Casi 50 litros de sangre
Son los que ha donado Miguel Ángel Oribe en los últimos treinta años. Hoy se celebra el Día Mundial de los Donantes de Sangre y recibirá un homenaje junto a Teresa San Martín y otros 43 vizcaínos que han alcanzado casi el centenar de extracciones. «Solo he dejado de donar cuando me operaron de las hernias y los meniscos»
Nerea Vieytez
Miércoles, 14 de junio 2017, 02:12
«En el 83, justo el año de las inundaciones, falleció mi padre. Estaba muy enfermo y necesitó varias transfusiones de sangre. Aquello me impresionó tanto que ese día decidí hacerme donante». Miguel Ángel Oribe, vecino de Orduña, lleva treinta de sus 61 años poniendo sus venas al servicio de los que lo necesitan. Cien donaciones, casi cincuenta litros de sangre. Lo que le coloca en la categoría de donantes de honor, una distinción que comparte con Teresa San Martín (Ugao-Miraballes, 58 años) y otros 41 vizcaínos. Todos han llegado a una cifra de entre 75 y 100 extracciones.
Si hubiese muchos donantes como Miguel Ángel o Teresa no se llegaría al verano con las reservas de sangre «justitas». «La gente se va de vacaciones y en agosto las donaciones se reducen hasta un 40%», explica Álvaro Larrea, presidente de la Asociación de Donantes de Bizkaia. Y advierte de la importancia de que la donación «sea regular y continuada porque las necesidades en los hospitales son las mismas todo el año».
Miguel Ángel, de hecho, lo tiene por rutina. Una más. Dona cada tres meses, que es la periodicidad aconsejable y en abril se subió de nuevo al autobús de Osakidetza que cada poco 'aparca' en la plaza de Orduña. «Si no hay nada que me lo impida seguiré haciéndolo hasta que me dejen. Solo dejé de donar cuando me operaron de dos hernias y de los meniscos». Le quedaron delicadas las rodillas, así que se ha tenido que olvidar del frontón: «Me encantaba ir a jugar».
Insiste Miguel Ángel en que donar una vez es importante pero no suficiente. «Yo me conciencié con lo de mi padre y tengo amigos de la cuadrilla que han donado sangre cuando han tenido un familiar o conocido enfermo, pero luego no lo han vuelto a hacer». Desde la Asociación de Donantes de Bizkaia insisten en que «cada cinco minutos, alguien necesita sangre en Euskadi». Y es vital «no solo en las urgencias, también para los trasplantes de órganos, intervenciones quirúrgicas, como una operación de cadera o de corazón, en tratamientos oncológicos o en las unidades de grandes quemados».
Hacen falta más donantes... y más jóvenes. Miguel Ángel confía en que sus dos hijos, que de momento no son donantes, algún día se animen. «Ahora no están motivados y no puedes obligar a nadie, pero ya les llegará, como me pasó a mi». Precisamente una de las causas del descenso en el volumen de donaciones es la falta de relevo generacional, recuerda Álvaro Larrea. «Hacemos campañas en centros universitarios y de Formación Profesional y el año pasado conseguimos 6.653 nuevos donantes, pero no es suficiente para suplir a todos los que por enfermedad o por edad ya no pueden donar».
Porque no pueden hacerlo los mayores de 65 años. A Miguel Ángel le faltan todavía cuatro, aunque en dos meses él 'cuelga las botas' y se jubilará como soldador en la empresa de fundición en la que ha trabajado toda la vida. Coincidirá precisamente con la próxima vez que le toque donar. «Siempre me avisan por carta porque no tengo móvil. Tiene mi mujer, Carmen, así que el que quiere contactar conmigo le llama a ella. A mí no me gustan las tecnologías». Lo suyo es la tranquilidad de la huerta que tiene en Orduña y donde pasa gran parte de su tiempo libre. Tampoco perdona la cita con la cuadrilla los fines de semana, «para tomar unos vinos y charlar un poco de todo». Solo le ha sacado del 'anonimato' esta circunstancia de donante de honor. Que incluye un homenaje en el paraninfo de la Universidad de Deusto esta tarde, coincidiendo con el Día Mundial del Donante de Sangre. Reconocerán a 41 donantes de honor y 243 grandes donantes. «Seguro que se me escapa alguna lágrima, aunque para mí es una cosa normal, no quiero ningún protagonismo. Me alegro de poder hacerlo».
