500 páginas recuperan la memoria histórica de Sopela hasta el franquismo
El reconocido historiador Koldo Somokueto presentó ayer su trabajo de investigación en el que recorre el pasado de la ciudad de 1890 a 1950
«No ha sido fácil recabar 60 años de historia y menos con la intensidad de esta época. Si indagas, Sopela abarca tanto que es ... difícil de exprimirlo todo», reconoció ayer el historiador urduliztarra Koldo Somokueto durante la presentación del proyecto académico que él mismo ha dirigido en la colaboración del Ayuntamiento local. Dos años de exhaustivo trabajo de documentación e investigación han llevado a Somokueto a recuperar la memoria histórica del municipio a través de una retrospectiva de lo que era su «vida política, socioeconómica, lingüística y cotidiana» de Sopela desde 1890 a 1950, es decir, de la Restauración a la primera etapa del franquismo. Más de 500 páginas de recuerdos que se convertirán próximamente en un libro, editado en euskera y castellano.
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El proyecto, supervisado por el catedrático de la UPV Ludger Mees, repasa hitos nunca antes documentados en un mismo tomo, así como el auge del turismo, la llegada de refugiados a partir de 1936, el racionamiento de los alimentos, el papel de la mujer en la política o la represión.
1893
La llegada del ferrocarril
«El tren convirtió Sopela en un gran atractivo turístico»
A finales del siglo XIX, Sopela se convirtió en un atractivo turístico para los vizcaínos. La llegada del ferrocarril en 1893, que facilitó la conexión entre el Gran Bilbao y los municipios de la costa, empujó a muchos vecinos de otras localidades a viajar hasta Sopela los fines de semana y festivos para disfrutar de sus extensas playas. De hecho, Somokueto revela en su publicación que el nudismo ya era una realidad en 1922, aunque «solo a primera hora de la mañana». También que dos años después, los negocios de hostelería aprovecharon la Prensa para promocionarse con anuncios. Por otro lado, el tren facilitó a los residentes trabajar en las industrias instaladas en la ría. «Las mujeres encargadas de la venta del producto agrícola también se vieron beneficiadas de este nuevo medio de transporte al poder acudir a otros mercados», añadió Somokueto en la conferencia.
1933
Primeras elecciones
«Se pudo votar antes que en el resto de localidades»
Somokueto explicó en su intervención que Sopela fue una de las primeras localidades en las que los vecinos pudieron votar. Concretamente fue en las elecciones municipales de abril de 1933, junto a Berango y Urduliz, mientras que el conjunto del territorio tuvo que esperar al Referéndum del Estatuto Vasco del 5 de noviembre de 1933. Asimismo, resaltó el trabajo realizado por Concordia Mora, una de las primeras mujeres que se puso al frente del Ayuntamiento entre enero y mayo de ese mismo año. «No hay un caso similar en el resto de municipios de la zona», detalló. El historiador hizo especial hincapié, a su vez, en los momentos de tensión vividos en la comarca entre republicanos y nacionalistas vascos.
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1936
El rol de la mujer
«La mayoría de vecinas eran baserritarras o amas de casa»
Reconocer el papel de las mujeres ha sido uno de los principales objetivos del historiador en su trabajo. «Desgraciadamente la documentación está ocupada por hombres», destacó Somokueto. Entre los aspectos más novedosos resaltó sus profesiones, consultadas en los censos electorales elaborados durante la Segunda República. «La mayoría de ellas figuran como baserritarras o amas de casa, aunque sabemos por las guías comerciales que también había costureras e incluso que una de ellas, en 1936, regentó el estanco del pueblo». Asimismo, habló sobre su resistencia durante la época franquista, como por ejemplo, el acto de Antonia Eguskiza, quien en 1938 fue sancionada por el jefe de la Falange en una fiesta «por no hacer el saludo oficial mientras se escuchaba el himno nacional».
1948
Revuelta por un sacerdote
«Los vecinos amenazaron con no volver a la iglesia»
La investigación saca a la luz cómo el sacerdote Tomás Bustinza fue el encargado de reconciliar al pueblo de Sopela con la Iglesia en 1948, después de que muchos vecinos dejasen de ir por razones políticas. Sin embargo, su traslado a Derio produjo un gran revuelo de la población, que incluso amenazó al régimen con no volver a ir a misa, destruir el coro de la parroquia e incluso recogieron firmas para que Bustinza se quedara en la localidad. «Fue una de las primeras revueltas populares que se documentaron después de la conocida huelga de 1942», señaló ayer el experto.
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