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Mariano Rivera, dueño del Rincón del Chiste. L.G.

Todo está escrito en ellas

El Bilbao de Luis Gómez ·

Las pizarras son lo más 'chic' y 'kitsch' del momento. Cuelgan en los garitos más modernos de Bilbao y en castizos bares de barrio. Lo mismo 'venden' raciones de croquetas y chopitos con excelente caligrafía que sirven chistes de dudoso gusto o invitan a sonreír y reflexionar a la clientela con frases ingeniosas

Viernes, 25 de enero 2019, 00:37

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Todo está escrito en ellas. Lo mismo chistes de dudoso gusto –'El libro que cambió mi vida es el libro de familia'– que exquisitas frases con las que geniales autores como Edgar Allan Poe bendecían las bondades espirituales de su bebida preferida: '¿Qué importa si el tiempo avanza, si hoy estoy tomándome una cerveza?'. Sentencia que el hostelero David Iturbe muestra con orgullo en la tarima de su apetecible y cuidadísima barra del Copacabana, situado en los últimos números de Elcano, casi esquina con Hurtado de Amézaga.

Las pizarras están de vuelta. Son lo más 'chic' del momento. Nunca debieron marcharse por la puerta de atrás, pero, apoyadas por el vuelo de los aires vintage, han emergido como un objeto a cuidar en todo tipo de negocios. Echan mano de ellas algunos de los restaurantes más modernos de la ciudad, como el Arpiku. A la salida de Azkuna Zentroa, a la altura del tramo más coqueto de Fernández del Campo, 'venden', con una excelente caligrafía, raciones de croquetas, txipirones, tigres, carrilleras, pimientos rellenos, ensaladilla rusa, jamón ibérico, anchoas, quesos... Lo de siempre en el soporte de siempre.

En castellano y euskera, y en blanco sobre negro, como se ha escrito en ellas toda la vida. Son el mejor altavoz para publicitar lo que cada uno desea. Sin abandonar su perfil 'kitsch', los tableros, con ese aire tan castizo, muy del siglo pasado, lucen en garitos 'cool'. Ya no cuelgan únicamente de las paredes de los bares de los pueblos. Han dejado de ser carne de chiringuito para dejarse ver. Y de qué manera. Dentro de los locales más 'hipsters' (Stand By, Heros 13) y también a pie de calle. Con la ayuda de una buena tiza, en Cafetería Henao invitan a los transeúntes a detenerse y meterse unas tapas de chorizo y salchichón de La Alberca, mejillones, pulpo, rabas...

L.G.
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Con el tamaño justo

Pero cuidado. Conviene acertar con el tamaño. Siempre el justo. Ni muy grandes ni demasiado pequeñas. Las pizarras nacieron para no pasar desapercibidas. Propósito que lleva cumpliendo desde hace 19 años Mariano Rivera, dueño de El Rincón del Chiste, un bar de Santutxu que arrasa en su barra y en esa otra gran barra que son las redes sociales. Las ocurrencias que anota en los encerados acaban al día siguiente en su página de Facebook, donde cuenta con más de 16.000 seguidores «Cambio todos los días de chiste», subraya Mariano, que no tiene ningún inconveniente en reconocer que muchos de ellos han generado grandes polémicas y que incluso ha recibido «denuncias» por los mismos. «Me ha dado tiempo de todo, pero, bueno, nosotros seguimos ahí», explica sin el menor atisbo de preocupación.

Edgard Alla Poe, los vinos y las diez verdades, todos unidos por la pizarra. L.G.
Imagen principal - Edgard Alla Poe, los vinos y las diez verdades, todos unidos por la pizarra.
Imagen secundaria 1 - Edgard Alla Poe, los vinos y las diez verdades, todos unidos por la pizarra.
Imagen secundaria 2 - Edgard Alla Poe, los vinos y las diez verdades, todos unidos por la pizarra.

Rivera sigue a lo suyo, para gusto de una clientela que aplaude su «salero». Para muestra, ahí van algunos ejemplos:

– Listomari, si te agachas y te ves cuatro huevos, no te creas superdotado, te están dando por el culo.

O este otro:

– Aquí deben hacer buenas comidas. Hay mucho camión aparcado.

– Antxon, es un puticlub.

– Pues por eso.

«Los chistes son chistes y los nuestros no vulneran nada. Tampoco lo pretendemos. Solo buscamos sacar una sonrisa y si a alguien le molesta, pues lo cambiamos y ya está», argumenta Mariano, que utiliza otra pizarra para difundir sus campeonatos de mus y tute.

El humor de brocha gorda, para sonrojo de muchos, deja también espacio en estos tableros a la reflexión. En tiempos de revoluciones digitales, Iturbe lo dice todo sin abrir la boca con anotaciones del estilo 'No hay wifi. Hablad entre vosotros' o 'Soltemos los móviles. Mirémonos a los ojos'. «Busco que la gente se quede pensando», detalla mientras despacha pintxos de foie, chopitos y zamburiñas, platos calientes con los que ha cautivado a la clientela.

Si en el Copacabana las frases pintadas pueden llegar a aguantar dos meses a la vista del público, en el Stand By Janire, Ilona y Tanya las cambian «a menudo. Depende de lo que gusten, permanecen más o menos tiempo. A veces, viene un cliente, te cuenta un chiste y decides ponerlo», explican. El de la suegra es nuevo. Apenas lleva una semana.

– Suegra, ¿no quiere meterse en la piscina?

– No. ¿Por qué?

– Solo preguntaba, como siempre se mete en todo...

Arriba, Janire, Ilona y Tanya, del Stand By. Abajo, más chistes L.G.
Imagen principal - Arriba, Janire, Ilona y Tanya, del Stand By. Abajo, más chistes
Imagen secundaria 1 - Arriba, Janire, Ilona y Tanya, del Stand By. Abajo, más chistes
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Además de animar al personal, Janire, Ilona y Tanya utilizan la pizarra para 'vender' lo mejor de la casa: raciones de bravas, calamares y piparras en tempura. Habitual de este local de Heros, al anterior responsable de prensa del Palacio Euskalduna, Kepa Bordegarai, le sacaban una alegre «sonrisa mañanera» cada vez que echaba un vistazo a las '10 verdades' colgadas de un tablero cuyo decálogo arrancaba con un 'No puedes verte las orejas sin espejo' y llegaba al último punto deseando un feliz día a todo aquel que lo leyese.

«Anuncias, quitas... Si quieres hacer una gracia, la pones o luego la cambias por otra», explican estas tres empleadas orgullosas de su pizarra. De tantas como abundan en Bilbao, a muchos nos dan ganas de dejar algo escrito en ellas. Al fin y al cabo, como sostiene el dueño de El Rincón del Chiste, «las pizarras son para compartirlas».

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