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Una segunda oportunidad para los vaqueros de Raquel
La ropa de segunda mano gana protagonismo en una sociedad cada vez más sensibilizada con la crisis climática y el medio ambiente, y necesitada de nuevos instrumentos de inserción social
La reutilización de la ropa ha dejado de ser una moda pasajera a imagen y semejanza de esos mercadillos que popularizó el Ejército de Salvación norteamericano, para convertirse en un signo de los tiempos. El cambio climático y la preocupación por la espiral desastrosa en la que está inmerso el medio ambiente, por un lado; y el afán solidario que guía nuevas fórmulas de inserción social para generar empleo estable entre personas en riesgo de exclusión, por otro, han alumbrado un movimiento que, particularmente en Bizkaia, goza cada día de más partidarios. Hablar de una segunda oportunidad para esas prendas que descartamos bien porque han pasado de moda, hemos engordado o, sencillamente, han sufrido un desgarrón, se ha convertido en la razón de ser de Koopera, la red de cooperativas de iniciativa social y empresas de inserción impulsada por Cáritas que dota de sentido a términos tan etéreos como 'economía circular' o 'residuo 0'. Una fórmula que tiene por objeto ahorrar recursos y que se nutre de ese intangible que es la generosidad.
Koopera tiene 32 tiendas repartidas por España –sólo en Bizkaia hay diez–, emplea a 550 personas y tiene 150.000 clientes. Su proyecto, a punto de cumplir 30 años, no se limita a buscar nuevo dueño a las prendas desechadas por un precio simbólico –cómo describir si no unos vaqueros por 3,99 euros o un bolso de marca por 11–; también desarrolla proyectos de reciclaje con aquellos artículos cuyo deterioro impide dar una respuesta digna a las necesidades de nadie, reconvirtiéndose así en aislantes para la construcción o alfombrillas para coches.
De las 10.000 toneladas de ropa recogidas el año pasado en la planta de tratamiento de Mungia –hay otra en Valencia–, el 60% tuvo esa 'segunda oportunidad' que ejemplifican los vaqueros que han servido de hilo conductor a esta historia. Volvieron a una tienda, en este caso la de Fernández del Campo de la capital vizcaína, para cambiar de manos por menos de lo que cuestan dos docenas de huevos. Y lo que también es importante, ahora que la mitad del planeta se golpea el pecho en la Cumbre de Madrid: su puesta en circulación no significó ni un solo litro de agua y ahorró la emisión a la atmósfera de CO2. ¿Alguien da más?
EN CIFRAS
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550 personas, 360 de ellas en el País Vasco, emplea Koopera, más de la mitad con perfiles de inclusión.
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32 tiendas Koopera en España, 18 en Euskadi. Le siguen Valencia (5), Castellón y Asturias (ambas con dos).
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13.000 toneladas de materiales reutilizables pasan por las instalaciones de Koopera en Mungia al cabo del año, en su mayor parte productos textiles.
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En casa de la donante
«Dono dos veces al año, con cada cambio de temporada»
A Raquel Rochas, bilbaína de adopción y 71 años llevados con el desenfado de una 'teenager', no le cuesta hacer expurgos en su fondo de armario, tal vez porque la vida le ha enseñado que compartir es un buen modo de dar a las cosas –y a las personas– una «segunda oportunidad». A esta profesora jubilada es habitual verla lo mismo acompañando a enfermos que echando una mano en el comedor social de Manuel Allende, siempre con una sonrisa en la boca, como si las regalara. Ojo, no es ninguna mística. Dos veces al año, «cada cambio de temporada», colabora con Koopera llevándoles ropa, «a menudo para hacer sitio», desliza con una carcajada. «Lo bajo al contenedor que hay en Escolapios. Pantalones, camisas, jerseys, trincheras... Cuando vuelvo de La Seca –el pueblo de Valladolid donde cultiva sus raíces–, me traigo lo de toda la familia. Y si hay algo de firma, lo entrego directamente en la tienda de Fernández del Campo». Es fácil imaginarla en plan 'ya viene la tía, a hacer limpieza'.
