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Parejas participantes en el viaje de 1964, en la playa. Quico Pérez Bayona/Archivo Municipal de Benidorm
Operación B-B: aquellos autobuses que llevaban recién casados de Bilbao a Benidorm

Operación B-B: aquellos autobuses que llevaban recién casados de Bilbao a Benidorm

Hace seis décadas un plan pionero organizó una luna de miel en la Costa Blanca para 110 parejas vizcaínas que se casaban en la misma fecha

Sábado, 26 de abril 2025, 00:57

Todo en la Operación B-B suena a eso que se suele llamar españolada, a una de aquellas películas con las que el desarrollismo franquista exaltaba los valores turísticos y el supuesto talante bonachón del país. Pero fue real, claro, y la protagonizaron ciento diez matrimonios de Bizkaia. El nombre, como de misión de espionaje, viene de las iniciales de las dos villas implicadas (Bilbao y Benidorm), pero también tiene ese doble sentido picarón de sugerir que, muy probablemente, en su transcurso se iba a 'hacer' algún bebé. Porque la idea, a la vez extravagante y sencillísima, era llevarse de luna de miel colectiva a decenas de parejas vizcaínas casadas el mismo día y establecer así un vínculo duradero entre las dos ciudades. Hoy, seis décadas después, el pretendido vínculo existe y Benidorm tiene hasta batzoki, así que seguramente la operación fue un éxito.

Detrás de la iniciativa está un hombre singular. Pedro Zaragoza, el alcalde de Benidorm entre 1950 y 1966, fue el responsable de levantar un imperio turístico sobre lo que solo era un pueblo de pescadores. Su anécdota más conocida es la del bikini: en 1953 permitió su uso en las playas de la localidad y se ganó una denuncia de la Guardia Civil y un agrio enfrentamiento con el arzobispo (Marcelino Olaechea, que era de Barakaldo), pero se subió en su Vespa, viajó hasta Madrid, se plantó en el palacio de El Pardo y logró que el dictador le concediese el permiso necesario. Zaragoza fue el impulsor del Festival de la Canción de Benidorm, pero también emprendía planes mucho más originales, como el de traerse a una familia lapona vestida con su traje típico o el de enviar a los países nórdicos ramas floridas de almendro, para hacerles soñar con la primavera y darles ganas de viajar.

En Bizkaia no hace tanto frío como en Estocolmo, pero a Zaragoza no se le escapaba que sí se padecía cierta falta de sol. Tras recabar la necesaria complicidad del Ayuntamiento bilbaíno y la Caja de Ahorros Vizcaína, su plan de acción arrancó con unas Jornadas de Benidorm en Bilbao que se celebraron en enero de 1964, a las que la delegación benidormense se presentó en una caravana de coches bien cargados de 'merchandising' y arroz para regalar. Los autobuses urbanos de Bilbao lucieron el eslogan de la localidad alicantina: «El sol pasa el invierno en Benidorm y la brisa, el verano». Aquella prometedora hermandad también tuvo su reflejo en el callejero. Benidorm bautizó a finales de 1964 su Avenida de Bilbao, además de donar a los nuevos amigos vascos una imagen de su Virgen, Nuestra Señora del Naufragio. «Benidorm, sencillamente, y quiero decirlo así, es el pulmón de Bilbao», ensalzó en aquel acto el alcalde de la capital vizcaína, Javier de Ybarra, que pronto devolvió el detalle y puso a dos calles de Deusto los nombres de Benidorm y Mar Mediterráneo. «Aunque no he encontrado sol, sí he encontrado calor en sus corazones», agradeció entonces Zaragoza, que sabía insistir en los conceptos clave. Se llevó también una imagen de la Virgen de Begoña, una txapela y un paraguas.

