Rafael Ruiz, tercera generación tras el mostrador de Vinos y Licores Ruiz. Luis Ángel Gómez

Un brindis añejo

El comercio bilbaíno Vinos y Licores Ruiz celebra este año su 75 aniversario, un tiempo en el que ha cambiado tanto la forma de vender como de beber

iratxe bernal

Lunes, 4 de febrero 2019, 02:19

En plena postguerra, Benito Ruiz abrió en la bilbaína calle Hernani una tienda de ultramarinos con la que continuaba la tradición familiar. La báscula que su nieto Rafael aún tiene en la tienda da fe del paso del tiempo. Es, de hecho, su única misión. El aceite, las legumbres a granel y bacalao cedieron hace ya mucho su sitio en las estanterías del local a todo tipo de vinos, ginebras o whiskies. Nada de lo que se vende hoy en Vinos y Licores Ruiz pasa ya por esa báscula. Solo los años. 75 ya.

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«El cambio lo decidió mi padre en los setenta. Entonces, con la aparición de los supermercados, ya había bastantes tiendas de alimentación y, como estamos en medio de Las Cortes, que era la zona de fiesta de Bilbao, y muy cerca de todos los restaurantes del Casco pensó en probar suerte especializándose en vinos y licores. Y acertó. Yo sigo atendiendo a esos locales, que suponen el 85% de mis ventas porque prefieren comprar a alguien cercano», reconoce Rafael, que se ríe recordando cómo ya se asomaba a alguno de ellos «con diez o doce años». «Como cualquiera de una familia con comercio. Había que ayudar y a mí unas veces me tocaba reponer género y otras hacer entregas o recoger cajas en algún puticlub».

Especialización

Fue una decisión algo aventurada, porque también en aquella época no sólo cambiada el modelo de comercio. También lo hacía el barrio, y para mal. Bilbao La Vieja pasaba a ser una de las zonas más degradadas de capital vizcaína, un lugar poco apetecible para ir de compras. «Precisamente por eso fue un acierto especializarse. Hoy se compra todo por Internet, pero entonces quien quería algo un poco más especial o necesitaba una recomendación para una celebración tenía que venir a establecimientos como éste. Es verdad que igual tenías que ser un poco más precavido que en otras zonas y cerrar la puerta si te metías en el almacén. O si acompañaba a mi padre en el reparto tenía que quedarme en la furgoneta para que nadie tratara de llevarse algo entre carga y descarga, pero la verdad es que nunca hemos tenido problemas ni nos hemos planteado mudarnos porque aquí estamos muy cerca de los bares y restaurantes que son nuestros principales clientes», explica.

Hoy, en cambio, Bilbao La Vieja tiene un punto bohemio. La ciudad ha vuelto a cambiar y al establecimiento incluso entran turistas «que se alojan a este lado de la ría y quieren llevarse un Rioja o txakoli de souvenir». Pero también ha cambiado el comercio. Los supermercados de barrio han dado paso grandes superficies con lineales para todo lo imaginable. Y si ahí no se encuentra lo que se busca, el recurso está a un click. «De nuevo hay que recurrir a la especialización. En los últimos años de mi padre ya metimos mucha variedad, hasta alcanzar el millar de referencias que tenemos ahora», señala Rafael, que está a cargo del negocio desde hace seis años y que en este período ha incluido también la venta de cervezas importadas.

«A la gente le gusta probar cosas nuevas que igual han visto en algún restaurante, en casa de un amigo o en algún viaje y también conoce muchas más marcas que antes. Está más abierta a buscar un whisky o un ron más especial, por ejemplo. Además, las casas crean modas para ganar público y comercializan bebidas, como la ginebra rosa con sabor a fresa o el moscato azul, para ganarse a un público que de otro modo no bebería ni ginebra ni vino», explica.

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Pelear los precios

Esa misma especialización es la que también le permite pelear un poco los precios. «En los licores es una cuestión de escala; cuanto más compras más te ajustan el pago. En los vino en cambio jugamos con el prestigio de las bodegas que, además de vender en los supermercado, quieren estar en los comercios especializados donde el cliente puede recibir asesoramiento. Aquí, cuando alguien viene preguntando por un vino, yo a su vez le pregunto qué va a comer y cuánto se quiere gastar, y a veces le recomiendas cosas que no cogería en el supermercado. Esa recomendación me da valor a mí como comerciante pero también a la bodega, lo que permite poder 'negociar' con ella -subraya-. Pero es una batalla constante en la que no puedes perder el paso».

«Hay que estar todos los días al ordenador vigilando cómo mueven los precios los mayoristas para intentar tener siempre el más barato y hay que tener también mucho trato con los representantes para poder llamarles la atención cuando la competencia ofrece algo a mejor precio que ellos. Siempre intentan arreglarlo o compensarte de alguna manera, pero tienes que estar al quite. Es la única forma de no perder ni a los bares y restaurantes ni a la gente del barrio que viene a comprar el vino con el que le gusta comer a diario».

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«Y, a veces, incluso hacer algún descuento a quien hace una compra grande para alguna celebración. Algunos de ellos son tan casi tan de la casa como yo. Antes venían a comprar con sus padres y ahora son ello los clientes. Es un ambiente muy familiar en el que me siento muy a gusto y en el que espero estar muchos años. La tienda tiene 75, pero yo acabo de empezar», dice Rafael Ruiz ilusionado.

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