Más estudiantes extranjeros que nunca en Euskadi
Casi 6.000 estudiantes internacionales han escogido las universidades vascas para formarse este año. Entrevistamos a once de ellos para analizar este auge y entender por qué el País Vasco aún no aprovecha todo su potencial
Justin Andersen, estudiante canadiense de 21 años, reconoce que no investigó mucho antes de poner a Bilbao como segunda opción en su solicitud para participar en el programa de movilidad Erasmus. «Lisboa era mi destino preferido. Buscaba algún lugar cálido, tropical, y pensé que Bilbao se ajustaría a los estereotipos de España», afirma. Habla encogido mientras un fuerte aguacero riega los aledaños de la Universidad de Deusto. Por si fuese poco, aterrizó en la capital vizcaína un domingo a las 10 de la mañana pensando que podría comprar fácilmente todos los elementos básicos para su estancia. «Es evidente que me confundí. Estaba todo cerrado», ríe.
Eso sí, Andersen asegura que no se arrepiente: «Me está sorprendiendo todo muy gratamente». A su lado, la japonesa Arisa Kanehara y la turca Sevval Ayan asienten con entusiasmo. Y no son los únicas. Nunca antes había recibido Euskadi tantos estudiantes extranjeros. Las universidades vascas afirman haber roto este curso todos los récords.
La que mayor número acoge, la Universidad del País Vasco (UPV) tiene matriculados 4.383 alumnos internacionales en sus diferentes títulos. La mayoría cursa estudios de grado (2.050), mientras que 759 han llegado a través de los diferentes programas de movilidad (504 de Erasmus, 206 de América Latina, y 49 de Otros Destinos) y los 1.574 restantes pertenecen a másteres (848) y doctorados (726).
Aunque aún no tiene los datos oficiales definitivos, la Universidad de Deusto confirma la tendencia. El año pasado dio la bienvenida a 930 estudiantes internacionales de los programas de movilidad y este año superará el millar. Solo en el último lustro ha recibido al 25% de todos los alumnos extranjeros de su historia, y el curso pasado en sus aulas se sentaron hombres y mujeres de nada menos que 77 nacionalidades diferentes. En el caso de los estudios oficiales, la mayoría llegó atraída por los programas de posgrado.
Finalmente, Mondragon Unibertsitatea consolida también las cifras de récord. El curso pasado 535 estudiantes internacionales se matricularon en sus estudios de grado, másteres universitarios y títulos propios. Otros 99 participaron en los programas de intercambio. Así, el total en las tres universidades vascas se acerca ya a los 6.000.
En cualquier caso, Euskadi está aún lejos de explotar todo su potencial como destino universitario. Atrae en torno al 2% de todos los extranjeros que se matriculan en instituciones educativas españolas y los alumnos foráneos suponen solo el 3% de los estudiantes de grado, la mitad de la media nacional. Eso sí, es un porcentaje que crece en programas de máster y doctorado.
Sevval Ayan Turquía – Ingeniería de Diseño Industrial y grado
«Quiero aprender a ser adulta»
Bilbao era la última opción en la lista de destinos que la turca Sevval Ayan había elegido para su programa de movilidad universitaria, y nunca pensó que acabaría conociéndola. Antes había localidades de Países Bajos, Reino Unido e Italia. Pero sus calificaciones la trajeron a Euskadi. «Solo sabía que se utiliza otro idioma y que hay un equipo de fútbol que únicamente contrata jugadores locales», sonríe en una sala de la Universidad de Deusto.
Su caso es similar al de muchos estudiantes internacionales en el País Vasco. Sin embargo, reconoce que la experiencia está siendo especialmente gratificante. Destaca la calidez y apertura de miras de la población como punto positivo, pero considera que la calidad de la educación es inferior a la que ha recibido en la Middle East Technical University, «mucho más estresante, con muchas más horas lectivas y llena de deberes». Por eso, su objetivo es crecer como persona, «aprender a ser adulta», labrar amistades, viajar por Europa y divertirse. «Aquí hay mucha fiesta», apostilla.
Renata Suárez México – Comunicación Audiovisual
«He invertido todos mis ahorros en este curso»
La mexicana Renata Suárez nació en el seno de una familia humilde, pero ha logrado estudiar en el Tec de Monterrey, una de las mejores universidades privadas de Latinoamérica, gracias a una beca que le concedieron tras el prematuro fallecimiento de su padre. Pero ella quería completar su formación con una experiencia en Europa. «El campus de Mondragon Unibertsitatea en Aretxabaleta fue mi segunda opción por detrás de Suecia. Dos amigos me habían hablado de Euskadi y me pareció interesante. Confirmé que el euskera no iba a ser un problema en el día a día y me pareció un punto a favor, porque me gusta retarme con idiomas diferentes», cuenta.
