El capitán Haddock, en una escena de ' Descubriendo los grandes puertos del mundo con Tintín'. Hergé

¡Bebe sin sed!

Secundarios imprescindibles ·

El capitán Haddock se convierte en un puntal de la genial serie de álbumes de Tintín. Su salvajismo y mala leche son el contrapunto perfecto para el morigerado Tintín

Sábado, 24 de agosto 2024, 00:06

Un artículo estival ligero y refrescante, con burbujas y clorofílico como la Sani Cola que le dan a Haddock en 'Vuelo 714 para Sidney' y ... que él, bebedor con fuste que solo sopla whisky Loch Lomond (o en su defecto cualquier otra bebida alcohólica) echa al tiesto de una enorme planta matándola en el acto.

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1941 fue el año de nacimiento de un gran personaje de ficción, el capitán Haddock, el inseparable compañero de la mayor parte de las aventuras de Tintín, creadas por Georges Remi, más conocido como Hergé. Su rotunda irrupción en el inmortal cómic fue en el álbum 'El cangrejo de las pinzas de oro', el noveno de la serie (23 en total) y el último que fue publicado primero en blanco y negro y después en color. Hergé lo muestra en ese arranque de personaje como un alcohólico profundo que cuando se emborracha cae en la más completa enajenación mental, resulta peligroso, monta tremendos follones y provoca unos desastres apocalípticos. El capitán de la marina mercante Archibald (su nombre de pila no se descubre hasta el último álbum, 'Tintín y los pícaros') Haddock se convierte enseguida en un puntal de la serie. Su salvajismo y mala leche, unidos a su buen corazón y rectitud que solo el alcohol desvía, es el contrapunto perfecto para el morigerado, abstemio y marisabidilla Tintín.

Ganapán, ectoplasma, anacoluto, grasa de trombón... su sarta de insultos es inagotable

Y en 'El cangrejo...' se inaugura una de las más peculiares características del capitán Haddock, sus inacabables sartas de insultos surrealistas, que ni siquiera Pascual Celdrán recoge. Ganapán, ectoplasma, bachibazuc, doríforo, chuc-chuc, invertebrado, giróscopo, antropopiteco, vegetariano (podría tirarme el resto del artículo citándolos todos, idea que me tienta), anacoluto, grasa de trombón, vendedor de alfombras, bebe sin sed…

A Hergé le gustaba mucho su personaje, está claro. ¿Una prueba? Como escribí en un viejo libro mío sobre la resaca, nunca le hace pasar una (quizá hay un atisbo en 'El asunto Tornasol' cuando se mira con cara de estar hecho polvo en el espejo del baño); lo deja exento del inexorable castigo del bebedor. Porque en un cómic lo que no sale no existe.

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Como escritor y lector, si intentara aparentar alguna seriedad debería decir que mis personajes favoritos son Emma Bovary o Stephen Dedalus o Raslkólnikov o Grigor Samsa o Max Estrella o Dorian Gray... Pero mi infancia es Tintín y he de confesar que prefiero sobre todos al capitán Haddock, con quien voy a celebrar la escritura de este artículo releyendo una vez más esa hilarante obra maestra de la comedia que es 'Las joyas de la Castafiore' (el ciclón Bianca Castafiore, el ruiseñor de Milán, otro memorable personaje con quien echa chispas el capitán), la mejor aventura carente de aventura de Tintín, sin viaje exótico ni salir del maravilloso castillo de Moulinsart. Quién pudiera estar un rato allí dentro, con todos ellos, brindando con Loch Lomond, esquivando al pesadísimo Serafín Latón, viendo pegarse una leche a Hernández y Fernández y hablándole a gritos al sordo profesor Tornasol. Qué envidia me da la chavalería que todavía no ha descubierto las aventuras de Tintín y tiene las 23 por leer.

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