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Un bucle de melancolía

Un bucle de melancolía

J. J. Abrams presenta El despertar de la Fuerza como un emocionante homenaje a las primeras películas y termina por convertirlo en un desconcertante 'remake'

Fernando Belzunce

Jueves, 17 de diciembre 2015, 18:58

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Han pasado ya tres años desde que Disney anunciara que iba a seguir dándole vueltas a la manivela galáctica. Ese artilugio de apariencia infantil que ha generado miles de millones de euros, que ha trascendido al propio cine hasta convertirse en todo un fenómeno sociológico y que ha dado pie a locuras como, ejem, este primer monográfico de La Butaca. El caso es que da igual que la cinta sea así o asá. Que tenga sentido o no como continuación de una historia que se consideraba ya acabada. Ha sido tal la expectación generada durante este tiempo que el estreno ha alcanzado rango de acontecimiento y ya casi lo de menos es la excusa, o la película, que lo ha motivado. 'El despertar de la Fuerza', que ha vendido 300.000 entradas antes de su estreno y ha colonizado una de cada tres pantallas en España, aún batirá más récords al margen de sus cualidades cinematográficas. Y eso que las tiene. Porque J. J. Abrams, el responsable de haber recuperado todo el tinglado espacial, ha filmado una película que no solo recupera las esencias de las tres primeras entregas de la serie, las más aclamadas, sino que emocionará, y mucho, a la legión galáctica.

No era fácil la labor del cineasta neoyorquino, pese a su llamativo historial en el campo de la nostalgia. Cintas como la ochentera 'Super 8' y, sobre todo, la revitalización de 'Star Trek' le presentaban como una apuesta segura para que el nuevo producto conectara emocionalmente con las hordas de fans a las que ni siquiera el padre Lucas supo satisfacer. Y es que la última y taquillera trilogía -primera si se sigue el orden narrativo- no gustó. O al menos no estuvo a la altura de un fenómeno que ha volado solo en la imaginación de millones de fans. Abrams rompe con esa polémica herencia y emprende un viaje al pasado para lograr de nuevo un relato vibrante, por momentos magnético, marcado por una desbordante fantasía que se muestra sin artificios y con el toque inocente marca de la casa y que tan bien enlaza con la nueva dueña Disney. Las dos horas y media pasan como un ciclón desde que suenan los primeros compases de la música de John Williams. El 3-D funciona. Imposible resistirse.

El director de 'Perdidos', maestro del ritmo, arranca su historia treinta años después de la muerte de Darth Vader. El mal ha resurgido con el nombre de 'Primera Orden' y con él ha vuelto también la Resistencia, que busca a su líder, el caballero jedi Luke Skywalker, retirado en algún confín del universo. Esa búsqueda es un excelente punto de partida para que aparezcan por la pantalla personajes venerados como Han Solo, a quien da vida un estupendo Harrison Ford, Chewbacca (Peter Mayhew), la princesa Leia (Carrie Fisher), que luce de nuevo su famoso peinado, los robots C3PO (Anthony Dnaiels) y R2D2 (Kenny Baker), y toda una serie de personajes secundarios e incluso objetos, como el Halcón milenario, y estampas familiares que provocarán en el público exclamaciones y suspiros. Abrams, que mostraba ya sus intenciones al aliarse con Lawrence Kasdan, guionista de 'El imperio contraataca' y 'El retorno del Jedi', plantea un intenso y melancólico homenaje a la propia saga que, entre otras cosas, tiene la curiosa particularidad de conseguir que los adultos vuelvan a sentirse niños algunos ratos y verdaderamente viejos otros.

Homenaje interminable

El problema es que el homenaje no termina y, tras toda una exhibición de guiños y continuas apelaciones a la añoranza, 'El despertar de la fuerza' se convierte en un llamativo bucle. Maravillosamente filmado, sí, pero un bucle al fin y al cabo. Son los mismos buenos con las incorporaciones de rigor, muy acertadas en el caso de la chatarrera protagonista (Daisy Ridley), y los mismos malos, o muy parecidos. No es fácil lograr un villano a la altura de Vader, quizás el más grande, pero Incluso hay secundarios que recuerdan demasiado a personajes irrecuperables, como el maestro Yoda, y la trama argumental repite una y otra vez situaciones ya vistas, con los rebeldes, por si fuera poco, tratando de destruir un arma similar a la estrella de la muerte, ahora mucho más grande, claro. Todo esto, por otro lado, filmado con precisión y buen gusto. Con escenas de acción, como el combate espacial, que parecen reinterpretadas y que mejoran las precedentes.

J. J. Abrams reconocía en la revista 'Empire' que había encontrado inspiración en las películas de John Ford, Kurosawa y Terrence Malick. Los dos primeros no sorprenden, dadas las claras influencias que las películas del oeste y las de samurais tienen en 'La guerra de las galaxias'. La aportación del cineasta de Malas tierras, en cambio, puede apreciarse en esos espléndidos planos que muestran la turbadora belleza de las colosales naves espaciales que yacen en el desierto, las puestas de sol que coronan inmensas llanuras y los planetas nevados y agrestes en los que se descubren restos de batallas pasadas. Paisajes ya vistos, reconocibles, fotografiados con una maravillosa quietud con la que se descansa de una acción trepidante. Interesante sensación. Una película que en verdad cuenta algo ya muy visto, pero que lo cuenta realmente muy bien. Es como si Abrams se hubiera aferrado a la grandes bazas de la saga para ir a lo seguro, encandilar a los acólitos y obtener el salvoconducto que le permita crear las siguientes películas con mayor libertad. El tiempo dirá.

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