Borrar
La UPV utiliza para experimentación cerca de 2.700 roedores cada año. REPORTAJE GRÁFICO: MAIKA SALGUERO
Ciencia | Investigación

Así se investiga con ratones en la UPV

EL CORREO entra en las instalaciones de la Universidad del País Vasco donde los científicos investigan enfermedades y terapias con animales bajo estrictos condicionantes éticos y de bienestar animal

Luis Alfonso Gámez

Viernes, 4 de marzo 2022

Comenta

El Animalario Rita Levi-Montalcini es una de las instalaciones de acceso más restringido de la Universidad del País Vasco. Un lugar silencioso e impoluto donde viven ratas y ratones en los que los científicos estudian enfermedades como el cáncer y el alzhéimer para comprenderlas mejor y desarrollar terapias contra ellas. «Es uno de nuestros centros con más controles sobre quién entra, para qué y cómo hace su trabajo», asegura Itziar Alkorta, química y directora de los Servicios Generales de Investigación (SGIker) de la UPV/EHU.

La unidad central está en Leioa, junto a la Facultad de Medicina y Enfermería, y hay otras dos más pequeñas en Vitoria y San Sebastián. «Los animalarios de Álava y Gipuzkoa tienen finalidades científicas más concretas. No abarcan toda la gama de experimentos que se hace aquí», apunta Alkorta. En el del campus de Bizkaia, que ocupa 490 metros cuadrados, hay tres zonas: una para ratones, otra para ratas y, separada de ambas, una tercera para la cría de animales. Esta última es de entrada aún más restringida, para que los roedores crezcan en un espacio libre de microorganismos.

«La investigación biomédica requiere del uso de animales para experimentación. Es algo absolutamente necesario, por ejemplo, para el desarrollo de nuevos fármacos. Disponer de un animalario propio facilita, además, la labor investigadora de nuestro personal», indica Inmaculada Arostegui, matemática y vicerrectora de Investigación. El año pasado, entraron en las instalaciones de Leioa más de 250 usuarios de 47 grupos de investigación embarcados en 130 proyectos.

Las normas éticas para investigar

  • Solo cuando no hay alternativa Se utilizarán siempre que sea posible métodos o estrategias de ensayo científicamente satisfactorios que no conlleven la utilización de animales vivos.

  • Cuantos menos, mejor El número de animales utilizados se reducirá al mínimo siempre que ello no comprometa los objetivos del proyecto.

  • Evitar sufrimiento Las actividades relacionadas con la cría, el alojamiento y los cuidados, así como los métodos utilizados en procedimientos, se refinarán tanto como sea posible para eliminar o reducir al mínimo cualquier posible dolor, sufrimiento, angustia o daño duradero a los animales

  • Comité de ética Los órganos competentes se asegurarán de la aplicación de los apartados anteriores y contribuirán al desarrollo y validación de planteamientos alternativos que puedan aportar un nivel de información igual o superior al obtenido en procedimientos con animales, pero que no utilicen o utilicen menos animales o impliquen procedimientos menos dolorosos. En el caso de la UPV/EHU, todos los ensayos con animales -sean roedores o peces- deben ser aprobados por el Comité de Ética en Experimentación Animal y autorizados posteriormente por la Diputación foral del territorio histórico en el que vaya a realizarse el estudio

En la puerta del animalario, varios carteles piden al visitante que no use «perfumes o productos con mucho aroma» y que silencie el móvil, para evitar alterar a los roedores. Ya dentro, el primer paso lo da sobre una alfombra adhesiva donde queda la suciedad de las suelas de los zapatos, que se cubren con patucos antes de ponerse la bata, los guantes, la mascarilla y el gorro, si es necesario. A las instalaciones solo tienen acceso el personal de mantenimiento y los científicos autorizados.

Los inquilinos viven en cubetas de plástico transparente, con dispensadores de comida y agua, etiquetadas para que se sepa en qué proyecto participan y los procedimientos a los que están siendo sometidos. Los recién llegados de otros centros o empresas de cría pasan un tiempo en salas de cuarentena para recuperarse del estrés del viaje y aclimatarse a su nuevo hogar. Del cuidado de todos se encarga la bióloga Arantza Alejo, técnica responsable de las instalaciones. Ella lo controla todo para garantizar que los investigadores se atienen a los protocolos y velar por el bienestar de los animales, porque sufra lo menos posible cada uno de los 2.700 que se utilizan al año.

MAIKA SALGUERO

«Ahora mismo es mucho más fácil trabajar con seres humanos que con animales. No se puede usar para investigación ni un animal si el proyecto no ha sido aprobado por nuestro Comité de Ética en Experimentación Animal y, después, autorizado por el órgano competente, que en nuestro caso son las Diputaciones forales», explica Susi Marcos, bióloga y asesora de ética en la investigación y la docencia de la UPV/EHU. Los científicos han de contar, además, con formación específica. Una vez que tienen los permisos y los conocimientos necesarios, deben extremar siempre los controles de limpieza. «Hay que impedir la entrada en el laboratorio de cualquier patógeno que pueda afectar a los animales y arruinar los experimentos en curso», señala Arostegui.

