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Rahm, durante el partido de ayer. REUTERS

Rahm no da con la tecla afinada

Aprovechó el inicio errático de Rose para ponerse a un golpe, pero la reacción del británico le obligó a arriesgar y no le salió bien la jugada

Domingo, 27 de enero 2019

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Ganó el mejor, el que más defendió sus opciones, quien tuvo mayor capacidad de sufrimiento tras un arranque errático, lo más parecido a una salida en falso que parecía cuestionar su entronación.

Dejó escapar su oportunidad o sencillamente no pudo acuñarla y con la presión de ver a Rose de nuevo distanciado llegó el todo o nada de un jugador competidor nada, que ni se esconde ni conforma con premios secundarios. En su fuero interno se mantiene latente la posibilidad de la remontada, de la voltereta, del milagro llegado el caso. Y si ha de morir lo hace en modo 'far west', con las botas puestas.

Justin Rose tuvo una serie de deslices en el 'front nine' que llegaron a cuestionar su autoridad. Se comió un bogey en la primera bandera y fallo un putt de birdie de dos pasos largos en la segunda. Rahm había comenzado con buena letra y pulso firme para esa caligrafía que le encanta dibujar de tee a green.

Rose reaccionó con dos birdies antes de darle la vuelta al plano del campo y llegó a la meta volante del 9 recuperando tres golpes sobre Rahm. El partido estelar entraba en un terreno más fangoso, claramente mayor la dificultad en los segundos nueve hoyos. El de Barrika no tenía otra opción que aumentar el riesgo en busca de la posible recompensa. Además de no saber ser conservador, no le iba a dar rédito. Y fue cuando se topó con lo mejor y lo peor de su juego. Comenzó un rosario de salidas sin calle conquistada y excesivas visitas (seis en el día) a los arenales. Pero la lejanía de las banderas la combatió con un recital con el putter. En el 10 tocó desde 19 metros. La bola iba perfecta, teledirigida al agujero, que mantenía la bandera colocada. Rahm iba encogiendo su cuerpo conforme la diana parecía un hecho. Pero la pelotita desapareció para resurgir de la nada y volver al green. Increíble el capricho físico presenciado.

Dos grandes golpes que picaron la bola a dedos del hoyo, dos putts desde 10 y 11 metros que rodaron por el perfil de la cazoleta. Querer y no poder. La victoria era imposible y por apostar con brío también se disipó la opción de ser el escudero de Justin Rose hasta el final. Varios envíos entre el público, pero siempre el don de la recuperación para volver y no perder golpes en el pulso con el campo. Remató la jornada de

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