Suárez está contenta, pero ha descubierto que «en América Latina se idealiza Europa». Considera que «el acompañamiento que se da a los estudiantes internacionales es insuficiente» y que el coste de la vida es astronómico. «He invertido todos mis ahorros en este curso y me preocupa que luego las asignaturas sean revalidadas», afirma. Cuando acabe, su objetivo es regresar a México para poner en práctica lo aprendido: «Quiero aportar mi granito de arena al desarrollo del país».
Petros Chaudosis Grecia – Administración de Empresas
«El profesorado aquí es más cercano»
Al ateniense Petros Chaudosis Bilbao se le queda un poco pequeño. «Hacer un Erasmus era el sueño de mi vida, y prefería Madrid porque me gustan las ciudades grandes. Aquí siento que en una semana ya lo he visto todo. Pero me ha sorprendido la magnífica organización de la UPV, las buenas infraestructuras del País Vasco y lo bonito que es. No se parece al resto de España, es más similar a Europa central», asegura.
Tanto le ha llamado la atención que ya está buscando la forma de alargar su estancia. En parte porque, en comparación con el sistema educativo heleno, Chaudosis destaca que «hay mucha más cercanía con el profesorado y el nivel es más alto». Sin embargo, su objetivo en Bilbao no es tanto académico como personal. «Quiero ser más productivo e independiente», sentencia.
Taeyoon Kwon Corea del Sur – Ingeniería de materiales
«Creía que era un lugar inseguro»
En Asia Oriental, España es un país lleno de tópicos: el toreo, la sangría, y las personas apasionadas dibujan una imagen poco realista pero atractiva. Por eso, a Taeyoon Kwon le apetecía estudiar en nuestro país, incluso sin tener conocimientos de español y con un inglés bastante básico. «Decidí probar en el País Vasco porque me pareció que tenía una cultura muy peculiar y hace menos calor que en el sur», cuenta. Llegó con miedo. «Creemos que hay mucha inseguridad ciudadana, pero Bilbao me parece segura», afirma después de un par de semanas en la UPV.
Entre las cosas que más le han sorprendido en esta primera toma de contacto subraya los horarios de las comidas. Y que la naturaleza se cuele por todas partes: «En Seúl comemos a las 12 y cenamos a las 6 y todo está lleno de rascacielos, es muy moderno». En el plano académico le ha gustado «la interacción que hay entre profesores y alumnos, muy diferente de las clases magistrales que nos dan en Corea».
Justin Andersen Canadá – ADE
«Es difícil conectar con los alumnos locales»
«Hay valor en ver el mundo. No todos tienen la oportunidad de hacerlo». Así justifica el canadiense Justin Andersen que la parte académica de Erasmus sea secundaria para él. No cree que en Deusto vaya a adquirir competencias diferentes a las que le esperan en su Toronto natal, pero el mero hecho de ir a clase en un lugar tan diferente «ha sido un shock». Para empezar, le han sorprendido los reducidos grupos de alumnos. «En Canadá podemos llegar a ser 300 en las clases más grandes, y no es raro que haya cien alumnos juntos», cuenta.
Además, la atmósfera es muy diferente. «Los profesores canadienses son más tradicionales y serios. La universidad aquí se parece más al instituto de allá», comenta. Y si bien Andersen aprecia la interacción con los docentes, echa de menos la que podría tener con los estudiantes locales: «Es difícil conectar con ellos. Van a su bola y lo entiendo, sobre todo por la barrera del idioma, pero agradecería que hiciesen más esfuerzo por integrarnos en sus cuadrillas». En su opinión, eso explica que los alumnos internacionales se relacionen sobre todo entre ellos mismos.
Jakub Gawrys Polonia – ADE
«Me gusta el patriotismo vasco»
El polaco Jakub Gawrys solo tiene 22 años, pero ya sabe lo que es estudiar en el extranjero porque pasó un año en Estados Unidos. «Vi el listado de las universidades para hacer Erasmus y, como conocía el Athletic de Bilbao, decidí probar con Mondragon, que también ofrecía el temario más cercano al de mi universidad», recuerda. Lo primero que le llamó la atención fue «la limpieza de las calles, que no están hechas un asco como las de Francia o Estados Unidos».
Después de haber acudido a las primeras clases en la universidad de Mondragon, de la que le gusta que «no se trabaje tanto con libros de texto», de los vascos recalca que le gusta «su patriotismo». No obstante, la interpretación que hace de lo que percibe es, cuando menos, curiosa. Porque quiere tatuarse un toro con la ikurriña. De momento, solo pone una pega: el coste del alojamiento. «Pago 920 euros por una habitación en una residencia. Está muy bien, pero me parece una pasada», lamenta.