Ratas de raza Sprague Dawley

En Leioa, los investigadores trabajan con ratas Sprague Dawley -albinas y muy tranquilas- y con ratones modificados genéticamente para simular enfermedades humanas o para expresar o no determinadas proteínas. «Ocasionalmente, puede haber algunos conejos, pero no es lo habitual», dice Alejo. Además, en la Estación Marina de Plentzia (PIE) emplean peces en estudios que también precisan de la autorización del comité de ética. «Los ratones modificados genéticamente no son cocos. Son ratoncillos normales, generalmente de salud más débil», apunta Marcos. De hecho, una habitación especial acoge ratones inmunodeprimidos para el estudio del cáncer. En esa sala hay ejemplares con pelo y también sin él -los llamados 'nudes' (por 'desnudo' en inglés)-, y los científicos disponen para su manejo de una cabina de flujo laminar, donde el aire se mantiene siempre limpio.

2.700 al año

«Usar animales para experimentación es absolutamente necesario para el desarrollo de nuevos fármacos»

inmaculada arostegui

Vicerrectora de Investigación de la UPV/EHU

«Lo primero que tiene que demostrar un investigador que quiere usar animales es que no existen métodos alternativos para llegar a los mismos resultados», destaca Alejo. Después, debe precisar el número de animales y, por ultimo, usar técnicas que reduzcan al mínimo su sufrimiento. «Tiene que valorar el daño que va a hacerles y cómo va a paliarlo. Tiene que elaborar un protocolo y determinar por qué criterios humanitarios se va a sacrificar el animal. Generalmente, a estos animales se les acaba practicando la eutanasia porque lo que se suele necesitar de ellos es estudiar sus tejidos u órganos», explica Marcos, experta en bioética. Alejo vigila a los animales para detectar cualquier signo, como la pérdida de peso y de movilidad, que revele que están sufriendo y, por tanto, hay que sacrificarlos.

Experimentar con animales es siempre la penúltima fase

«El modelo animal de una enfermedad humana es la última etapa de un proceso muy largo que precisa antes de estudios bioquímicos, biofísicos, celulares... gracias a los que se llega a una determinada hipótesis. Después de todo eso y antes de los ensayos clínicos, hay que experimentar con animales», explica Itziar Alkorta. «Si no se experimentara con animales, no hubiéramos tenido la vacuna contra el SARS-CoV-2 en un año», indica Susi Marcos.

En el animalario de la UPV/EHU, que lleva el nombre de la neuróloga italiana y nobel de Fisiología o Medicina Rita Levi-Montalcini (1909-2012), se investigan el cáncer, el alzhéimer, el párkinson, la esclerosis múltiple, trastornos del espectro autista, enfermedades raras como los síndromes de Angelman y de Dravet... La investigación con animales es imprescindible para paliar el sufrimiento en humanos y también en otros animales porque, aunque se haya demostrado que algo funciona 'in vitro', no es lo mismo un cultivo celular que un ser vivo.

En la zona de experimentación del laboratorio de Leioa, hay un quirófano donde se interviene a ratas y ratones, siempre anestesiado para que sufran lo mínimo. Todo está reglado, desde cuándo hay que practicar la eutanasia a un ejemplar para evitarle un dolor innecesario hasta cómo llevarla a cabo. El sacrificio puede realizarlo el usuario o el personal del animalario.

Además de adquirir ratones inmunodeprimidos a empresas especializadas y de obtener otros animales de instituciones científicas, el laboratorio de la UPV/EHU cuenta con producción propia de ratas y ratones. «En el área de reproducción y cría, hay ahora unos 950 ejemplares de 24 líneas de animales modificados genéticamente», indica la bióloga Arantza Alejo, técnico responsable de las instalaciones. Esa zona está aislada del resto de las instalaciones. Solo puede accederse a ella previa ducha y todo el material es debidamente esterilizado para impedir que se cuele ningún agente patógeno.

El número de animales empleados en ciencia es hoy mucho menor que a finales del siglo pasado, cuando casi no había restricciones. «En los 80, hacías el cálculo de los que necesitabas y habitualmente lo multiplicabas por dos por si algo salía mal. Eso hoy es impensable. Ahora tienes que hacer antes un buen trabajo estadístico previo para determinar cuántos ejemplares vas a usar: ni más ni menos que los necesarios para que los resultados sean sólidos. No es una cuestión económica, sino de conciencia. Ahora somos mucho más conscientes de que, aunque experimentar con animales es necesario para avanzar en el conocimiento, hay que hacerlo sin usar más de los necesarios porque son seres sintients», indica Marcos.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Así se investiga con ratones en la UPV