Mafalda tenía razón al odiar la sopa
El popular entrante sacia el apetito y permite entrar en calor, pero carece de todo tipo de nutrientes, salvo que se acompañe de un segundo plato que los compense. En determinados casos incluso puede resultar perjudicial para la salud
Sí, Mafalda tenía razón. Su rechazo a la sopa formaba parte de la sensatez que caracterizaba a la niña de tinta china que soñaba con un mundo mejor y enloquecía con los Beatles. Los especialistas en nutrición aseguran ahora que el caldo, con fideos, sin ellos, enriquecido con carne o pescado, como le de la gana, sólo sirve para saciar el apetito y satisfacer el sentido del gusto. No es poco, pero desde el punto de vista nutricional, nada.
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«La mejor sopa de pescado no deja de ser un caldo con sabor a productos de mar. Aunque la hagas tú en casa, es una receta pobre desde el punto de vista nutricional. Puede resultar más o menos agradable, pero siempre será un plato incompleto, sin proteínas, ni hidratos de carbono. Ni minerales, ni vitaminas. Nada de nada». Imposible ser más claro. Esa es la opinión del médico Víctor de Diego, endocrinólogo de la red IMQ. La sopa, si a uno le gusta, muy bien, pero después de tomársela hay que empezar a comer.
Como cada vez se cocina menos, la mayoría de las sopas que se consumen en España son, además, de sobre. O lo que es lo mismo, de elaboración industrial. Entre lo malo, lo peor. Si quiere saber por qué, De Diego le aporta tres razones. La primera, porque como todo producto elaborado contienen mucha sal con el fin de realzar los sabores y contribuir a la conservación del alimento. Sí, ayuda a que los alimentos sean más sabrosos, pero a cambio favorece la aparición de hipertensión arterial, cálculos renales, ictus, infartos de corazón, osteoporosis, lo peor de cada casa, vamos.
Aditivo adictivo
La sopa de sobre acostumbra también a ir bien servida de un ingrediente que se llama glutamato y que también se utiliza para potenciar el sabor. Es una forma de engancharte a determinados gustos y, de hecho, podría decirse que genera cierta adicción. Su utilización resulta muy común también en las verduras enlatadas, las carnes procesadas y, en general, en la comida china. Está considerado como un aditivo por regla general seguro, pero las normativas obligan a mencionar su uso porque también tiene sus 'contraprestaciones'.
¿Por qué? Porque se sabe que en determinadas dosis y en personas predispuestas, el glutamato favorece la aparición de reacciones de tipo vasomotor, como sofocos y sudoración excesiva, y digestivo, como náuseas y diarrea.
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Y por último están las cositas que se le echan. La sopa elaborada generalmente suele llevar fideos, estrellas y figurillas de pasta (chorradillas), que no tienen el potencial del cereal, y mucho menos del integral. Son hidratos de carbono de tan bajo índice glucémico, con tan poca capacidad para elevar los niveles de azúcar en la sangre, que se absorben muy rápido, demasiado. «No son del todo sanos, desde luego», corrobora el especialista. «Al final –resume– es un caldo con ingredientes, pero sin micronutrientes, proteínas ni energía».
Algo positivo
La pregunta definitiva, después de todo, es si tienen algo bueno las sopas. La respuesta es que por supuesto. Las caseras están deliciosas, sobre todo las de pescado, y las de carne tampoco están mal. No confieren nada, pero el placer de disfrutarlas ya puede considerarse un aporte. Las de sobre... pueden servir para hidratar sobre todo a las personas mayores, que siempre van flojas de reservas hídricas.
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La mejor sopa debería acompañarse luego de un buen plato de carne o pescado con unas verduras. A Mafalda no le gustaba ninguna. «Ojalá muchos millones de niños pudieran comer, aunque fuera comida basura», decía el desaparecido Joaquín Salvador Lavado, Quino, el padre que la dibujó durante nueve años.
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