La temida victoria de ese-que-aquí-no-se-menciona
David Leavitt ·
El escritor de brillante trayectoria ensombrecida por una condena por plagio retrata en 'A resguardo' a la élite progresista de EE UUHay muchos caminos que conducen literariamente a las elecciones para designar al próximo inquilino de la Casa Blanca. Algunos apuntan directamente a los contendientes, caso ... de 'La era del conspiracionismo: Trump, el culto a la mentira y el asalto al capitolio' de Ignacio Ramonet, o Kamala Harris, la primera', firmado por María Ramírez. Otros, en el marco de la ficción, retratan la atmósfera social de un país dividido entre dos candidaturas antagónicas. 'A resguardo' muestra la reacción de la burguesía liberal neoyorquina cuando, hace ocho años, el republicano consiguió la victoria. El libro es fiel a la descripción precisa y la ironía sutil de David Leavitt, cuya vida también parece hallarse entre el ensayo y la novela.
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El futuro de Estados Unidos se debate en el seno de un grupo de amigos mientras degustan exquisiteces insípidas y se preguntan si pedir a Siri una manera de desembarazarse del magnate republicano. La anfitriona vive en Park Avenue y quiere adquirir un magnífico apartamento en Venecia. Su propósito es alojarse allí y contemplar el Gran Canal en el caso de que ese-que-aquí-no-se-mencionará, tal y como ella misma lo define, gane los comicios.
La historia se antoja una revisión contemporánea de 'La edad de la inocencia' de Edith Wharton. El autor demuestra sensibilidad y perspicacia para dibujar las fortalezas y debilidades de una clase acomodada con maneras liberales y costumbres conservadoras, que detesta la 'sobreexposición' sentimental. El auge de la extrema derecha es un revulsivo para autoafirmarse ante la adversidad. Y Venecia se convierte en el símbolo de esa huida de la ola 'neocon'.
La vida de David Leavitt (Pittsburg, 1961) ejemplifica esa sofisticación de una élite urbana, culta, de exquisito cosmopolitismo y curiosas contradicciones. El autor pertenece a la generación X, la primera que accedió a un mundo tecnificado, conoció una sucesión de auges y crisis económicas y se introdujo en la posmodernidad. Como el tiempo que le tocó vivir, la trayectoria de este escritor es una sucesión de dientes de sierra. Estaba llamado a un éxito masivo, pero, inesperadamente, las alas de este Ícaro contemporáneo se abrasaron.
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Su irrupción en el mundo editorial fue súbita y exitosa. No había finalizado sus estudios en Yale y ya publicaba relatos en la revista 'The New Yorker'. A finales de los años ochenta, el libro de cuentos 'Baile en familia' y la novela 'El lenguaje perdido de las grúas' le otorgaron un extraordinario crédito. Sus narraciones hablaban de la vida cotidiana de homosexuales con un lenguaje descriptivo, sobrio y eficaz, que demostraba una aguda capacidad para la observación psicológica y la exposición dramática.
Esta clase con maneras liberales y costumbres conservadoras rehuye lo sentimental
Ese acercamiento a la comunidad LGTB fue uno de los atractivos de un trabajo al que se le adjudicaba la influencia estilística del gran Raymond Carver y el realismo sucio. A Leavitt, coetáneo de Bret Easton Ellis y Chuck Palahniuk, se le atribuyó la apertura de la literatura gay norteamericana a un público amplio, una tendencia que habían impulsado previamente Armistead Maupin, James Baldwin y Edmund White, entre otros. La edición de su primera narración larga coincide con la aparición en Londres de 'La biblioteca de la piscina', de Alan Hollinghurst, otro hito de este subgénero.
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El escritor se trasladó a la Toscana, residió en Barcelona y se mostró prolífico en un intento de sacudirse etiquetas y ampliar su abanico de propuestas. Pero un paso en falso arruinó su credibilidad. Fue acusado de plagiar extractos de la autobiografía 'Un mundo dentro del mundo' del autor inglés Stephen Spender para nutrir la novela 'Mientras Inglaterra duerme', historia de un brigadista en el conflicto civil español.
El fallo judicial le condenó y la carrera de Leavitt no se truncó, pero remitió la expectación ante sus regulares entregas. Actualmente es profesor en la Universidad de Florida y sigue gozando del favor de un público cautivo. No se ha convertido en un novelista de grandes mayorías como cabría esperar, pero sigue demostrando su espléndida facultad para construir sólidos personajes. Ahora vuelve con una obra que manifiesta ese interés por ser cronista de su tiempo y de la vertiente progresista del gigante norteamericano. Leavitt habla, una vez más, de monstruos, de la soledad y el amor no correspondido, de los reveses, el dolor y la frivolidad, de decoración y política, de miedos ficticios y peligros reales en el corazón de Washington.
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