Espectáculos con la maleta a cuestas
Cinco artistas callejeros, algunos debutantes en La Blanca, cuentan cómo es su trabajo «de aquí para allá» buscando que la gente disfrute
Darse una vuelta en fiestas por el centro de la capital alavesa permite ver espectáculos de todo tipo sin necesidad de tener que comprar una ... entrada. Eso sí, quienes los protagonizan son auténticos profesionales, artistas callejeros que se ganan la vida con la voluntad del público que se siente atraído por sus actuaciones. Y en Vitoria lo cierto es que cantantes, malabaristas o mimos concitan gran expectación. «Los echábamos de menos» es el comentario que se escucha en Postas, Dato o Fueros entre la ciudadanía local.
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Reinaldo Chirinos | Estatuista
«Es mi primera vez en Vitoria y me gusta el ambiente»
Está de gira por Euskadi. Las fiestas de Baiona antes de llegar a La Blanca y después a las semanas grandes de Donosti y Bilbao. «Nunca habíamos hecho esta gira pero sí tenemos amigos que nos la recomendaron hace años y ahora estamos aquí. Muy bien, el ambiente es estupendo», confiesa este venezolano de 39 años afincado en Madrid. Vive del estatuismo y se considera un «profesional. Es mi trabajo y le dedico entre ocho y diez horas al día, como si estuviera en una oficina, un comercio o una fábrica. Trato de ser muy disciplinado, cuido el vestuario hasta el más mínimo detalle, todo el material que tengo... Es mi forma de vida».
'Calle del arte' es el lema que luce en una placa que lleva en la cesta de su bicicleta para dejar claro que por donde él está hay un espectáculo artístico «que busca sorprender a pequeños y mayores». De entrada puede generar recelo «pero rápidamente me gano el cariño de la gente. Todos vienen a hacerse la foto» con este viajero del tiempo serio al principio pero divertido después. Reinaldo Chirinos tiene experiencia en países como Brasil, Perú, Ecuador o Colombia pero hace ya siete años que ejerce en España. «Y estoy encantadísimo».
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Filip | Malabares de contacto
«Necesitamos concentración pero la gente quiere marcha»
Estudió Filología inglesa y ha impartido clases, pero lo que le apasiona es «trabajar» con malabares de contacto, en su caso unas pelotas que hace rodar por los brazos, las piernas, el cuerpo e incluso la cabeza. El polaco Filip sorprende al público «y aquí me doy cuenta de que la gente presta atención. Para nosotros la concentración es importante y con mucho jaleo es más difícil trabajar. Pero este público, aunque lo que quiere es juerga, respeta y guarda silencio».
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Es la primera vez que trabaja en las fiestas de Vitoria aunque la ciudad no le es desconocida. De hecho, «me encanta». Afincado en Sevilla, se mueve siempre con su furgoneta «y esta ciudad nos da más facilidades que otras». Además, «aquí en quince minutos ya puedo estar en el monte y eso es una maravilla». Este malabarista entró en este mundo «tras ver una actuación hace años en Barcelona». Ahora vive de ello pero reconoce que en España «queda mucho por hacer para regularizar esta profesión del artista callejero. En países como Francia están más adelantados. Aquí aún hay muchos vacíos legales».
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Juan Luis Pérez 'Bombita' | Marionetas
«En pocos trabajos te pagan y te aplauden al acabar»
Tiene 70 años pero una vitalidad de un veinteañero. «Me conservo bien, la verdad. Y desde que hemos vuelto con los espectáculos he adelgazado un montón», dice este madrileño que se ha dedicado toda la vida al mundo del espectáculo. Dirigió durante casi dos décadas una compañía artística de calle y ahora lleva casi tres decenios en solitario, con su mujer -Ana Bermejo-, «que es quien hace todo: ejerce de manager, diseña rutas, lava la ropa...», dice 'Bombita' quitándose méritos. «Yo solo bailo a cuatro patas».
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Como si eso fuera poca cosa. Porque el esfuerzo de mover marionetas de tamaño natural durante siete minutos no es baladí y el público de Vitoria «lo sabe agradecer, la verdad», asegura Juan Luis Pérez, un habitual de La Blanca. «Ahora saludo a chavales que vienen con sus hijos y antes venían con sus padres». Se mueve por distintos puntos de España e incluso Europa porque también viaja a Italia «para ganarme la vida. Vivo de ello y no me falta nada. Si el éxito existe yo lo tengo porque en pocos trabajos siempre te pagan y te aplauden cuando lo finalizas».
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Morti Jaleo | Cantante
«Contagio alegría y tras los dos últimos años hace falta»
Es una trotamundos de la música que llega por primera vez a Vitoria de la mano de su manager, vecino de Errekaleor. «Estoy alojada allí estos días, es un sitio maravilloso», dice la cantante murciana que vive en Sevilla. La rumba punk «'aflamencá'» es la música con la que trata de seducir esta profesora de Secundaria que desde hace seis años combina la enseñanza con su afición.
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Morti Jaleo se está haciendo un espacio reivindicando la defensa del feminismo y derrocha alegría y buen rollo. «Es una de las cosas que me caracterizan, siempre me lo dicen. Y creo que ahora viene mejor que nunca, ya nos hacía falta después de dos años de sufrir», asevera.
En la capital alavesa se ha encontrado a gente «quizá un poco más parada que en el Sur pero que cuando se suelta, también tiene mucha marcha». Con su guitarra, sus expresiones en euskera «a pesar de este acentazo» y su mezcla de estilos, la cantautora quiere dejar huella en las calles y plazas vitorianas y «emocionar a la gente».
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Agustín Batista | Tatuador
«Aquí da gusto trabajar, mejor que en 'Sanfermines'»
De las cinco personas que ilustran este reportaje, es el único que pone precio a su trabajo y cada tatuaje que hace -son temporales- cuesta entre cinco y diez euros. «Vivo de ellos, claro, de junio a septiembre currando en España y el resto del año en Argentina», de donde procede Agustín Batista.
Pero se considera también un artista callejero «y me muevo de aquí para allá buscando la mejor opción». Recientemente ha estado en 'Sanfermines' y en fiestas de Santander «pero aquí se trabaja mucho mejor, se saca más. Es todo más familiar, se paran padres con niños, cuadrillas de jóvenes...». Ya estuvo en La Blanca en 2019 «y me doy cuenta de que los vitorianos tienen ganas de fiesta porque están saliendo mucho a la calle».
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Hace tatuajes rociando tinta con un aerógrafo sobre una plantilla. «Gustan porque son fáciles de quitar», en unos pocos días y aplicando unas gotas de alcohol.
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