Uno de los autobuses de 1965. Quico Pérez Bayona y Simeón Nogueroles/Archivo Municipal de Benidorm

Pero la guinda del pastel fue la Operación B-B, que sobre el papel era todavía más ambiciosa: el planteamiento de partida consistía en casar simultáneamente a 150 parejas en la basílica de Begoña y trasladarlas en autocares a Benidorm. Pero, al final, las parejas fueron 60 y en la boda colectiva del 2 de mayo de 1964 solo participaron seis, porque el resto prefirió quedarse en sus iglesias o incluso casarse la víspera. Después, los 120 recién casados embarcaron en los buses para su luna de miel de doce días, que incluía escalas en Madrid y otros lugares y una estancia de una semana en Benidorm. Les salía por cinco mil pesetas (a mitad de precio, según calculaba la prensa) y, además, iba a estar repleta de planes especiales, que no habrían podido permitirse en un viaje de novios convencional.

«Para ellos fue mágico»

«Cuando llegaron los autobuses, Pedro Zaragoza los recibió personalmente en el hotel Bilbaíno, les dio la mano uno a uno y les invitó a cenar. Los vascos empezaron a cantar, las canciones típicas, y al alcalde se le veía entusiasmado: ¡esa felicidad era lo que él buscaba! Sabía que estaba haciendo historia. Aquellos vizcaínos fueron algo así como el bebé probeta, nunca mejor dicho, del posterior turismo organizado en autobuses. Para ellos fue mágico: eran recién casados, posiblemente nunca habían pasado una noche juntos con sábanas, y en las habitaciones se encontraban una canastilla para el futuro bebé», repasa el etnógrafo Iñaki García Uribe, que ha estudiado a fondo la presencia vasca en la Costa Blanca. ¿Y se justificó el nombre, hubo vizcainitos concebidos allí? «Por lo menos sé de tres».

Pedro Zaragoza, el alcalde al que se le ocurrió la idea. Quico Pérez Bayona y Simeón Nogueroles/Archivo Municipal de Benidorm

El boletín del Ayuntamiento de Benidorm recogió con detalle los agasajos que se brindaron a los maravillados visitantes: un cóctel en el Gran Hotel Delfín, un tour guiado por Benidorm («en el cual el simpático chófer de Viajes Ecuador, Ángel, hizo gala de un magnífico dominio de su enorme pullman, realizando maniobras inverosímiles mientras en el tocadiscos del coche sonaban las canciones de nuestro festival», se admiraba el cronista), excursiones a Castell de Guadalest, Callosa y Fuentes del Algar, visita a la Isla de los Enamorados, almuerzo típico de arroz a banda con alioli, gran verbena con grupo folclórico, velada en la sala de fiestas El Alcázar, consumición en el Whisky a Go-Gó... «La noche antes de la partida, quisieron los vizcaínos demostrar su simpatía organizando una manifestación en la que varias pancartas pregonaban su agradecimiento por la acogida», relata el boletín. La experiencia se repitió al año siguiente, 1965, con otras 50 parejas que fueron recibidas con tracas, pasodobles y la guardia urbana vestida de gala. A la vuelta, los novios contaban con asombro que hasta les habían hecho descuento en los estancos.

El vínculo entre Bilbao y Benidorm no fue el único que se fortaleció aquellos días, ya que entre algunas de las parejas que participaron quedó una duradera relación de amistad. «En 1989, por los veinticinco años, alguno de ellos lo movió y unos cuantos volvieron a Benidorm, invitados. Recuerdo que mi madre, como le gustaba hablar, salió en la radio. Y también invitaron a Pedro Zaragoza a venir y estuvieron comiendo con él en Balmaseda. Muchas parejas siguieron juntándose un montón de años, quedaban para hacer comidas e incluso se iban juntas de vacaciones», evoca el baracaldés Iñaki García de la Dehesa, hijo de uno de aquellos matrimonios de 1964. La pregunta es obligada: ¿acaso es él uno de esos bebés 'made in Benidorm'? «Noooo, qué va, yo nací quince meses después».

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