Los mayores de 50 concentran siete de cada diez licencias de armas en Bizkaia

El capitán jefe de la Intervención de Armas y Explosivos de la Comandancia de la Guardia Civil de Bizkaia, Óscar Güemes, tiene claro que el descenso corresponde, sobre todo, a la pérdida de adeptos a la caza. Y le resulta curioso que Euskadi sea «una de las zonas donde más armas se fabrican» –no es casualidad que el único banco nacional de pruebas e inutilización de armas esté en Eibar– pero a su vez sea uno de los lugares con mayor «cultura no armamentística y ecologista». Y razón no le falta. En Bizkaia, por ejemplo, el 2,19% de la población tiene licencia; en Cáceres, por poner un ejemplo, asciende hasta el 7,91%.

Hace una década, calcula, había en torno a «34.000» permisos en el territorio. Desde entonces, se ha registrado un descenso superior al 25%. Y no existe relevo. Apenas hay en vigor 31 autorizaciones especiales para menores de edad. Lo que está ganando adeptos en los últimos años es el tiro olímpico o deportivo, con 1.280 licencias. «Van el sábado o el domingo a algún campo de tiro, le cogen afición y se federan para competir», explica Güemes, que asegura que «en Bizkaia» hay «varios campeones mundiales».

Por detrás están los 1.138 permisos correspondientes al personal de vigilancia y seguridad, autorizaciones que solo tienen validez durante la prestación de ese servicio. Y también hay otros 383 vizcaínos con licencia de arma de fuego corta «para la defensa personal». Recuerda el capitán que este tipo de permiso era más habitual cuando ETA estaba en activo. En la actualidad, corresponden sobre todo a «policías retirados, en reserva o excedencia» cuya «integridad se ve amenazada». «Eso hay que justificarlo debidamente; tiene que haber una amenaza concreta contra esa persona», puntualiza. También pueden encontrarse en Bizkaia 39 ballestas , 68 armas de alarma y pistolas lanzabengalas y dos de inyección anestésica para animales.

En la Intervención, que también supervisa las trece armerías y los cuatro campos de tiro del territorio, se encargan de controlar esas armas y de conceder los permisos, revisarlos –tienen una vigencia de cinco años– y, en caso de que sea necesario, revocarlos. «Las licencias, por regla general, son restrictivas», sostiene el capitán, que puntualiza que retiran «entre 50 y 70 al año».

Las quitan –y requisan el arma– de manera cautelar cuando una persona comete «un delito violento». Pero también por cuestiones vinculadas a la «conducta». Puede, por ejemplo, que una persona no cometa un delito, pero sí «una reiteración de infracciones, como alcoholemias positivas, drogas, protagonizar altercados continuos...». «No es un delincuente, pero en sus manos un arma puede resultar peligrosa», continúa.

– Cuando alguien fallece o no renueva la licencia, ¿qué pasa con sus armas?

– Se puede transferir la propiedad a alguien con licencia. Si no, hay que entregarla a la Guardia Civil, que las tiene un año en depósito hasta que deciden qué hacer con ella. Algunas personas quieren conservarla, y para eso hay que inutilizarla. Se puede hacer una armería y lo certifica el Banco Oficial de Pruebas, que está en Eibar, pero entre una cosa y otra cuesta más de 200 euros y hay quien no lo hace. Si no las reclaman, con previo aviso, pasan a ser achatarrables. Este año ya llevamos unas 2.000 achatarradas.