El Arriaga acoge este miércoles un homenaje a la soprano Victoria de los Ángeles

Tenía una voz de soprano a la altura de su nombre: Victoria de los Ángeles (1923-2005). Esa era su tarjeta de presentación, siempre alejada de las controversias y debates. En su vida pública siempre apostó por la sordina y muy poco por el forte. Hija de malagueño y zamorana, nació en la Universidad de Barcelona porque allí trabajaba su padre de bedel. La Guerra Civil interrumpió sus estudios de Bachillerato pero no los de música. Debutó en el Liceu de Barcelona a los 22 años con el rol de la Condesa de 'Las bodas de Fígaro' y en 1961 se convirtió en la primera voz española que se hacía oír en el bastión wagneriano de Bayreuth, metida en la piel de Elisabeth en 'Tannhäuser'. Esta temporada se cumple el centenario de su nacimiento y el Teatro Arriaga no ha dudado en rendirle un homenaje con motivo de su aniversario.

Este miércoles, a las 19.30 horas, el foyer del coliseo acogerá un recital protagonizado por la soprano Carmen Romeu, con Albert Nieto al piano. Bajo el título genérico de 'Canta un ángel' ofrecerán más de 20 piezas muy variadas en estilos y ritmos. La selección lleva la impronta de Albert Nieto, que compagina el piano con la composición, la investigación y el diseño de programas teatralizados. Cerca de cuatro años ha invertido en la concepción del programa que incluye más de 20 obras, lo mismo de Schubert, Bizet y Montsalvatge que de García Abril, Moustaki, Guinovart y Piazzolla.

Entre las sorpresas, destacan estrenos de compositores como el propio Albert Nieto, Juan Durán, José Luis Turina y nada menos que Federico Mompou. «Es una canción sin letra. Se titula 'Vocalise' y guarda similitudes con el Preludio nº 9 de Mompou. Sabemos que se la había dedicado a ella pero era tan, tan tímido que nunca llegó a dársela», desvela Nieto. Tampoco faltarán 'El rossinyol' y 'Maite', que compuso Alicia de Larrocha. La velada musical se prolongará 80 minutos y la soprano Carmen Romeu no disimula su impaciencia por salir a escena y rendir tributo a su ilustre colega. «Era una persona muy especial, querida por todo el mundo», recalca la artista valenciana.

Victoria de los Ángeles hacía gala de una técnica irreprochable y un timbre bellísimo, con una 'sombra' en la voz muy particular. Transmitía vulnerabilidad y extrema delicadeza con su canto, algo que se hizo más notorio a partir de los años 60. En aquella época se sumió en una depresión que le dejó heridas muy hondas. Su vida matrimonial fue un infierno. Él la abandonó y dejó en la ruina. Pero siguió adelante, especialmente volcada en su hijo menor, que tenía síndrome de Down. En 1980 interpretó su última ópera, Pelléas et Mélisande, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y a partir de entonces se centró en los recitales y conciertos. En 1991 protagonizó un recital en el Arriaga y su último bis, 'Die Forelle' (La trucha) de Schubert, se quedó grabado en los anales del teatro. Saltarín y ligero, arrasó en la platea. Fue una gran intérprete hasta el final.