Crítica de 'La vida era eso' (2020): Al cabo del tiempo

Tras la potente 'El amor en su lugar', de Rodrigo Cortés, excluida de forma inexplicable en las nominaciones como mejor película, en la próxima entrega de los premios Goya, aquí tienen con 'La vida era eso' otra notable película española, realzada por las interpretaciones de dos artistas de cuerpo entero, como son Petra Martínez y Ramón Barea. Se trata de un viaje la mar de peculiar, en el que dos mujeres muy diferentes terminan recalando en el luminoso paisaje que conforma el mágico Cabo de Gata almeriense. Un lugar dotado de una luz tan especial, que ya en 1962 emocionó al mismísimo David Lean cuando rodó allí la espectacular 'Lawrence de Arabia'.

'La vida era eso' retrata asimismo la migración, más concretamente a los temporeros altivos, que diría Paco Ibáñez, en un filme que también incide de forma serena sobre el valor de la memoria. Una película, por tanto, sobre cómo cuando observamos el rumbo de nuestras vidas, la memoria sigue construyendo el edificio de las ilusiones. De hecho, la película viene a decirnos que la memoria es el único paraíso del que nunca seremos expulsados, el único lugar donde el amor sobrevive cuando el amor yace herido de muerte. Luego están las tradiciones y la necesidad de evolucionar, en sintonía con el inexorable paso del tiempo y el cambio del contorno.

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