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Spock (Leonard Nimoy) hace el saludo vulcano, que suele acompañar del deseo de ‘Larga y próspera vida’.

Larga y próspera vida

La tripulación de la 'Enterprise', liderada por el capitán Kirk y el mediovulcano Spock, inició hace 50 añosla exploración de la galaxia

Luis Alfonso Gámez

Sábado, 3 de septiembre 2016, 02:33

La auténtica conquista del espacio empezó el 8 de septiembre de 1965 cuando la NBC emitió en Estados Unidos el primer episodio de Star Trek. Mientras los vuelos espaciales tripulados de soviéticos y estadounidenses no iban más allá de la órbita terrestre, la Enterprise cumplía una misión de cinco años de exploración de otros planetas. La tripulación de la nave insignia de la Flota Estelar corría cada semana una aventura en un mundo exótico y conquistaba millones de adeptos: los trekkies. Seis series la séptima está en preproduccion y trece películas después la ultima estrenada el 19 de agosto, el universo creado por Gene Roddenberry sigue atrayendo a las nuevas generaciones.

«Star Trek funciona porque explota el sentido de la maravilla. La serie original tenía nuevos mundos, extraterrestres, culturas exóticas y gadgets», recuerda Miquel Barceló, informático y apasionado de la ciencia ficción desde que a los 9 años leyó Amos de títeres, de Robert Heinlein. El capitán James T. Kirk (William Shatner), el mediovulcano Spock (Leonard Nimoy) y compañía se cruzaron en la vida del Míster Ciencia Ficción español es escritor, editor y crítico cuando tenía 20 años. TVE estrenó la serie el 7 de enero de 1969 como La conquista del espacio. Dos días después se rodaban las últimas escenas en EE UU. La NBC cancelaba los viajes de la Enterprise después de tres temporadas y 79 episodios por los bajos índices de audiencia. La suspensión de Star Trek está considerada hoy en día una de las grandes meteduras de pata de la historia de la televisión.

Cuando en la segunda temporada empezó a correr el rumor de una posible cancelación, la cadena llegó a recibir más de 10.000 cartas semanales de científicos, profesores universitarios, médicos y otros profesionales que querían que continuara. Así nació la comunidad trekkie, que cuenta en sus filas con Barack Obama, Tom Hanks, Angelina Jolie, Whoopi Goldberg, Abdalá II de Jordania y el físico Stephen Hawking, entre otros. Goldberg pidió y obtuvo un papel en Star Trek: la nueva generación (1987-1994), serie con la que resucitó dos décadas después la franquicia en la pequeña pantalla y en la que hizo un cameo Hawking jugando al póquer con Newton, Einstein y el teniente comandante Data, un androide. Y el rey de Jordania actuó como extra en 1996 era príncipe en un episodio de Star Trek: Voyager (1995-2001). Los trekkies consiguieron en la década de los 70 que la NASA bautizara su primer transbordador espacial con el nombre de Enterprise.

Multicultural antes que nadie

«El espacio, la última frontera. Éstos son los viajes de la nave estelar Enterprise, en una misión que durará cinco años dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar», decía el capitán Kirk al inicio de cada episodio. «Star Trek es la aventura, el descubrimiento. Cuando preparaba mi novela La locura de Dios (1998), me documenté sobre viajeros medievales y me di cuenta de que compartimos con los lectores de la Edad Media el ansia por la maravilla, por ver lo que hay más allá de la siguiente colina. Forma parte de nuestra esencia, y Star Trek va directamente a eso, a la última frontera. Ese arranque te enamora», confiesa el escritor de ciencia ficción Juan Miguel Aguilera. Roddenberry, que había escrito para series del Oeste, describía el 11 de marzo de 1964 su nuevo proyecto como una especie de Caravana a las estrellas, «construida alrededor de unos personajes que viajan a otros planetas similares al nuestro» en «el crucero SS Yorktown».

