Temor a un efecto bumerán en el sector del transporte marítimo de mercancías
Los fletes en máximos animan a las navieras a sumar capacidad mientras las empresas buscan acercar sus cadenas de suministro
Ante la problemática generalizada de stock que se vive en el comercio de todo el mundo, Ikea está «explorando oportunidades para aumentar la oferta de ... productos procedentes de Europa». Y no es la única que trata de acercar y acortar la cadena de suministro de sus productos. Arturo Miguelez, agente de Evergreen para el norte de España, reconoce que el inventario de algunos de sus clientes está en niveles muy bajos o agotado, considera que la desglobalización coge fuerza «para evitar esta dependencia que introduce un elemento de incertidumbre que puede llegar a provocar pánico», y añade que cada vez salen de Asia menos productos de bajo valor añadido.
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Precios a la baja
No obstante, Miguelez señala que es un momento dulce para las navieras y que «todo el mundo está comprando barcos». Para dar respuesta a la demanda y aprovechar los elevados fletes, la propia Evergreen ha puesto en servicio los de clase A. Entre ellos destaca el Ever Ace, que es el mayor portacontenedores del mundo, un gigante de 400 metros de eslora que ha costado 150 millones de euros y que deja pequeño incluso al Ever Given que taponó el Canal de Suez. La naviera taiwanesa planea construir 70 buques más con una capacidad combinada de 688.000 contenedores.
Pero Miguelez cree que la situación no es sostenible. «Esta explosión en la demanda es producto de un consumo compulsivo e irracional provocado por la pandemia que nos ha pillado a contrapié». Y, como sucede con los contratos a largo plazo que ofrecen las eléctricas a sus clientes, ya se están se están cerrando 'tenders' para los próximos años entre Shanghái y Bilbao a 6.000 dólares por contenedor de 40 pies. Es una cifra muy inferior a los 17.000 que se pagan hoy, pero el triple de lo que costaba el viaje hace dos años. «No creo que vuelvan a estar en niveles como los de antes de la pandemia».
¿Cabe la posibilidad de que toda esta nueva capacidad prevista para el año que viene provoque un efecto bumerán que acabe provocando el desplome de los precios a largo plazo? «Es posible que el pastel se desinfle», vaticina Miguelez, que recuerda cómo la pandemia ha acabado con muchas navieras, un negocio extremadamente volátil y arriesgado que requiere inversiones ingentes.
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