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Beethoven.

La maldición del número 9

Después de Beethoven y durante 129 años, ningún gran compositor logró pasar de ese número de sinfonías

César Coca

Miércoles, 12 de octubre 2016, 01:53

La maldición del número 9 recorrió la Historia de la Música durante 129 años, en un segmento temporal que empieza en Beethoven y termina en Shostakovich. ¿Y en qué consiste? En que a partir del sordo de Bonn, ningún gran compositor podía escribir más de nueve sinfonías porque moría antes de conseguirlo. Una afirmación rotunda pero que se cumplió sin excepción alguna entre el 7 de mayo de 1824, cuando se estrenó la Novena de Beethoven y el 17 de diciembre de 1953, cuando Shostakovich asistió al estreno de su Sinfonía Nº 10. En medio, una larga lista de músicos tratando de esquivar el maleficio, algunos de ellos con trucos realmente infantiles. Y chocando contra la Parca, que no les dejó superar esa barrera que parecía infranqueable hasta que un soviético de no muy buena salud que había sido sometido a la ducha escocesa de los premios y las amenazas lo hizo. Esta es la historia de la maldición del número 9.

Beethoven tenía 53 años, estaba achacoso y completamente sordo, cuando estrenó su Novena, una obra innovadora y gigantesca que ha sido declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, tal es su valor en la cultura mundial. Su intención no fue terminar ahí su ciclo sinfónico: a diferencia de los conciertos para instrumento solista, un género que había dado por concluido tiempo atrás (su concierto para piano 'Emperador' es de 1809 y fue el último), quiso escribir al menos otra. Hay testimonios escritos de que estaba en ello, y entre sus papeles aparecieron unos esbozos que, completados por el musicólogo Barry Cooper han sido publicados como la Sinfonía Nº 10 en un solo movimiento. Pero lo cierto es que Beethoven no pasó de la Novena.

Alguien puede pensar que nueve sinfonías ya son muchas. Pero Haydn, que murió en 1809, escribió 104. Y Mozart, 41. Así que, con independencia de que las suyas son mucho más largas y complejas, el sordo de Bonn se quedó muy por debajo. Y con él empezó la maldición.

Veamos qué pasó con algunos compositores posteriores: Schubert murió un año más tarde que Beethoven. Tenía solo 31. Componía rápido y muy bien. Y dejó... nueve sinfonías. También hay algunos esbozos que han sido objeto de reconstrucciones poco afortunadas en cuanto a su difusión. Pero Schubert fue el primero que tropezó con el límite. Después de terminar su propia Novena, la Parca se disfrazó de sífilis y llamó a su puerta.

Mendelssohn murió con solo 38 años. Ser descendiente de una familia rica elevaba de forma notable su esperanza de vida, pero no tuvo suerte. La muerte de su querida hermana Fanny, el exceso de trabajo y un derrame cerebral lo sumieron en una depresión de la que apenas se recuperó. Su catálogo de obras es extenso pese a que además se dedicaba a dirigir, organizar conciertos y divulgar la música de Bach. Escribió cinco sinfonías.

Schumann se quedó con una menos. Murió con 46 años pero llevaba cuatro ingresado casi de continuo en un sanatorio psiquiátrico. Hay un esbozo de otra sinfonía escrita mucho antes de su muerte, pero el límite fijado por Beethoven estaba muy alto para él.

En Rusia, los compositores no eran muy dados al género sinfónico. Salvo uno, el más conocido de todos: Chaikovski (Borodin y Rimski Korsakov escribieron tres cada uno, pero estamos hablando de compositores de relieve menor, comparados con el autor de 'Eugenio Oneguin'). Cuando murió, con 53 años hay indicios razonables, como diría un fiscal, de que pudo haberse suicidado para evitar el escándalo de una homosexualidad que iba a ser conocida por todos, había escrito seis sinfonías y había apuntes para una séptima que a su vez estaba 'reciclada' en un concierto para piano. En ambas modalidades, como sinfonía y como concierto, ha sido objeto de reconstrucción y grabada, aunque no suele ser interpretada en auditorios.

