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El accidente más grave de la historia en Euskadi

18 personas murieron abrasadas al colisionar en cadena una veintena de coches cegados por la niebla en la A-8 en Amorebieta en 1991

Miércoles, 7 de noviembre 2018, 00:39

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Han pasado 26 años, pero en la mente de los supervivientes aún resuenan los gritos de las personas que quedaron atrapadas en la montaña de coches en llamas que se formó en mitad de la autopista A-8. «¡Sacadme de aquí, me estoy quemando!», rogaban. Ocurrió un 6 de diciembre de 1991 en pleno puente de la Constitución. Entonces, estaban de moda los viajes exprés de compras a Francia. Muchos de los afectados se dirigían al país vecino. Eran aproximadamente las 10.40 horas cuando una densa niebla se posó sobre la Bilbao-Behobia. A la altura de Amorebieta, en el kilómetro 102 los conductores se quedaron sin visibilidad, alguno debió de frenar y fueron colisionando 25 vehículos siguiendo un efecto dominó. De inmediato, se produjo un incendio en aquella mole de chatarra, en la que quedaron atrapados muchos de los ocupantes. Las llamas derritieron motores y matrículas y devoraron a las personas. Fue el accidente de tráfico más grave de la historia del País Vasco.

El tapón en la autopista desencadenó un monumental atasco, que complicó las labores de extinción y rescate de las víctimas, ya que los servicios de emergencia no podían llegar hasta el punto del siniestro. Posteriormente, también resultó ardua la labor de identificación de los cadáveres, algunos reducidos al esqueleto, por parte de los forenses. En el lugar fallecieron 17 personas y una mujer pereció después en el hospital. La telefonía móvil no existía y se generó una gran psicosis entre los que temían que sus familiares hubieran muerto en el siniestro.

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«Fue un infierno, todo ardiendo... Eso es difícil de olvidar», explicaba a este periódico un matrimonio de Balmaseda que salvó la vida en el 20 aniversario de la tragedia. «Íbamos charlando y, de repente, se formó una niebla densa, no se veía al de delante a menos de 20 metros y empezamos a sentir golpes por todos lados. Por arriba, por abajo... Fue tremendo, no sabíamos lo que estaba pasando, yo creía que me caía al vacío. Entonces, se escucharon explosiones y empezó a arder la parte trasera del coche, donde estaba el depósito de gasolina», explica la mujer. Su marido había quedado atrapado por una pierna en el coche y le animó a que saliera del coche en busca de ayuda. «Fui saltando coches hasta que llegué a la cuneta, donde había una chica y un chico muerto en el suelo». Ella prefiere verbalizar el trauma, mientras el hombre «se quedó como mudo», rememorar el momento le sentaba mal. Sobrevivieron, pero les quedó «una cicatriz en el alma».

«Era de los pocos que tenía móvil y se formó cola para llamar a la familia»

Luis Calabor

«Fue un sábado, me pegué una buena carrera, la autopista estaba cortada, me dejaron pasar. En la caravana me encontré con mi padre y con mi hermana que iban a Francia. Había fuego, humo, gente tirada en el suelo, olor a carne quemada, era dantesco. Entonces, no había móviles, yo tenía uno que pesaba cinco kilos y lo llevaba en el coche. Nadie podía comunicarse, se generó una alarma social inmensa. 'Déjame llamar, por favor', me pedían los supervivientes. Se formó una cola junto al coche para llamar a las familias. Hubo gente que llegó andando hasta el sitio».

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