreexplotación forestal. Ello ha permitido la conservación de algunos bellos hayedos, como los que extienden en el entorno del Santuario. Hay más, tan bonitos como estos pero menos accesibles. Uno de ellos es el del barranco de Iturriotz, en la vertiente norte del Saibigain, accesible a través del barrio Urkuleta de Mañaria.
En Mañaria, seguimos la carretera en dirección a Urkiola hasta la rotonda que hay a la salida del pueblo. Aquí cogemos la carretera (dcha.) que se dirige a Urkuleta pasando junto a las canteras y la reformada ermita de San Lorenzo. El asfalto termina en el último caserío del barrio. Si hemos hecho el tramo a pie llevaremos ya media hora larga de caminata. Continuamos por la pista forestal, dejamos atrás un antiguo cargadero de mineral y cruzamos el río en un agradable paseo que discurre junto al cauce del arroyo Iturriotz.
Al final del pinar, la pista empieza por fin a ganar altura a la vez que se aleja del río. Al final del repecho hay una trifurcación, donde seguimos la pista de la izquierda, que llanea hasta cruzar de nuevo el río (1h.00'). Entramos en el hayedo, formado por viejos ejemplares trasmochos y donde reinan el musgo y la hojarasca. Disfrutando del paisaje, ascendemos por el camino hacia la cabecera del barranco, hasta salir al cordal por el collado Iturriotz (1h.40'). Para alcanzar el Saibi solo nos queda remontar la divisoria (izd.) hasta la cima (2h.10) y su gran cruz, que recuerda a los gudaris muertos durante la guerra civil en esta montaña, donde aún son visibles los restos de las trincheras.
Hayedo de Balgerri
Aquí también suena el aullido de los lobos, aunque eso sucede cuando no otean humanos. Las laderas de los montes de Ordunte guardan un secreto, una reunión de hayas entre los barrios de Bernales y Lanzas Agudas. Dicen los expertos que los mejores ejemplares pueblan los extremos del curso entre dos torrentes que fluyen desde el Balgerri y el Ilso. Karrantza tiene la suerte de contar con amplia biodiversidad vegetal, tierras plagadas de encina, haya y roble. Ofrece un paisaje inolvidable, especialmente en esta estación de muda en la que musgo y helechos pintan tonos verdes y el barro se ocupa de los impregnar los pardos. Para disfrutar todos, existe un paseo con perfecto colofón, el salto de agua del Balgerri.Muchos distinguen al bosque de Balgerri como el hayedo más grande de la provincia, un entorno mágico donde las hayas conviven con robles, alisos, fresnos, tejos y acebos. Acudirás a la ladera norte de la montaña de idéntico nombre. Olvida los paisajes colonizados de Urkiola, por ejemplo, donde muchos caminos facilitan el paseo. Aquí vas a toparte con terreno salvaje, cuestas y torrentera a donde antaño acudían los carboneros, sitios que han logrado recuperarse de la vieja labor. Una zona descuidada en el buen sentido de la palabra, libre como el monte. Puedes acceder desde el barrio de Lanzas Agudas, tras superar la iglesia parroquial de Santiago. Hay un panel informativo sobre la ruta. Queda solo obedecer y pasar de sorpresa a sorpresa.
Hayedo de Otzarreta
Es un bosque pequeño, apenas unas hectáreas, pero son suficientes para acoger un paisaje que nos traslada a tierras de ensueño. Y que, como no podía ser de otra forma, en otoño luce en todo su esplendor. Se encuentra en el extremo oriental del Parque Natural de Gorbeia, en la frontera entre Álava y Bizkaia muy cerca de otro paisaje singular de esta gran reserva de la naturaleza vasca: la turbera y humedal de Saldropo, donde completaremos la excursión.
La excursión comienza en el puerto de Barazar, un punto clave desde tiempos inmemoriales en la conexión comercial entre la meseta y la costa. Junto al restaurante Bengoetxea parte una pista que se dirige a Saldropo. Este tramo aún lo podemos hacer con el coche, entre alerces japoneses y cipreses Douglas de repoblación. En una primera bifurcación seguiremos por la derecha y será en la siguiente donde dejaremos ya el vehículo para iniciar el paseo. El ramal de la izquierda lleva al hayedo y el de la derecha, a Saldropo, lo que nos permitirá completar un recorrido circular.
