Lo malo de estar postrada en la cama y con fiebre es que una, medio lela, enciende la televisión y sin protección se expone a ... la escucha de las declaraciones de los políticos. El 'hit' de mi semana sin mí era todo lo que rodeaba al empecinamiento del Ministerio de Igualdad para reformar las partes de una ley que hacía aguas y propiciaba la excarcelación o la rebaja de condena de más de 500 delincuentes sexuales. Con la mano acalambrada al mando escuché las palabras de la secretaria de Igualdad, una tal Ángela Rodríguez 'Pam' que, procaz y entre risas, hacía una ensalada justificativa de los errores de la ley cargando la culpa a la extrema derecha, a los medios de comunicación y a los jueces descerebrados.
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Los miembros del ministerio, encabezados por Irene Montero, que con la frente marchita acusaba indignada de manipulación organizada, se sumaron a la fiesta y para rematar Victoria Rosell, la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, puso los puntos sobre la íes. En un momento de lucidez, comprendí que desde sus formas, su vocabulario o el lenguaje gestual, estas mujeres destilaban una violencia digna no solo de la dimisión, sino del estudio que quizás se tenga que hacer sobre la influencia de su discurso exaltado y empecinado en una sociedad que trata de hacer comprender la situación de la mujer. No me representan, no tienen bagaje histórico, preparación, ni maneras, por no hablar de currículum. Me siento escandalizada por esta política electoral que permite aprobar leyes (necesarias) que, a pesar de los cientos de asesores, ni siquiera se han leído. Espero que el voto de las mujeres se aleje de esta violencia tan poco didáctica.
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