Cómo pasa el tiempo. Te quedas un poco adormilado en el sofá y ya es Navidad otra vez. Aunque este año no vamos a hacer ... gran cosa, espero. Es decir, supongo. Mi madre insiste. Se lamenta como sin lamentarse. Ya es mayor, háganse idea. Pero se da cuenta de todo, eso sí. Está todo el día oyendo la radio. Imagínense cómo tiene que tener la cabeza. No obstante, no suelta el tema. Entonces, ¿cuántos vais a venir al final?, dice. Y luego, moviendo un poco la cabeza, añade: Puede que estas sean mis últimas navidades. Con eso me deja frito. Y lo sabe. De todas formas, le digo que ya veremos. De hecho, me estoy empezando a dar cuenta de que cada vez doy más esa contestación. A todo el mundo. Como si la pregunta fuera lo de menos. Ya veremos, digo a diestra y siniestra con ademán ambiguo. ¿Qué otra cosa se puede decir? Es imposible hacer planes. Las cosas cambian de un día para otro. Lo que ayer era, mañana no es. Mi cuñado tenía billete para irse el 23 a las Canarias. Cómo levantaba la ceja cuando nos lo contó: Yo me largo a Tenerife, dijo. Pero nada, ya no se puede ir. Hace unos días se podía, pero ahora no. No sé si le devolverán el importe. Ya veremos, dice él también, como temiéndose lo peor. Aquí todos vivimos como temiendo lo peor. Y sin hacer planes. Lo único seguro es tu casa. Tu sofá. Y tu aparato para ver películas y series sin parar. El producto estrella del Black Friday del año pasado fue el Satisfyer. El producto estrella de este año ha sido el robot aspirador, el robot que cocina y la smart-tv. Eso dice algo acerca del nuevo ser humano. Yo me quedo en casa, recitan los famosos para concienciarnos. Cuando se pueda salir, ¿querremos hacerlo? Ya veremos.
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