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La Alhambra, vista desde el mirador de San Nicolás (barrio del Albaicín), se recorta ante las cumbres de Sierra Nevada.
La huella andaluza de Washington Irving

La huella andaluza de Washington Irving

Los 'Cuentos de la Alhambra' encendieron la pasión romántica por la región y aún es posible seguir la pista al autor a través de las ciudades emblemáticas de Andalucía

iratxe lópez

Jueves, 15 de agosto 2019, 09:56

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Nació norteamericano e hijo de un rico mercader. Creció como escritor romántico y diplomático. Y se convirtió en amante de Andalucía. A Washington Irving le ganó el exotismo de la civilización hispano-musulmana, cayó a sus pies rendido con una sumisión presa de hechizo. Loco de ganas por recibir la reciprocidad de aquella tierra, ansioso de conocimiento, viajó para aprehenderla, para recorrer sus apasionadas formas. Y así, sin suponerlo siquiera, dejó en herencia al futuro una ruta, la que trazó en 1829 durante este periplo de ferviente enamorado.

La ruta de Washington Irving

  • Web rutas.legadoandalusi.es.

El trayecto parte de Sevilla y acaba en Granada, de donde sería una afrenta marcharse sin comprar la obra que inspiró más tarde esta travesía, 'Cuentos de la Alhambra'. A través de una arteria comercial establecida siglos antes, en la Baja Edad Media, entre el sur peninsular cristiano y el reino nazarí de Granada. Por ella circulaban en época de tregua carros repletos de bienes agrícolas y ganado que volvían cargados de especias, colorantes, paños y sedas. A través de paisajes y de pueblos, de ciudades repletas de historia. Superando dos llanuras, la Campiña y la Vega.

La torre del Oro y la Giralda marcan la silueta de Sevilla.
La torre del Oro y la Giralda marcan la silueta de Sevilla. Francisco Javier Alcerrea-Gómez

El trayecto actual refleja todo lo fielmente que puede el antiguo, unos 250 kilómetros de autovía A-92 entre Sevilla y Granada por Antequera. Es obligado dividirla en etapas, ya se trate de completar la extensión en coche, a pie o en bici. Con paradas en Sevilla, Alcalá de Guadaira, Carmona, Arahal, Marchena, Écija, Osuna, Estepa, La Roda de Andalucía, Fuente de Piedra, Humilladero, Mollina, Antequera, Archidona, Loja, Huétor Tájar, Moraleda de Zafayona, Alhama de Granada, Montefrío, Íllora, Fuente Vaqueros, Chauchina y Santa Fe. Donde brillan las anécdotas del pasado y la monumentalidad que dejó tras de sí aquel otro mundo. Un mundo de fortalezas, cinturones de murallas, torres, iglesias, palacios, alcazabas… y mucha, mucha naturaleza.

El patio de columnas de la mezquita de Córdoba es una visita obligada.
El patio de columnas de la mezquita de Córdoba es una visita obligada.

Fueron éstos lugares adorados por otros autores como Chateaubriand y Lord Byron, que recrearon el escenario andaluz en sus obras. Por Richard Ford, Borrow, Delacroix, David Roberts, Mérimée, Gautier e incluso Alejandro Dumas, una generación de románticos a los que, como a Irving, les gustaban el exotismo y la naturalidad del carácter de aquel sur hispano, las leyendas de toreros, majas y bandoleros.

El viajero se topará a su paso con los vestigios de culturas neolíticas y de la edad de los metales. Del reino mítico de Tartesos, los pueblos ibéricos y los romanos –son especialmente destacables los yacimientos en Itálica y Carmona–. La vida de aquellos territorios cambió con la llegada de los musulmanes en el año 711. Algunas áreas fueron poblados por árabes, otros lugares recibieron a bereberes que cohabitaron con muladíes, mozárabes y judíos.

Eco de leyendas

El pasado trae hasta el presente nombres repetidos por el eco de siglos durante todo el recorrido. Rincones que hoy día siguen asombrando a los visitantes. La Córdoba, Sevilla, Carmona, Écija y Elvira de los omeyas. Los castillos y pueblos fortificados de sierras y campiñas. La posterior fragmentación en los reinos de taifa tras el siglo XI que desplazaría el poder en al-Andalus al eje de esta ruta. A Sevilla, corte de los abbaditas, del rey al-Mutadid y su hijo, el poeta al-Mutamid. A Granada, capital de los ziríes. Resuenan en los diversos emplazamientos leyendas sobre los almorávides y los almohades. Hasta que, de pronto, la hoja de ruta cambia. Aparece la reconquista por parte de los cristianos. Y todos sabemos lo que viene después.

Uno de los monumentales dólmenes de Antequera.
Uno de los monumentales dólmenes de Antequera.