Brahms tuvo el honor de que su primera sinfonía fuera recibida por la crítica como la Décima de Beethoven. Pero el músico hamburgués murió en 1897, a los 63 años, a consecuencia de un cáncer hepático. Empezó tarde en el género: tenía 43 años cuando terminó esa Sinfonía Nº 1. Luego escribió otras tres. Todas ellas partituras complejas, densas y muy distintas entre sí. La Cuarta está datada en 1885. Aún habría tenido tiempo de escribir alguna más. Pero no lo hizo.

Bruckner tuvo una larga vida. Vivió 72 años de existencia regular, austera y casi mística, ajeno a toda veleidad; parece que incluso murió célibe. Lo de una vida aburridísima acaban de pensarlo ustedes. Trabajó como organista, admiró profundamente la música de Wagner hasta el extremo de convertirse en uno de sus mayores propagandistas enfrentándose por ello a Brahms, que se tomaba esas disputas con bastante humor y trasladó muchos de sus postulados al género sinfónico, al que aquel era ajeno desde su juventud, cuando escribió algunas piezas hoy totalmente olvidadas.

Lo de las sinfonías de Bruckner es un verdadero laberinto pero lo resumo: casi todas ellas tienen varias versiones, fruto de continuas revisiones que hacía a instancias de sus amigos y de los críticos. En algunos casos no eran solo cuestiones de instrumentación, sino de mucho más calado, y las variaciones se pueden medir en términos de tiempo: entre una y otra versión de la misma sinfonía puede haber más de quince minutos de diferencia. Además, dejó dos sinfonías 'inmaduras' que han sido bautizadas como la 'cero' y la 'doble cero'. Su catálogo de sinfonías 'oficiales' contiene nueve, la última de ellas incompleta. Es decir, que Bruckner escribió más de nueve, pero murió cuando estaba componiendo la que iba a llevar ese número.

Dvorák también se acercó a la frontera, pero no pudo superarla. El compositor, natural de Bohemia, escribió un puñado de obras importantes después de su Sinfonía Nº 9 'Nuevo Mundo', como la ópera 'Russalka', el célebre concierto para violonchelo y algunos cuartetos, entre ellos el conocido como 'Americano'. Pero no hubo más sinfonías.

Mahler era muy supersticioso y por ello intentó burlar la maldición recurriendo a un truco infantil. Tras la Sinfonía Nº 8, 'De los Mil', escribió otra obra con notable presencia de la voz humana y decidió ponerle un título en vez de numerarla: 'La canción de la tierra'. La partitura es una sinfonía con todas las de la ley. Mahler la estrenó y... no pasó nada. A continuación, escribió su propia Novena. Ya lanzado, se puso con la Décima. Pero solo pudo acabar el primer movimiento. Deryk Cooke ha escrito una versión 'ejecutable' a partir del plan y los esbozos que dejó el compositor judío. Notable, pero la maldición seguía en pie.

En el siglo XX hubo muy pocos compositores que prestaran gran atención al género sinfónico. La música fue por otro lado. No deja de ser llamativo que el único país que dio dos grandes sinfonistas en esos años sea el que menos tradición sinfónica tuvo en el XIX: Rusia. Prokofiev es uno de ellos: compuso dos sinfonías en sus años de juventud, que no numeró. Luego escribió otras siete. Cuando murió, el 5 de marzo de 1953 el mismo día que Stalin, que tanto le había amargado el gafe estaba a punto de terminar. Él no llegó a saberlo pero en esos meses Shostakovich estaba terminando su Sinfonía Nº 10, que estrenó justo antes de Navidad. Todavía había de escribir cinco sinfonías más... con lo que terminaba con la maldición. Otra cosa es que ahora casi ningún compositor las escriba.

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