«Soy bastante lagartija, me falta la luz»
Al grupo Belako le pilló la pandemia en pleno inicio de una gira en Nueva York. Su vocalista comparte encierro con una compañera de piso
Recién aterrizados en Nueva York para una serie de conciertos, los integrantes de Belako –el grupo más internacional con label vasco de la actualidad– se topan con la proclama de Donald Trump de que va a cerrar a cal y canto las fronteras. ¿Qué hacer? Gran dilema. «Claro, porque aquí se hablaba de que todo estaba muy concentrado al principio en Madrid y Gazteiz. Teníamos conciertos allí y cuando hablaron del cierre de fronteras nos cagamos vivas», recuerda Cris Lizarraga, cantante, teclista, letrista y la componente más visible del grupo vizcaíno.
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Se decidieron a volver cuanto antes, hablaron con los organizadores que les habían programado y no solo lo entendieron, si no que en uno de los festivales «nos cambiaron el horario para dar un miniconcierto de treinta minutos». Les costó encontrar conexiones para el regreso y ello les permitió estar un par de días en Nueva York.
Vive Cris en Bilbao La Vieja con dos amigas. Una de ellas, donostiarra, volvió junto a su familia para pasar allí el confinamiento. Así que quedan dos, mano a mano. Comparten las tareas, compra, comidas «y luego cada una a su pedo, porque es importante respetar el espacio personal». En su caso, la rutina pasa por «30 o 40 minutos de yoga, un desayuno muy contundente y ejercicio con el peso del cuerpo. Comemos y nos lo tomamos con mucha calma. Y por la tarde cada una a lo suyo. Por la noche vemos una peli o una serie y el otro día fue el cumple de un sobrino y lo celebramos. Las dos hemos hecho Bellas Artes y eso te da más capacidad de adaptación». Brutal contraste para quien visualiza mareas humanas desde la atalaya de un escenario que han compartido con Elvis Costello o Crystal Fighters.
La vocalista de Belako se zambulle entonces en trabajar para el grupo. «Preparo cosas, escribo, llevo las redes sociales y las pego fuego para que se escuche el nuevo disco que hemos sacado. También estoy escribiendo un ensayo crítico con relatos».
Belako no se ha apuntado a las modas de ofrecer directos por razones de logística. Preparan temas, graban tomas en acústico, cada uno avanza en lo suyo. El teletrabajo no les es ajeno. Han grabado temas anteriores de sus discos en casa de los hermanos Lore y Josu Billelabeita en Mungia, los otros cofundadores del cuarteto. «Además, yo llevo todo mi trabajo en el móvil». Y le molesta a Cris que se piense que este confinamiento sea sinónimo de creación, de escribir letras. «No necesitamos una cuarentena para escribir». No hay mascota en casa, pero le agradaría. «No por sacarle a la calle. Es por la compañía que te hace».
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Como autónomos, los conciertos cancelados de una primavera-verano repleta, en los que estaban programados además en varios festivales internacionales –volvían a Reading–, les pasarán factura. «Lo estamos mirando», dice sobre las ayudas o facilidades que puedan recibir quienes están en su caso. No hay luz directa del sol en casa. «Soy bastante lagartija; mentalmente, necesito la luz». Por eso, lo primero que hará cuando esto acabe será «bajar al Nervión, junto a la ría, con amigos. Sentados en el suelo, de lujo. Necesito aire fresco y contacto humano».
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