La agricultura urbana y la primavera sin flores
La presunta victoria electoral de Podemos en Euskadi nos hace ser pesimistas sobre la capacidad de esta disciplina para saciar el apetito de los vascos
Si usted, sufrido lector, vive en una casa sin balcón, ya puede ir cambiando de casa o de país. El motivo de la mudanza no ... es otro que la debacle de la sociedad capitalista que Podemos nos augura a corto plazo. En Venezuela han logrado liquidar los restos del neoliberalismo y lo han hecho conducidos por el economista Alfredo Serrano Mancilla, asesor áulico del presidente Maduro, que afirma haber superado el estadio neoliberal tras instaurar el socialismo bolivariano. Una de las columnas de este singular socialismo bolivariano lo constituye la agricultura urbana que según el mencionado Serrano «ha venido para quedarse como centralidad económica y potente instrumento político para esta nueva etapa». La agricultura urbana además «apela a la épica productiva conectando el esfuerzo individual de los sujetos más diversos con un proyecto colectivo nacional» y no solo eso sino que «delinea la morfología de las nuevas ciudades productivas que requiere esta nueva etapa». Estas y muchas otras virtudes posee la agricultura urbana que, según Serrano, arroja sus primeros frutos en los balcones y terrazas de Caracas, marcando el rumbo de la Agenda Económica Bolivariana proclamada por Maduro bajo la inspirada mirada de su economista más influyente.
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El poderoso economista Serrano Mancilla pertenece al grupo de asesores de Podemos que inspiraron primero al comandante Chávez y a su sucesor Maduro después. Más allá de las lucrativas asesorías que Monedero y otros fundadores de Podemos obtuvieron de la Revolución bolivariana, sorprende el crédito que personajes como Serrano Mancilla merecen a las más altas esferas económicas y políticas de Venezuela. Concretamente, el mencionado economista no se recata de alardear sobre su influjo en Venezuela y basta asomarse a Internet para percibir por sus propios escritos la desmesura que supone el influjo de los politólogos españoles sobre el desgraciado pueblo venezolano. Es cierto que la coyuntura mundial que ha inducido la caída de los precios del petróleo es la principal causa de la quiebra económica de Venezuela, pero la quiebra no hubiera alcanzado su apogeo sin la esperpéntica tutela que los ideólogos, pertenecientes a la constelación de Iglesias, han ejercido sobre la política venezolana. Si Serrano Mancilla se atreve a hablar de la liquidación del estadio neoliberal en Venezuela es porque, en efecto, el sistema económico ha quebrado por implosión, conducido por aprendices de brujo que no han vacilado en arruinar la economía venezolana en nombre de supuestas ventajas del modelo socialista bolivariano. De la importancia del influjo de Serrano Montilla en la política bolivariana nos da una idea el hecho de su asistencia al encuentro entre Maduro y Santos para abrir la frontera de Venezuela con Colombia. Una frontera que más allá de un linde nacional se había convertido en cárcel para el pueblo hambriento de Venezuela. En efecto, con la superación del sistema neoliberal en Venezuela comenzó faltando un elemento tan pequeño-burgués como el papel higiénico para terminar faltando desde aspirinas hasta el pan de cada día. El socialismo bolivariano tiene el dudoso mérito de condenar a la hambruna al país potencialmente más rico de Sudamérica. Esa es, en todo caso, la herencia que dejan los asesores bolivarianos asimilados a Podemos. Es por todo esto por lo que la presunta victoria electoral de Podemos en Euskadi nos hace ser pesimistas sobre la capacidad de la agricultura urbana para saciar el apetito de los vascos.
La personalidad y la trayectoria de la candidata a lehendakari de Podemos despiertan una sincera simpatía a la que no soy ajeno, pero es inevitable el que su eventual triunfo nos llene de zozobra y preocupación; no por su calidad democrática ni por su encanto personal, pero sí por la alargada sombra de quienes han llevado a Venezuela a la quiebra y ostentan el poder en las ciudades españolas que comienzan a ser paradigmas del sectarismo y de la mala gestión.
Por otra parte, el tema de la agricultura urbana nos lleva a preguntarnos sobre el origen de tan singular iniciativa, y uno no puede menos que acordarse de aquellas huertas urbanas y ecológicas que EH-Bildu quiso implementar en su breve reinado guipuzcoano. Aquella original iniciativa, junto a la deslumbrante idea de encargar a las ovejas el cuidado y siega de nuestros jardines, nos lleva a sospechar el efecto contagioso del furor ecologista abertzale en el pensamiento creativo de Nicolás Maduro y sus secuaces. El nacionalismo vasco siempre ha tenido debilidad por el modelo agrícola de crecimiento. La última idea en este sentido la ha esgrimido el candidato de Bildu a lehendakari cuando ha esgrimido la posibilidad de una primavera sin flores. Es esta una idea que no acabamos de entender ya que una primavera sin flores equivale a un verano sin frutos, un otoño sin sidra y un invierno sin nada que llevarse a la boca. Sorprende, además, el hecho de que la izquierda abertzale se identifique con la dulce primavera cuando su trayectoria sugiere el mas adusto y frío invierno. La primavera es la metáfora del tiempo nuevo que se inicia y es también la imagen de la pureza y de la alegría que magistralmente imaginaron Boticelli o Vivaldi. Mientras el candidato de Bildu no asuma su responsabilidad política en el despliegue y la duración del terrorismo de ETA está inhabilitado para reivindicar la primavera; tan solo podrá, en todo caso, reclamar el dudoso mérito de haber dejado a la primavera sin flores.
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Puestas así las cosas, entre la agricultura vertical bolivariana de unos y la primavera sin flores de otros, uno no deja de contemplar el triunfo de Urkullu como un mal menor. Al menos no tendremos que cultivar las alubias de Tolosa y los pimientos de Gernika en nuestros balcones.
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