manu cecilio

Esperanza a ratos

Furgón de cola ·

Las mascarillas pueden esperar como las vacunas de AstraZeneca

Miércoles, 19 de mayo 2021, 00:01

El lunes Fernando Simón dijo que en pocos días podría relajarse la obligatoriedad de llevar mascarilla en el exterior. Ayer Gotzone Sagardui aplazó esa relajación ... hasta dentro de semanas o meses. La consejera de Salud se mostró sin embargo comprensiva con la naturaleza humana. «Entiendo que la gente quiera ver que hay rayos de esperanza», concedió. Debía de ir por el lehendakari Urkullu, que el viernes en el Parlamento dijo precisamente eso: «Tenemos motivos para la esperanza».

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Ahora usted se preguntará si hay o no motivos para la esperanza. La respuesta es que por supuesto que sí. Y que claro que no. Todo al mismo tiempo y sin la menor duda. No se trata de un imposible lógico, sino de un método de funcionamiento que se aplica a la pandemia con éxito. Consiste en que todo sea medio incomprensible, pero en que tampoco pase nada. Ahí está, por ejemplo, el caso de los dos millones de trabajadores esenciales que se quedaron con una única dosis de AstraZeneca a la espera de que las autoridades decidiesen qué hacer con ellos. Ahora, después de que la Agencia Europea del Medicamento dijese que lo adecuado es no mezclar vacunas y utilizarlas en los plazos establecidos, se recomienda hacer con esa gente lo contrario, vacunarlos por segunda vez con Pfizer, extendiendo los plazos más allá de lo establecido. ¿Cuál es el argumento para contradecir el criterio técnico de la EMA? Pues el criterio técnico de un informe encargado con urgencia al Instituto Carlos III. Mientras tanto, un millón de dosis de AstraZeneca esperan en las neveras en lugar de estar contribuyendo a la inmunidad colectiva. Y no pasa nada. Fíjense, yo esas vacunas se las pondría a los rockeros, que disponen de organismos a prueba de bombas. De ese modo quizá podrían celebrarse este verano el Azkena y el BBK Live, los grandes festivales vascos. Ambos han sido cancelados y al menos esto sí parece tener sentido. Un festival no es un espectáculo musical en el que uno ocupa una localidad y se vuelve a casa. Los festivales consisten en acampar, saltar, bailar, beber y pasar horas abrazado al personal coreándoles a gritos, muy cerca de la cara, lo habitual en estos casos: que si yeah, yeah, yeah, que si baby, baby, baby, que si sha-la-la-lá. Ya se ve que todo lleva extra de gotículas.

BATTIATO

Parodia letal

La muerte de Franco Battiato ha desvelado que entre nosotros mucha gente catalogaba al italiano como un tipo raro y solemne, cuando no pesadísimo. Es curioso porque Battiato, además de un autor genial, era uno bastante autoirónico. El menosprecio sorprende también porque sus discos rebosan de esa idea de Europa que tanto premiamos en escritores como Claudio Magris. Buscándole una explicación al malentendido, aparece irremediable Franco Napiatto, la parodia de Martes y Trece cuando la televisión tenía dos canales y era el inconsciente colectivo del país. Visto con perspectiva, ¿no había algo violento y sumarísimo en aquellos programas de humor con audiencias unánimes? Esta intuición mía ofrece posibilidades tristes y a la vez prometedoras: Millán Salcedo guiñando los ojos y emitiendo sonidos raros ante un tribunal internacional que evaluase el daño al patrimonio cultural cometido por Martes y Trece.

PARLAMENTO

Habla Rufián

Un gran momento en el debate sobre la Ley 'Trans'. Gabriel Rufián se burla de los diputados de Vox recordándoles que son católicos. «Creen en serpientes que hablan y en palomas que embarazan», les dice sintiéndose letal y sin notar que el resto del Parlamento, y del país, solo piensa ya en una cosa: el catoliquísimo Oriol Junqueras, su jefe. «Creen que si nos portamos mal llegará una lluvia de fuego...», continúa Rufián, imparable, hinchadísimo, entendiendo una vez más que el silencio que causa a su alrededor es admiración cuando es solo estupor.

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