En plena Guerra Fría, imagina a la Humanidad del siglo XXIII en paz y va más allá. En la Federación de Planetas Unidos, conviven humanos y alienígenas. La Enterprise es multicultural: el capitán es un yanqui, vale, pero su segundo es un extraterrestre (Spock), hay una negra encargada de las comunicaciones (Uhura), un japonés (Sulu) scomo piloto y un ruso (Chekov) como navegante. «No son personajes secundarios. Están en el puente de mando y toman decisiones. Son importantes. Star Trek supone, en este aspecto, un avance respecto a otras series y adelanta el mundo en que ahora vivimos. La multiculturalidad está en la esencia del proyecto de Roddenberry, que considera que el futuro pasa por la convivencia pacífica de las diferentes culturas», indica Alfonso Merelo, ensayista especializado en la ciencia ficción.

Los viejos fans españoles vieron la serie original en blanco y negro, y se engancharon al universo trekkie a pesar de sus decorados de cartón-piedra y de que extraterrestres como los klingon se diferenciaban de los humanos sólo por sus bigotes, barbas, cejas y cara de pocos amigos. «Como no tienen dinero para efectos especiales, en vez de que haya lanzaderas que bajen a los tripulantes a los planetas, se inventan el teletransporte. Es el artefacto más peligroso. Te permite hacer de todo, pero falla muchas veces», advierte Merelo. Esos fallos dan mucho juego, como cuando el capitán se divide en un Kirk bueno y otro malvado, interdependientes. El ahorro en vestuario y decorados es también importante gracias a episodios en los que la Enterprise llega a mundos con culturas que viven en la época romana y el Chicago de los años 20 o retroede varias veces en el tiempo al siglo XX terrestre. La mayoría de los extraterrestres son humanoides, cuando no humanos, y todo el Universo habla inglés.

Historias muy terrestres

Esas carencias las compensan las historias. «Para Star Trek escribieron guiones algunos de los grandes autores de ciencia ficción de la época, como Harlan Ellison, Robert Bloch, Norman Spinrad y Theodore Sturgeon. Además, Arena, episodio en el que el capitán Kirk lucha con un lagarto, está basado en un relato corto del mismo nombre de Fredric Brown», destaca Barceló. El trío protagonista está formado por el capitán Kirk, el oficial científico Spock y el médico de la nave, Leonard McCoy (DeForest Kelley). El carácter impulsivo de Kirk «el héroe típico que se liga a la chica», dice Aguilera encuentra su contrapunto en la racionalidad de Spock, por cuyas venas corre sangre humana y vulcana, especie que ha conseguido dominar las emociones.

«Roddenberry tenía muy claro que la inteligencia es algo sagrado y que podías colaborar y entenderte con otras especies, aunque también de vez en cuando podías encontrar enemigos. Es el justo punto medio del explorador. Puedes encontrarte con amigo o enemigos, pero tienes que tener la mente abierta. La Federación no es perfecta, pero sí es un paso adelante lógico respecto a lo que tenemos. Star Trek presenta un futuro en el que la Humanidad es más adulta que ahora, es mejor. No hay países y los principios de igualdad de la Federación se aplican también a los extraterrestres», destaca Aguilera. «Aunque hay combates, las soluciones que se buscan son en principio pacíficas. No es el conflicto por el conflicto, sino que se intentan arreglar las cosas hablando», coincide Merelo.

La ambientación en el espacio y el futuro permite a Roddenberry plantear en horario de máxima audiencia, a través de los encuentros con otras especies, problemas que de otro modo no podía tratar la televisión de la época, como el racismo, el sexismo, el nacionalismo y la oposición a la guerra. Así, uno de los primeros besos interraciales de la televisión estadounidense se lo dan Kirk y Uhura en Los hijastros de Platón, capítulo de la tercera temporada que preocupó más de lo normal a los ejecutivos de la NBC, que temían una airada reacción en los conservadores estados del Sur que al final no se produjo. En las series posteriores, se abordarán también asuntos sociales y políticos conflictivos, junto con la multiculturalidad una de las señas de identidad de una franquicia que en enero estrena su séptima serie de televisión, Star Trek: Discovery.

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