Un debate apasionante

Porque la enorme altura académica de los mejores expertos nunca impide algunas atribuciones erróneas. Un ejemplo reciente es el Frans Hals atribuido al maestro del barroco holandés por los expertos del Museo del Louvre, aunque poco después un análisis en el laboratorio descubriera que era una copia. Los importantes avances científicos y tecnológicos para el análisis de las preparaciones, las telas y soportes, los pigmentos o las pinturas y los dibujos subyacentes ayudarán a avanzar en la atribución, aunque sus conclusiones también generaran debate cuando hay intervenciones posteriores. Queda finalmente el elemento más importante, que no es otro que el de su historia y procedencia, hoy documentada desde 1823 por su permuta en la Real Academia de Bellas Artes.

De la coincidencia mayoritaria de los académicos y los científicos y de que se encuentre documentación de su procedencia anterior a 1823, dependerá que estemos ante uno de los grandes hallazgos artísticos del siglo XXI.

Final surrealista tras un intento surrealista. La frase no es un juego de palabras o un cadáver exquisito sacado de cualquier subversión bretoniana. Es el titular ante un episodio ciertamente surrealista. Resulta que el conocido compositor de musicales Stephen Sondheim llevaba más de diez años trabajando en una nueva obra basada en dos películas de Luis Buñuel, 'El ángel exterminador' (1962) y 'El discreto encanto de la burguesía' (1972), ambas esencialmente surrealistas. Costaba ver en las tablas de Broadway la idea de un obispo que se mete a jardinero o la imagen aterradora de una mano suelta entre los invitados a una cena burguesa en una casa señorial de México DF. Pero, bueno, esta semana Sondheim ha comunicado que abandona su proyecto musical sobre Buñuel, quizás como gesto desconcertante ante la imposible conversión del surrealismo buñuelano en musical escénico. Final muy bretoniano, sí.

Pasaporte o certificado de vacunación, 'green pass' o documento probatorio de inmunidad o de PCR negativa. Sí, el debate creciente sobre la exigencia de un certificado de este tipo no solo se plantea para aumentar la movilidad y el turismo, sino también para propiciar la vuelta de público a los eventos culturales. En Reino Unido un grupo de 'celebrities' (Ralph Fiennes, Simon Rattle, Andrew Lloyd Webber…) acaba de enviar una carta al primer ministro, demandando este pasaporte o certificado como media esencial para reactivar la demanda en teatros, cines, festivales y demás eventos culturales.

Naturalmente la medida no es fácil de aplicar, porque debe de combinar una decisión política con otra sanitaria. Además, ni hay un acuerdo general en Europa y EE UU que armonice su uso, su formato y sus características, ni tampoco un consenso sobre si se homologarían en su concesión todas las vacunas, el periodo entre su administración y las pruebas PCR. Incluso hay quien se opone a ese pasaporte, alegando que supondría una flagrante discriminación. Un lío, ya se ve.