«Pero, ¿ya sirve de algo?», le preguntan en casa. «Todo se aprovecha –contesta ella–, hasta lo que se recicla. No hay más que echar un vistazo a internet: trueque, segunda mano... ahora que se habla tanto del cambio climático y de que hay que aprovechar mejor los recursos... ¡esta es la fórmula perfecta! Soy la primera que ya no acepta plástico. Y no soy la única, ¡ojo!». Raquel ha decidido esta vez desprenderse de unos vaqueros. 70% algodón, 28% poliéster. «Compré estos en la tienda Caché Moda, de Ercilla, hace ya un tiempo y le pueden venir bien a otra». No se hable más. Agarra una bolsa, introduce también un jersey «por aquello de aprovechar el viaje» y sale a la calle, rumbo a Elcano, donde el camión de la recogida pasa a diario.
Llueve a cántaros, pero eso a Raquel no la detiene. Está depositando la bolsa en el contenedor cuando ve aparecer el camión de la recogida de Koopera, uno de los cuatro que funcionan en Bizkaia. A bordo Patxi Astobieta y Óscar Reyes, al pie del cañón desde antes de que rayara el alba. Llevan una mañana que no paran: la ruta que siguen tiene 56 puntos de recogida, «de punta a punta, desde Santutxu hasta Zorroza. Bilbao se hace todos los días; Barakaldo o Getxo, los lunes, miércoles y viernes; las localidades más pequeñas, un par de veces por semana». No hay tiempo que perder, porque hasta el último retal cuenta.
El pantalón de Raquel va bien acompañado. «Los lunes son de abrigo, pero además acabamos de pasar un puente y eso se nota». Desde su puesto en primera línea coinciden en que la gente es solidaria, «y más por estas fechas». Aunque haya compañeros que se han llevado alguna sorpresita, como que te metan en el contenedor blanco de 'Reutilizables' bolsas de basura o directamente restos orgánicos. El camión, un Iveco capaz de devorar más de seis toneladas de ropa por viaje, completa su particular vía crucis entre semáforos y coches aparcados en doble fila. «Es el problema de moverte por la ciudad», dicen con resignación.
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La planta de tratamiento de Mungia
Baño de ozono durante 8 horas para acabar con los gérmenes
El turno de Patxi y Óscar acaba a las dos de la tarde y es una hora antes cuando arriban a la planta que Koopera tiene en Mungia. El camión, previo paso por la báscula, deposita allí el fruto de la jornada, una maraña gigantesca de prendas, libros, juguetes, calzado, complementos, videojuegos... Muntaga, un chicarrón de casi dos metros, hace una primera 'limpia' y arroja al foso sólo artículos textiles, que son después conducidos por una cinta transportadora hasta los silos donde se almacenan según origen. Pontevedra, Asturias, Cantabria, País Vasco... Llega ropa hasta de Guadalajara. Y eso aquí, en el norte, porque en Valencia Koopera cuenta con otra planta que cubre todo el arco mediterráneo.
La de Mungia es una planta de tratamiento automatizada, donde la clasificación del textil se hace por reconocimiento de voz. Sólo en Bizkaia, 300 personas trabajan en esta nave, mientras que en las tiendas hay otras 40, entre socios y trabajadores. Por sus manos pasan 10.000 kilos de artículos usados al día, 13.000 toneladas al año, la inmensa mayoría prendas de particulares.