«Solo hay que extender el brazo»
Teresa San Martín, que es otra de las homenajeadas, tampoco cree que lo que hace sea «nada extraordinario». Vive en Ugao-Miraballes desde hace 37 años, pero la primera vez que acudió a donar fue con 18, cuando residía en Llodio con su familia. «Cuando nació mi hermano pequeño, de diez que somos, a mi madre le hicieron transfusiones y yo pensé: 'Cuando sea mayor voy a donar'. Vi el autobús y me acerqué, pero me dijeron que no tenía el peso mínimo y me rechazaron». Pesar 50 kilos es uno de los requisitos indispensables para ser donante, junto a la edad -tener entre 18 y 65 años- y encontrarse bien física y psíquicamente.
Diez años después, ya casada y con su primera hija muy pequeña, lo intentó de nuevo en el autobús de Osakidetza. En esta ocasión el peso ya no era un impedimento para donar. Y desde aquel día han pasado treinta años, 77 extracciones y hasta un puesto directivo en la Asociación de Donantes de Sangre de Ugao-Miraballes, que preside desde el año 2000. Solo ha faltado a la cita con la unidad móvil cuando se quedó embarazada de su segunda hija y en alguna otra ocasión «por problemas de salud».
¿Qué se hace con la sangre?
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En el año 2016 se hicieron 86.142 extracciones en Euskadi. Una vez se extrae, se separan tres componentes de la sangre, cada uno de ellos con diferente fecha de caducidad. Los hematíes, por ejemplo, se conservan 42 días, las plaquetas 5 y el plasma dura hasta un año. Y cada uno de ellos tiene utilidades distintas. «Para una operación de cadera por ejemplo se requiere una transfusión de hematíes, los pacientes por tratamiento oncológico reciben plaquetas o hematíes y a la gente de unidad de grandes quemados se le administra plasma».
Teresa no dona sola y ha convencido a parte de la familia: «Un donante hace otro donante y seguido de mí se hicieron mis cuñados, mi suegra y también mi marido, pero él se mareaba. También mi hija mayor es donante, la pequeña aún no, le da miedo». No hay razón: «Basta con extender el brazo para ayudar a quien lo necesita». Y no, no duele, insiste. Aunque de esto hay que convencer a veces a la gente. «'¿Qué me van a hacer exactamente en la unidad móvil?', nos pregunta la gente. También cuánto tiempo les vamos a tener. Y resulta que cuando acaban te dicen: '¡Ah, ¿pero solo era esto? ¿Tan rápido?'», cuenta Álvaro Larrea. Otras veces las dudas tienen más que ver con el propio historial médico. «Hay mucha gente que no dona porque piensa que si ha pasado alguna enfermedad como la hepatitis o toma medicamentos no puede y en algunos casos no hay ningún impedimento. Lo que se debe hacer es consultarlo con el médico que hace la entrevista previa».
A Teresa, que acudió en abril por última vez, le han recomendado ir solo dos veces al año en vez de tres. «Nos cuidan mucho y si ven que estás más flojo te dicen que es mejor donar menos», cuenta Teresa. «Igual es porque últimamente estoy todo el día sin parar». Alegre y muy activa, trabaja como administrativa en la empresa familiar de mecanizados que ha sacado adelante junto a José Ramón, su marido. ¿Y el rato libre?. «Nos gusta mucho el bailoteo. Antes iba a zumba y ahora además de dedicarme a mi nieta, aprendo bailes de salón y sevillanas».