La cita no olvida su toque literario español, bañado de poesía. En sus urbes y paisajes se inspiraría la Generación del 27, hombres como García Lorca, Aleixandre y Cernuda. Correrán paralelos al rumor del río Guadalquivir y su principal afluente, el Genil. Protegidos por las estribaciones del macizo Subbético. Adornados con lagunas endorreicas, manchas de monte mediterráneo, cerros, serranías y roquedales calizos.

La elección vacacional ofrece a su paso parques nacionales como el de Sierra Nevada y espacios naturales como los de las sierras de Alhama, Tejeda y Almijara. Las lagunas cercanas a Osuna y las de Fuente de Piedra, la Ratosa y Archidona. O el capricho pétreo de El Torcal de Antequera. No faltarán olivares, que en pagos como Mollina, Humilladero y Alhama conviven como hermanos junto a viñedos. Ni los árboles frutales, perfume de un aire fresco. El aficionado a la ornitología descubrirá refugios de aves acuáticas y otras especies como el mirlo, el petirrojo o la perdiz, los halcones, los cernícalos y los buitres leonados. Incluso flamencos en Laguna Salada de Campillos. El amante de las plantas observará coscoja, jaras, jaguarzo y palmito... El adorador de bestias sabrá de liebres, conejos, erizos, zorros, víboras...

Carmona ofrece la típica estampa de un pueblo blanco andaluz en torno a su iglesia.
Carmona ofrece la típica estampa de un pueblo blanco andaluz en torno a su iglesia.

Reinas absolutas del camino dentro del apartado monumental serán La Giralda o el Alcázar sevillanos. Y, por supuesto, la Alhambra de Granada, que aguarda rojiza y radiante cada atardecer. «Y aquí estoy, alojado en uno de los lugares más bellos, románticos y deliciosos del mundo. [...] Desayuno en el salón de Embajadores, o entre las flores y las fuentes del Patio de los Leones, y cuando no estoy ocupado con mi pluma, descanso leyendo un libro en estos salones orientales, o paseo por los patios y los jardines sin que nadie me moleste. Todo eso me parece un sueño o como si estuviera encantado en algún palacio de hadas».

Escribía estas palabras un afortunado Washington Irving que tuvo la suerte de vivir en el palacio nazarí. Un escritor arrobado por este emplazamiento que confesaba: «La deliciosa tranquilidad y la belleza del lugar se han combinado para apegarme a él con un hechizo y es probable que no sea capaz de romperlo durante la semanas venideras». En realidad, jamás fue capaz de deshacerlo.

Pastas típicas de Estepa.

Tentaciones gastronómicas

Las rutas no solo se transitan, también se comen. Llenar bien el estómago resulta esencial si se quiere completar con paso firme el camino. Aunque peque de sencillez, el pan es una de las joyas disponibles, ha dado fama a muchas poblaciones salpicadas en este recorrido. El pan y los bollos, teleras, medias… Destacan los de Alcalá de Guadaira y otras localidades de la campiña, los molletes de Antequera y el pan de los contornos de Granada, suavizado por las finas aguas. Festejar la importancia de la aceituna de mesa parece casi obviedad, de afamadas variedades como manzanilla, gordales y otras del Aljarafe. Reconocer la esencia de los aceites vírgenes de oliva es indudable, llegados del mismo Aljarafe, los Alcores, Osuna, Estepa y Antequera.

En cuanto a vinos, encontrará el turista diversos logrados por el sistema de crianza del Aljarafe, finos, olorosos y soleras; los de Mollina, Humilladero y viñas del norte malagueño; o los de elaboración artesana en la Alhama de Granada. Sentados ya a la mesa existe una cocina de campiña en la que gobiernan potajes y pucheros, guisos de legumbres, verduras y carne. Más fresquito serán el gazpacho y el salmorejo. También las cremas o sopas frías a base de pan, aceite, agua, tomate y pimiento. Apunte el viajero los espárragos de Antequera y Huétor Tájar; las habas, alcachofas, habichuelas y hortalizas de la fértil Vega granadina.

Cuando camine por la sierra pida estofados y guisos, embutidos y chacinas, que aportan calorías al cuerpo. Además de carnes: cerdo, vacuno, cordero y choto, condimentados en ocasiones siguiendo costumbres andalusíes, cerca ya de Granada. O la perdiz y la liebre, que suelen salpicarse con hierbas aromáticas.

De postre estallan en azúcar los mantecados, polvorones, roscos, alfajores y dulces propios de la Navidad, en Estepa y Antequera, por ejemplo. Las tortas de Écija. Roscos y huesos de santo de Loja. Los piononos de Santa Fe. Por supuesto, donde se encuentre un convento de clausura el turista es ideal comprar dulces artesanos.

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