Giselle Mendoza Colombia – Bellas Artes
«Debe mejorar el acompañamiento del alumno»
La colombiana Giselle Mendoza siempre tuvo claro que quería salir de Latinoamérica, y que España era su destino prioritario. «Entre Granada y Bilbao me decanté por la UPV porque su facultad está mejor dotada», explica. Y las instalaciones le encantan, pero aún no ha podido formalizar la matrícula y echa de menos más ayuda: «Debe mejorar el acompañamiento del alumno extranjero. Hay un programa 'Buddy' en el que uno local ayuda al recién llegado, pero se prioriza a los que no hablan español y yo no he podido acceder a él».
Tampoco a la 'app' de la univerisidad, ha tenido que cambiar algunas asignaturas porque los cupos ya estaban llenos, y está frustrada en ese aspecto. Pero todo lo demás le satisface. Tanto que no descarta la posibilidad de buscar un empleo cuando logre su título. «La calidad de vida aquí es mejor, y la gente es más abierta», sentencia la joven de 19 años que también busca labrarse una carrera como bailarina.
Daniel Schuster Alemania – Ingeniería Mecatrónica
«La primera semana tuve que dormir en mi coche»
«Buscaba un lugar en el sur de Europa con costa y buenas olas, porque quiero aprender a surfear. Por eso, mi primera opción era Oporto y la segunda Bilbao». El alemán Daniel Schuster logró plaza en la UPV y condujo hasta Euskadi en su coche. Aplaude los 'Welcome Days' que la universidad pública organiza para orientar a los estudiantes extranjeros en los diferentes campus, «porque aportan mucha información y son entretenidos», y el programa de acompañamiento 'Buddy' que le empareja con un estudiante local. Pero pronto se encontró con un escollo importante: el alojamiento.
«La primera semana tuve que dormir en mi coche porque no encontraba habitación y el resto de opciones eran muy caras. Eso sí, solo me sentí inseguro un día que pasé en la playa de Sopelana, porque había un grupo de borrachos que creaba problemas», recuerda. Como él, muchos de sus compañeros consideran que la oferta de residencias y de pisos de estudiantes es insuficiente y excesivamente costosa. A la universidad, la única pega que le pone es la del funcionamiento de la aplicación móvil, «que es bastante mala».
Arisa Kanehara Japón – Turismo
«Descarté ir al sur porque quiero un buen acento»
A la japonesa Arisa Kanehara, que profesa el cristianismo y estudia en la también jesuítica Sofia University de Kioto, se le plantearon doce destinos para sus estudios en España. «Pero solo dos ofrecían cursos en inglés: Jaén y Deusto. Como mi prioridad es hablar bien español, con un buen acento, descarté ir al sur porque el andaluz es difícil de entender», comenta, inconsciente de lo políticamente incorrectas que pueden ser sus palabras. «Además, me encantan la tarta de queso vasca y el hecho de que haya un idioma diferente. Me he apuntado a clases de euskera», añade sonriente frente al Guggenheim.
Kanehara reconoce que se siente más a gusto en Europa que en Japón, donde la sociedad se rige por reglas muy estrictas, y su meta es trabajar en el extranjero. «Sabiendo japonés, inglés y español creo que tendré más oportunidades laborales», destaca, subrayando también que la experiencia personal es más importante en este caso que la académica.
Adriana Dubón El Salvador – Ingeniería Química
«Aquí los conductores paran en el paso de cebra»
La salvadoreña Adriana Dubón no había oído hablar nunca de Euskadi. Hasta que dos vascos se presentaron en la universidad guatemalteca en la que estudia. «Les dije, 'ah, españoles', y me corrigieron para explicarme las diferencias», cuenta. Le picó entonces el gusanillo y, aprovechando que su primo vive en Santander, descartó cursar su programa de movilidad en Canadá o Japón para hacerlo en la UPV de Bilbao. «Aquí todo me parece muy grande, y lo que más me sorprende es que los conductores paran en los pasos de cebra», comenta con una amplia sonrisa.
En las clases, a Dubón le llama la atención que «los profesores hablan muy rápido y que no siempre siguen una presentación o el libro, así que hay que prestar más atención que en Guatemala». Fuera, su objetivo es «aprender a ser más independiente y madura».
Michael Stolzenburg Alemania – Ingeniería Industrial
«Elegí Euskadi porque me cautivó 'Patria'»
A veces, las razones que nos llevan a tomar decisiones son de lo más variopintas. Lo sabe bien Michael Stolzenburg, un joven que se define «medio alemán, medio polaco» y que se enamoró del País Vasco después de leer la obra más afamada de Fernando Aramburu. «Elegí Euskadi porque me cautivó 'Patria'. Fue 'bestseller' en Polonia y me la regaló mi madre. Había estudiado algo de español pero no conocía el conflicto vasco, que me pareció muy interesante», explica.
Desde que ha llegado procedente de Berlín, Stolzenburg ha descubierto que «los vascos demuestran que ser patriótico no está reñido con ser tolerante». Y lo que más loco le vuelve es el tiempo. «Llueve, sale el sol, hace frío, todo el mismo día», afirma contrariado. Ahora entiende la costumbre de ir con un jersey sobre los hombros.
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