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De pequeñitos jugábamos a imaginar nuestro yo futuro. Y muchas veces nos pasábamos de largo, claro, -¡soñamos muy alto en la infancia!-, aunque, en ocasiones también ocurría lo contrario y nos quedábamos cortos. Supongo que eso es lo que da interés a la vida: las sorpresas. En mi caso, si de pequeña me llegan a decir que iba a acabar subiéndome a una barra para hacer posturas y acrobacias, como esas impresionantes 'strippers' que veía en las películas, nunca me lo hubiese creído. Seamos sinceros, no es el sueño infantil habitual. También me habría costado imaginar que esas poses (técnicamente se llaman figuras) y giros alucinantes iban a ser reconocidos como un deporte que me iba a robar el corazón. ¡Sí, un deporte he dicho! Porque para mí, de niña eso era algo que las chicas sexys hacían en Las Vegas para que les metiesen billetes por aquí y por allá... no un deporte en sí. Pero sí, vaya si lo es, se llama pole dance y cada vez tiene más adeptas (ojo, y adeptos) en nuestro entorno. No, no hace falta irse a Las Vegas.
Además, suscita muchísima curiosidad: tan pronto como alguien se entera de que lo practico, me machaca a preguntas de toda índole. No me importa, me he tomado muy en serio lo de hacer pedagogía. Eso sí, lo primero que les digo a los supuestos 'interesados' es que es bastante duro (y que no, que no te van a meter billetes en el tanga): combina fuerza, flexibilidad y expresión artística, así que es una práctica deportiva compleja y exigente.
Siguiendo en mi papel de dar a conocer esta disciplina, les cuento que su origen se remonta a la antigüedad: desde hace siglos en India y China se utilizaba un poste para realizar acrobacias como parte de celebraciones tradicionales (eso también se lo digo a la gente para que vea que no se inventó en los tugurios que aparecen en el cine). Y otra cosa que me gusta aclarar para derribar algunos estereotipos que nos han vendido al respecto: en la década de los 80 se consolidó como una disciplina deportiva en Estados Unidos, transformándose en un estilo de ejercicio que fusiona danza, acrobacias y atletismo. Como ya habréis empezado a entender, no tiene mucho que ver (más bien nada) con los topicazos habituales, ¿verdad?
Y otro secretillo a voces: aunque desembarcó en Euskadi hace más de dos décadas, a través de escuelas especializadas que buscaban explorar una modalidad diferente de entrenamiento físico, ahora mismo el pole dance está de moda: actualmente, conozco cuatro escuelas asentadas en Bilbao: dos en Deusto, una por la zona de Zabalburu y otra en Basauri. En la mía, una de las de Deusto, acudimos unas 30 alumnas y alumnos (sííí, chicos también) varios días a la semana a practicar. Mi profesora, Vanesa Martínez, comenzó hace ya diez años. «Fui casi de las primeras», revela. Si yo tengo que responder a muchas dudas, no quiero ni pensar la avalancha de preguntas y comentarios que tuvo que afrontar ella (para eso también hace falta resistencia, tanta o más que para sostenerse sobre la barra cabeza abajo, si me permitís la broma).
¿Qué me enganchó a mí de este deporte (repito de-por-te)? Mi hermana Beatriz tuvo mucho que ver, porque ella comenzó poco antes que yo y fue la que me animó hace dos años a probar. También es verdad que ella hizo durante 11 años gimnasia rítmica, así que partía con ventaja. Yo, en cambio, he practicado fútbol toda la vida... menudo salto, ¿no?
A la primera clase fui con algo de escepticismo pero, sobre todo, con miedo al fracaso, porque llevo regular que algo se me de mal... Pero enseguida me tranquilicé. Nada más entrar en el local ya vi con alivio que la gente iba vestida con ropa de deporte (no en plan erótico jeje) y que no iban a pedirme una pirueta arriesgada el primer día, al menos antes de ver cómo se me daba. La verdad es que la evolución de cada persona no se mide en tiempo, hay algunas que han conseguido figuras en la tercera clase y otras tardan un año en lograr una.
Pasada esa barrera del primer día, ya todo es más fácil... ¿o no? No. Entonces empezó el trabajo, las horas de entrenamiento, el querer superarse un poco cada día, el aprender a no caerse... y a caerse bien (vamos, toda una enseñanza de vida). En resumen: me he vuelto adicta: cada semana me echo magnesio en las manos y escucho atenta a Vanesa para saber qué cosa imposible nos va a mandar. Porque, seamos sinceros, en los vídeos todo parece fácil y bonito, pero luego hay que subirse a la barra y comprobar que, por desgracia, la gravedad existe (dichoso Newton, de verdad) y que, por mucho que te intentes aferrar con todas tus fuerzas a la barra, la sensación de que el suelo te llama, vamos, de que te vas a pegar un galletón, es intensa.