Nos dirigimos primero a Otzarreta por una pista en buen estado. Transitamos entre los bosques que acabamos de cruzar y pastos que permiten divisar el Gorbeia en el horizonte. El camino apenas tiene desnivel y en menos de media hora de cómodo paseo llegamos a una bifurcación. Justo entre los dos ramales descubrimos el bosque de Otzarreta, un pequeño hayedo formado por apenas un centenar de ejemplares surcado por el regato que le da nombre. Caminar sin rumbo entre las hayas nos permitirá descubrir que son trasmochas: sus ramas no se extienden en horizontal, sino que crecen hacia el cielo ya que las originales fueron cortadas por los carboneros para elaborar su negro combustible vegetal.
Tras disfrutar de este idílico paraje, retomamos la caminata por el camino que delimita el hayedo por la izquierda y que gana altura con suavidad. El objetivo es Saldropo, así que en la siguiente bifurcación seguimos por la derecha. La pista nos lleva al portillo de Upeta, que da paso a una vaguada encajonada entre el Eneabe, inconfundible por sus antenas, y el Bastelarra, herboso escolta menor del rocoso Arralde. Es el momento de dejar la pista principal y tomar (dcha) otra que conduce directamente al humedal de Saldropo, cuya turbera quedó prácticamente extinguida por su aprovechamiento para jardinería y la agricultura a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y hasta la calificación de este espacio como Parque Natural (1994). Un recorrido circular balizado y reforzado por paneles informativos permite descubrir este singular y delicado ecosistema antes de volver por la pista principal al coche (2h.30)
Un bosque mágico, de ensueño. Por eso se le conoce al Hayedo de Otzarreta como 'el bosque mágico de Gorbeia'. La publicación destaca que este escenario es un símbolo de la mitología vasca. «Entre la calma propia de los bosques y la humedad que nutre esta tierra crecen hayas centenarias de siluetas fantasiosas, cuyas ramas se extienden hacia arriba en un encantador intento de tocar el cielo. Bajo los troncos, recubiertos de musgo estrellado, serpentea el río Zubizabala y habitan los ciervos, jabalíes, corzos, sapos y muchos otros animales que dan vida a Otzarreta».
Hayedo de Urkiola
LEl alto de Urkiola y su cercano Santuario conforman el punto neurálgico del Parque Natural. Allí se ubica el Centro de Interpretación (Toki-Alai) y desde allí parten rutas a la práctica totalidad de sus cumbres. Aún más, su entorno aglutina todo un muestrario de la riqueza etnográfica, natural y paisajística del Parque. Y los bosques de hayas que pueblan el entorno de Santuario son uno de sus mayores tesoros. Un territorio, por cierto, ocupado originariamente por abedules ('urkia'), que son el origen de la denominación de Urkiola.
Primero conoceremos el hayedo que se alza al sur del Santuario, al que accedemos tras cruzar entre el pequeño caserío que tiene adosado el templo. En su tiempo los edificios acogieron la hospedería, el hospital y el resto de 'servicios' del santuario. Una ancentral calzada (data del siglo XVII, aunque la actual es una reforma) nos lleva entre las hayas en un breve paseo hasta la ermita de Santa Apolonia, también llamada de Santutxu, edificada en 1515 sobre una fuente a la que se atribuyen propiedades curativas. Según la tradición, los que padecen dolor de muelas deben llenar la boca de agua, dar tres o siete vueltas alrededor de la ermita y arrojar el líquido en su interior invocando a la Santa.
De vuelta al Santuario, no podemos dejar de tocar la gran roca que hay ante su pórtico, a la que se le atribuyen poderes prodigiosos. La llaman 'Tximastarri' y la tradición asegura que es un meteorito. Nada de eso, pues no deja de ser una piedra de cantera. El caso es que según la tradición obra milagros. La costumbre es dar siete vueltas a la gran roca. El Santo, defensor de las causas perdidas, garantiza encontrar pareja al romero/a que se lo pida con fe y convencimiento en los poderes del santo.
Vamos ahora a conocer el hayedo que se extiende al norte del Santuario, hasta el mirador de las Tres Cruces. Primero conoceremos la nevera que hay al otro lado de la carretera y luego recorreremos el cercano vía crucis hasta el espectacular mirador de las tres cruces, construido en 1943 por encargo póstumo de un fiel. Por el camino pasaremos junto a la ermita de la Vera Cruz y del Santo Cristo. El actual edificio data de 1665, tras resultar destruida por unas fuertes nevadas. De vuelta al Santuario es el momento de obviar el camino y deambular entre las hayas, disfrutando de sus colores, oliendo la humedad del hayedo, sintiendo el poder y el misterio que emanan los bosques caducifolios en otoño.
