El miércoles terminó la quinta temporada de 'The Expanse', en Amazon Prime Video, y no os oigo chillar de la emoción. No hay dudas: es ... la mejor serie de ciencia ficción actual. Lo tiene todo y todo lo hace bien. Los personajes no son meros arquetipos y evolucionan tanto y de manera tan creíble que es imposible no aplaudir a los guionistas. La historia es original, terriblemente original, con una estética y ambientación tan propia que basta un fotograma para saber qué serie estamos viendo. Las naves son alucinantes y las batallas son lo más parecido a duelos marítimos en mitad del océano espacial: pura fantasía. Y encima, pese a ser ficción futurista, golpea en la cara del espectador con temas vitales hoy: el reparto de la riqueza, el cuidado del medio ambiente, la pluralidad, la familia, los nacionalismos... y, claro, la pregunta que domina a todas las demás: el sentido de la vida.
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Una serie en la que hay héroes que son villanos y villanos que son héroes. Pilotos forajidos, mafiosos reconvertidos, mecánicas rebeldes, líderes cobardes, soldados fieles a la verdad y no a la patria, maquiavelos indudables, detectives desafortunados... Y luego está Chrisjen Avasarala, interpretada por Shohreh Aghdashloo, que es la resurrección involuntaria del comandante Adama de Battlestar Galactica. Palabras mayores.
Y, sin embargo, no os escucho chillar. ¿Qué os pasa? ¿Por qué estáis tan callados? Porque me niego a creer que no la estáis viendo. ¿Qué sentido tendría no ver una de las mejores series que hay? ¿Por qué iba nadie a obviar una opción de puro y genuino entretenimiento? ¿Cómo ignorar una serie que, cada temporada, crece, se expande, por un nuevo e inesperado ángulo? Venga, suban a bordo de la 'Rocinante' -la nave se llama Rocinante, ¿hay un nombre mejor?-, que quiero escucharles chillar.
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