Esa es una de las preguntas del repertorio clásico de los profanos en la materia. '¿Te pegas muchos piñazos?' Por suerte, la mayoría de personas que realizamos este deporte, si no nos sentimos seguras, no seguimos con la figura. Aunque, también hay quienes no tienen ninguna conciencia del peligro (ni instinto de conservación, Darwin se hubiese hundido al verlos) y se lanzan a lo loco... Y, sí, he visto alguna caída de esas que te ponen los pelos de punta, pero muchas menos de las que la gente cree. De hecho, son rarísimas.
Eso sí, doler, duele un poco lo de pole dance. No las caídas (ya os he dicho que no suele haberlas), sino la fricción del cuerpo con la barra. Esto me provoca moratones, callos, quemaduras en la piel, inflamación e irritación... y tardan semanas en quitarse las marcas, no creáis. De hecho, a veces tienes que dar por ahí más explicaciones de las que quisieras y alguna gente te mira con cara rara. Pero estos problemas son un mal menor, de hecho, son la muestra de que mi instinto de supervivencia funciona: si no me agarro bien con todas las partes del cuerpo, la caída está asegurada. Así que bienvenidos los moratones: eso es que me he agarrado fuerte.
¿Suena a masoquismo lo de los daños colaterales en el cuerpo? Habrá quien se pregunte dónde está la gracia de acabar llena de marcas por haber estado enganchada a una barra, desafiando a la gravedad... Pues bien, ahí va mi motivación: la sensación de salir de la clase habiéndolo dado todo para sacar la figura me reconforta a niveles increíbles y cualquier dolor pasa a un segundo e incluso un tercer plano. Nadie dijo que esto fuera fácil, pero es justo eso lo que me llamó la atención de este deporte. ¿Quién se viene arriba haciendo cosas fáciles?
Alegra ver que los prejuicios se van dejando de lado, que el mundo lo ve como lo que es, como un deporte, y los pasos que se están realizando para que en un futuro se acepte como una disciplina olímpica progresan. Su reconocimiento sería un gran elogio para el pole dance como una forma de deporte legítimo y para los 'pole dancers'.
Ahora mismo, aunque existen competiciones, la mayoría no están federadas. Por ejemplo, y sin ir más lejos, 'Pole Spain', que el fin de semana del 1 y 2 de marzo realizaron su anual competición en Jaén con más de 200 participantes, aunque es una competición seria y tiene criterio de aceptación, no está avalada por la International Pole Sports Federation (IPSF), pero personas de todo el mundo acuden a esa y otras pruebas celebradas por todo el mundo para mostrar lo bonita que es esta práctica deportiva y darla a conocer.
Cada año se realizan, normalmente, a principio de año una competición nacional por país, aunque España no lo hace, por falta de recursos. Las personas españolas que quieren ir al mundial tienen que presentarse en un país vecino. La actual campeona mundial es Diana López, española, y se proclamó campeona del mundo de Pole Dance en la modalidad Libre Ultra Pole Dance en Estocolmo, Suecia el pasado 2024.
¿Es para todos? Puede que creas que este deporte no es para todo el mundo. He de confesar que yo pensaba lo mismo. Mi sorpresa vino cuando llegué a clase por primera vez y vi a los alumnos; la variedad hablaba por sí sola. Pude ver a personas de lo más diferentes. Algunas parecían que los dioses les habían esculpido el cuerpo, sí, pero muchas otras eran bajas, altas, gordas, flacas y algunos podrían ser mis padres. Todo el mundo puede.
Si tienes más peso, al principio te va a resultar más difícil, pero al final tu cuerpo se va a adaptar para poder sujetarte y harás lo mismo que otras personas que pesen menos que tú. Ya sabes el dicho de 'más vale maña que fuerza'. Además, en este deporte se hacen muchos abdominales sin saber porque, simplemente al colgarse y no tener los pies en el suelo, los músculos de esta zona se fortalecen muchísimo. Con lo cual, aunque estés haciendo cosas fáciles, simplemente ya separar los pies del suelo te va a tonificar.
Y en las primeras clases, ver que te elevas te da también ese subidón de energía. Y eso hace que te enganches porque tienes un progreso muy rápido en los primeros meses, o al menos es lo que yo viví. Luego, ya cuando viene el nivel, pasa como todo; tus circunstancias, tu genética y la dedicación que invirtamos al deporte te llevarán a un tope. Pero tú decides si superarlo o quedarte ahí.
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