Robledal de Arratzu
Una barrancada estrecha, húmeda y sombría, en el límite con Mendata, atravesada por el río Golako esconde uno de los bosques más secretos y bellos de Bizkaia. Es el robledal de Elexalde, en Arratzu, una arboleda reliquia integrada en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai que muestra el aspecto de nuestras masas forestales en el medievo. Antes de que los incendios, las guerras, la construcción naval y el carboneo terminaran con las arboledas autóctonas. El visitante curioso, amante de los paseos detallados y morosos, encontrará un paraje no muy amplio -sólo 3,5 ha.- que retrotrae a tiempos pasados y oscuros, de banderizos (es tierra de oñacinos), peregrinos a Santiago, ferrones y bandoleros.. [Sigue leyendo el reportaje]
Encinar de Sopeña (Carranza)
Al socaire del monte Armañón, en el corazón del Parque Natural al que da nombre, se extiende el encinar de Sopeña, un bello bosque de cuento más propio de otras latitudes. Su interés radica en que se trata de un encinar típicamente mediterráneo ubicado en plena cornisa cantábrica, posible gracias a los farallones que le protegen de los fríos vientos del norte y su orientación sur. Todo ello crean un microclima especial que permite esta singularidad botánica.
El recorrido comienza y termina en el pequeño barrio de El Suceso, que recibe el nombre de la Virgen del Buen Suceso, patrona de Karrantza. En el barrio destaca su plaza de toros pegada a la iglesia. Se trata de una de las mayores peculiaridades arquitectónicas y sociales de Las Encartaciones: pequeños cosos taurinos que flanquean ermitas e iglesias.
Iniciamos las caminata en el panel del Parque Natural que hay junto al ruedo. Pasamos junto a un caserío adosado al coso y seguimos la pista asfaltada que se dirige al norte. Enseguida llegamos a una bifurcación, donde seguimos por la derecha, todavía por asfalto. A unos 400 metros, un camino forestal remonta (izd.) bordeando un eucaliptal. Desembocamos en un prado que cruzamos para tomar otro camino que discurre rodeando el Picosal. Más adelante, en un tramo llano, se convierte en un sendero. Tras bordear el Sorrondegi, se abre ante nosotros el Armañón.
Descendemos al collado Campa de los Palos y bordeando la loma Fuente de Oro, llegamos al Portillo de los Motijones Un poco más adelante, un poste indica el cercano dolmen de La Lama y los más montañeros tienen desde aquí la cima del Armañón a menos de 15 minutos.
Más adelante dejamos la pista de grava y tomamos un ancho camino (izd.) entre helechos. Tras rebasar un depósito de aguas, una trocha (izd.) nos adentra en el bosque encantado, donde conviene no perder de vista las señales blancas y amarillas. La parte alta del encinar es la más intrincada. El camino discurre entre rocas cubiertas de musgo, encinas retorcidas que forman fantasmagóricas figuras y castaños centenarios. Un escenario que nos traslada a mundos oníricos.
Según perdemos altura, el bosque se abre y adehesa. Más adelante salimos a una pista. Por la izquierda, no tarda en desembocar en otra más amplia. A la sombra de coníferas y plantaciones de roble americano, el vial lleva a Paules. No llegaremos tan lejos. En un pequeño robledal, nos desviamos para seguir un camino que bordea la vaguada del arroyo Zarangustillo y desemboca en una pista que nos devuelve a El Suceso.
Bolintxu
Es un refugio de biodiversidad, el tesoro natural del Pagasarri. Un entorno que se muestra casi intacto y que es conocido solo por los aficionados al paseo en naturaleza. Sobre todo los del barrio de La Peña, desde donde se accede fácilmente a este paraje, el valle secreto de Bilbao, el último de los que rodean la ciudad que ha resistido su empuje invasivo. Así es hoy la frondosa vega del río Bolintxu.
La vida fluye bajo las copas de fresnos, sauces y alisos, entre los que estos días ver a pajarillos varios. Aquí crecen las encinas cantábricas. Detrás se ve un pasto verde claro que también es un hábitat de interés a nivel europeo. Son pastos secos, que pueden ser bastante más diversos que los prados. La diversidad es enorme y la paz total a pesar de estar a un paso de la capital vizcaína.