Si la política ni la propia vida te ofrecen habitualmente la oportunidad de apagar el motor y de resetear todos los sistemas para empezar de ... nuevo. Paradójicamente, la pandemia y la suspensión de las Fiestas patronales de Vitoria-Gasteiz durante dos años consecutivos, con ser una malísima noticia, lleva aparejada otra realmente esperanzadora: La posibilidad de contar con dos ejercicios completos para una modernización a fondo del programa festivo, con el horizonte 2022 y sin las urgencias y penurias del día a día.
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Resulta irónico que una desgracia como la pandemia permita al Ayuntamiento disponer de 700 días de pausa temporal para resituar sobre el tablero todas las piezas que integran el engranaje festivo y reformular cuestiones centrales sobre las fiestas vitorianas, más allá de seguir llenando anualmente las cuadrículas de una planificación con un tufillo ciertamente añejo. Este paréntesis epidémico debiera estar enfocado a diseñar una Nueva Normalidad festiva con formatos nuevos y más actuales, junto a propuestas festivas audaces. No parecería de recibo que este tiempo se dedicara a sestear y que no se aprovechara esta oportunidad para un debate de calado sobre las fiestas.
Si en el año de 1957 hubieran sido tan conservadores o tan gregarios como en la actualidad, Celedón no existiría tal y como lo conocemos hoy. Por aquel entonces, hubo que romper con la tradición y superar reticencias e inmovilismos. Y la iniciativa de nueve blusas, junto al paso del tiempo, hizo que el aldeano de Zalduendo pasara a ser una referencia imprescindible en las Fiestas de nuestra ciudad. ¿Hay hoy alguien en nuestro Ayuntamiento dispuesto a renovar los viejos patrones que encorsetan la programación festiva? ¿Será preciso un año más de suspensión para hallar el momento propicio? ¿O retornaremos a la Vieja Normalidad, sin despeinarnos, tras dos años desperdiciados?
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