Contrastes en un curso de transición
Al Athletic le costó arrancar con Villacampa, pero terminó al alza gracias a la ilusión que siempre da la Copa
Ya no habrá más sesiones de vídeo, ni 'scouting'; ni charlas previas o arengas en el descanso. No hará falta retocar el esquema, con una defensa de cinco o metiendo más gente arriba, ni se celebrarán más goles o victorias. Nada de eso ocurría desde hace dos meses, y no se volverá a repetir hasta dentro de unos cuántos. El Athletic femenino ha despedido la temporada de una forma atípica, como todo lo que rodea al coronavirus. Desde sus domicilios cuerpo técnico y jugadoras han visto cómo la Federación ponía punto final al curso, con ocho jornadas pendientes (más la suspendida por la huelga) y las dos últimas rondas de la Copa de la Reina sin disputar. Un torneo, este último, que se retomará una vez se ponga en marcha la campaña que viene.
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Así ha concluido el primer año de la era Villacampa, técnico que desembarcó en Lezama para coger el testigo de Joseba Agirre, por una sola temporada, y que se espera que continúe en la factoría rojiblanca. El toledano, que llegó procedente de la selección sub’16 China, uno de los técnicos más laureados del fútbol femenino en España y el primero nacido fuera de Euskadi que toma las riendas del equipo, aterrizó repartiendo halagos y prometiendo transformar al Athletic en un conjunto «que no deje a nadie indiferente», con la ambición por bandera. Pero se ha tenido que conformar con dejarle en la quinta plaza, a diez puntos de la tercera, su principal objetivo, después de un inicio dubitativo y de perder fuelle en las jornadas disputadas en 2020.
Aunque su arranque fue histórico, adjudicándose la primera edición femenina del Torneo Carranza. Pero cuando comenzaron los partidos oficiales todo cambió. Al equipo le costó adaptarse al nuevo estilo y a su ritmo, con sesiones muy intensas tanto física como tácticamente. El grupo no parecía carburar en el césped y en las cuatro primeras jornadas firmaron el peor inicio de los últimos quince años, con tan solo una victoria en todo septiembre.
El triunfo en el derbi, en el Reale Arena, les hizo despegar, aguantando sin caer desde ese 13 de octubre hasta la visita del Barça a San Mamés con el que se inició el nuevo año. A partir de ahí se fueron alejando poco a poco de la tercera plaza.
Plaga de lesiones
Villacampa se ha esmerado en estos meses en modelar al equipo a su antojo, convenciendo a sus jugadoras de ser capaces de todo, potenciando el juego con espacios frente al combinativo, buscando sorprender con insistencia y contundencia. En todo este tiempo el partido más difícil de digerir para ellas fue la goleada a mediados de enero en casa del Madrid CFF (4-1), que terminó con el preparador toledano echando humo, reconociendo que no se podía «manchar así la camiseta», asegurando que varios de los tantos encajados habían venido por «desidia, dejadez y falta de actitud». Un rapapolvo que les puso las pilas, haciendo pleno en las tres jornadas siguientes, encajando luego dos empates. El último, el 0-0 en Lezama el 1 de marzo ante el Espanyol, fue, sin intuirlo nadie, el final de un curso para las rojiblancas marcado principalmente por los imprevistos.
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Y es que, pese a que ni jugadoras ni el propio Villacampa se lo tomaron como excusa, en los seis meses que ha durado la competición la enfermería del conjunto femenino nunca estuvo vacía. Pocas se libraron de ella. La cancerbera Ainhoa Tirapu sufrió su primera y última lesión de su carrera. Poco antes se llegaron a acumular en Lezama, en octubre, hasta media docena de bajas, con Erika, Ainhoa Álvarez, Yulema, Lucía García, Nekane y Jone Ibáñez lesionadas a la vez, necesitando, como fue el caso de esta última, pasar por el quirófano.
Empuje canterano
Esto en vez de mermar y debilitar al grupo, que sería lo más lógico, terminó por fortalecerlo. El técnico rojiblanco se vio obligado a echar mano del filial, lo que confirmó una vez más que en la cantera hay un gran futuro. Esta situación sirvió para que jugadoras como Valdezate, Oihane Hernández y Ane Azkona se reivindicaran, logrando hacerse con un hueco definitivo en el primer equipo, por méritos propios, y de paso sumando una renovación que en los tres casos se ha extendido hasta 2023.
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Una temporada clausurada antes de tiempo que se queda con Lucía García como la máxima anotadora, con 9 dianas, y con Maite Oroz como la jugadora con más minutos y partidos disputados. Fue la única que no se perdió ninguno, siendo titular en todos ellos. La navarra, junto a Damaris, abandonará el Athletic en las próximas semanas. También lo hará la capitana, Tirapu, pero esta para colgar los guantes, después de quince temporadas defendiendo la meta rojiblanca, siendo la cuarta jugadora con más partidos en la historia del club.
Ninguna de las tres retomará donde se ha quedado la Copa de la Reina, ya que la semifinal que estaba prevista para el 18 de marzo en Las Gaunas ante el Logroño no se jugará hasta que arranque el siguiente curso, que dependerá de cómo evolucione la pandemia de Covid-19. Un virus que lo ha paralizado todo, congelando las ilusiones rojiblancas por lograr por fin su primer título copero. Un curso de transición y atípico, que no será fácil olvidar.
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