El suministro alimenta las tolvas donde comienza el proceso de clasificación. Por calidad, por tipo de prenda, temporada, si es para hombre o mujer... Yacine ocupa uno de los doce puestos que distribuyen la ropa por 38 bocas o 'sopladores' a unas jaulas donde se amontona el género acorde a los pedidos de las tiendas. Los vaqueros de Raquel apenas están unos segundos en la mesa de Yacine, que decide su destino a través de un micrófono. En dos minutos, esa prenda la recibe Rebeca en la zona de 'picking' –recogida–, donde la ordena, empercha y etiqueta. «Si la tienda de Ermua necesita reponer existencias, aquí se prepara su pedido, y lo mismo pasa con la ropa de abrigo que demandan en Durango o los pantalones que reclaman desde Vigo», explica Mari Luz, responsable de calidad. Mientras, los 'burros' –percheros– inician su baile sincopado a varios metros del suelo, y Andrea y Fernanda separan una partida de calzado que ha llegado mezclada con cinturones.
El último paso es la higienización del producto, no confundir con la limpieza a secas, porque en la nave de Mungia toda la ropa se somete a un tratamiento con ozono similar al seguido en quirófanos y hospitales. El proceso se lleva a cabo en una cámara cerrada, donde las jaulas y percheros llenos de ropa permanecen durante ocho horas y de la que salen libres de bacterias y gérmenes. Y de ahí al camión, para el reparto que les llevará de vuelta a una tienda donde tendrán una segunda vida.
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La tienda donde todo vuelve a empezar
«Cualquiera puede salir vestido de arriba a abajo por menos de 35 euros»
¿Quién iba a decir que la antiguas cocheras de los tranvías a caballos fueran a convertirse en una tienda de segunda mano? Es lo que ha pasado con el 'Merkatu' que Koopera gestiona en Fernández del Campo, el 'buque insignia' de una red que en Bizkaia llega a Barakaldo, Getxo, Ermua, Portugalete, Galdakao o Durango. Sólo en Bilbao hay tres tiendas –las otras dos, en Tendería y Blas de Otero–. Fanny es la encargada. Recibe de Mungia tres pedidos a la semana, cada uno de 1.200 prendas. Eso lo que es perchero en exposición, porque luego está la ropa de mesa, la de cama y todo tipo de complementos, desde cinturones hasta bolsos.
«¿Qué puedo decir? La gente es muy generosa. He llegado a recibir cajitas por correo certificado con ropita muy usada, pero debidamente lavada y planchada. Se nota el valor que tenía para su dueño, el cariño con que lo ha donado». Fanny cuenta con 25 voluntarios de Cáritas, pero también personal por cuenta ajena, alumnos de prácticas de La Inmaculada o Peñascal, centros de la órbita de Lanbide como Gaztaroa... Trabaja con los juzgados –«por aquí han pasado hasta empresarios que tenían que hacer horas en beneficio de la comunidad por acumular multas de tráfico», detalla la encargada. Y, por supuesto, gente de inserción, «a la que se forma en un proceso que puede durar 3 años para que luego dé el salto al mercado laboral ordinario».
Cuando los vaqueros de Raquel entran por la puerta van al almacén para su clasificación, emperchado y etiquetado. También para colocarle una alarma antirrobo, «no importa lo barato que salga comprarlo –advierte Javier, uno de los empleados–, siempre hay alguien que no se puede resistir», explica mientras Eduardo alterna la caja con la clasificación del calzado y Julen lo dispone todo con garbo. Vintage, zona VIP, ropa para toda la familia (el 70% es de mujer, como lo son también las donantes). También se hacen entregas sociales de ropa a Cáritas, servicios sociales del Ayuntamiento, acogidas o albergues. «Antes iban a la parroquia y se llevaban lo que les tocaba, aquí se dignifica el proceso: vienen con un vale y adquieren lo que les gusta». Hablamos de más de 10.000 entregas al año.
«La clave de nuestro éxito no sólo está en el precio –una persona puede salir de aquí vestida de arriba a abajo por 35 euros–, también en la rotación del género. Ninguna prenda pasa más de 40 días en la tienda», describe Fanny, que se enfrenta estos días al mayor desafío del año. «La ropa de abrigo deja más margen que unos niquis». Los jeans que nos han acompañado durante este viaje no tardan en encontrar destino. Eduardo se los vende a Eloísa por 3,99 euros. Misión cumplida.
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