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Diana Santos ha transformado un minibús en su hogar.

Diana, la vizcaína que ha transformado un minibús en su hogar y recorre el mundo sobre ruedas

Esta aventurera de 38 años sufrió un trastorno ansioso-depresivo que la llevó a cambiar su estilo de vida y cumplir un sueño de la infancia

Viernes, 31 de octubre 2025, 18:27

«Yo algún día viviré en una cabañita con ruedas», le repetía Diana Santos a su madre con siete años. Era una niña muy curiosa, ... sensible y creativa que sentía una conexión especial con la naturaleza y los animales. «Soñaba con recorrer el mundo en una autocaravana y ayudar a las personas», recuerda. Ese sueño empezó a tomar forma hace nueve años, cuando apareció en su vida la Caracola: un viejo minibús amarillo, usado para transportar a personas mayores, que iba a acabar en el desguace. Diana lo compró y lo fue transformando, pieza a pieza, hasta convertirlo en su hogar y en el de Lobito, su perro, que ha estado con ella desde que lo adoptó hace siete años. «Un día decidí dejar de lado las estructuras impuestas, la rutina en la ciudad, el consumo innecesario... y vivir de una forma más coherente con lo que sentía que era mi esencia», afirma esta vizcaína de 38 años, que encontró en la carretera, la naturaleza y la libertad su manera de estar en el mundo.

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Con tan solo 16 años se independizó y empezó a trabajar en una frutería mientras estudiaba estética. «Vengo de una familia muy trabajadora, con mujeres muy luchadoras. Me han inculcado que hay que peleárselo mucho en la vida», cuenta. A los 20 se lanzó a abrir su propio centro de estética, Disa Natura, en Gallarta, que lideró durante once años. Pero su autoexigencia y perfeccionismo le pasaron factura. «Quería tener la última tecnología y los mejores tratamientos. Ser un centro de referencia en la Margen Izquierda para que no tuviesen que irse a Bilbao. Me metí muchísima caña». La presión la llevó a desarrollar un trastorno ansioso-depresivo. «Yo siempre que me presentaba decía que tenía un negocio. Abandoné mi identidad. Me daban muchísimos ataques de pánico en un mismo día. Sentía que me estaba dando un infarto y que me iba a morir», recuerda.

Diana entendió que esa no era la vida que quería. Buscó ayuda psicológica y empezó a adoptar hábitos más saludables: «Cambié mi alimentación, reduje el estrés, aprendí a poner límites… y al ver que me iba recuperando gané seguridad en mí misma». La mejoría llegó poco a poco, tanto a nivel físico como mental. Se apuntó a teatro, empezó a participar en carreras de coches y volvió a bailar, una pasión que siempre la había acompañado y que se acabó convirtiendo también en su profesión. Una amiga bailarina, que trabajaba como animadora en fiestas de pueblo, le pidió que la sustituyera y la acabaron contratando.

Cuando todo en su vida se iba poniendo en orden, apareció Caracola. «Me llamó una expareja, que trabaja en un taller, y me dijo: '¿No querías una cabaña con ruedas? Tengo algo que está muy bien de precio, pero es muy grande'». Cuando la vio, con su color amarillo chillón, sus nueve plazas y sus casi siete metros de largo, no lo dudó. «Me hacía mucha ilusión darle una segunda vida y llenar de experiencias un minibús que había servido para llevar a los abuelitos a la residencia». Pagó 3.000 euros por su Volkswagen LT35. «Incluía una rampa elevadora para las sillas de ruedas que vendí por 1.200 euros, así que fue una gran compra».

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Diana no sabía ni por dónde empezar. «Era un trozo de hierro», recuerda. Pero su sueño de convertirlo en un hogar la llevó a buscar tutoriales en foros y YouTube. Poco a poco, fue transformando ese minibús en la cabañita con ruedas que siempre había imaginado. «La revestí de madera porque me conecta con la naturaleza. Puedo pasar horas creando muebles con restos de madera. Y me encanta recoger palos y adornar con ellos, porque donde otros no ven nada, yo veo tesoros», asegura.

Hoy, su furgoneta tiene cocina de gas y un horno donde prepara su repostería casera sin azúcar, otra de sus pasiones. También una mesa plegable de madera, donde disfruta de sus platos saludables, y un sofá en el que se recuesta su perro, Lobito. No falta la ducha, que ha ido mejorando con el tiempo, ni un pequeño armario bajo la cama para su ropa. En la estantería, se amontonan los libros de crecimiento personal, neurociencia y naturaleza. «Odio acumular, me gusta la vida sencilla», afirma. Tampoco tiene televisión; prefiere leer, y si le apetece ver una serie, usa el portátil. Para dormir, aparca en zonas verdes, alejadas del bullicio de la ciudad. «Llevo un sistema de seguridad en la furgoneta, y si alguna vez estoy en una zona más aislada, sí siento algo de inquietud, pero no paso miedo», asegura.

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En 2017, Diana dejó Caracola en Bilbao para lanzarse a una nueva aventura. «La alquilé por días para que la gente pudiera vivir la experiencia». Y junto a un amigo, que luego fue su pareja, emprendió una ruta por América en autocaravana que duró dos años, desde Alaska hasta Panamá. «Íbamos por pistas, no por ciudad. Fue una experiencia increíble, sobre todo por la gente tan bonita que conocí. Cada uno con sus preocupaciones y su forma de vivir, pero al final todos somos más parecidos de lo que pensamos», asegura.

Hoy, Diana comparte su vida nómada con más de 142.000 seguidores en Instagram, bajo el perfil The Natural Nomad. Además, ha fundado La Musa, una empresa de comunicación desde donde crea contenido y coordina proyectos para negocios y asociaciones. «Teletrabajo desde la Caracola, me muevo por el norte y viajo de vez en cuando», explica. Su principal objetivo ahora es ayudar a otras personas a seguir «su propio camino y conectar con su esencia a través de una vida saludable». Diana está buscando un terreno para abrir, junto a su pareja, que es psicólogo, un centro de salud y bienestar «rodeado de bosque y mucho amor». «He podido seguir esta vida gracias a las personas que me rodean. El apoyo de mi familia ha sido fundamental. Me han dado la libertad de ser quien soy, de perseguir mis sueños sin presiones, sin tener que seguir un guion preestablecido», agradece plena y feliz, mientras acaricia a Lobito, que pasó un año en una jaula antes de encontrarse con ella y empezar su vida sobre ruedas.

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