Ballenas a la vista

Basta repasar los escudos de los villas marineras vascas para darse cuenta de que los cetáceos han tenido una presencia constante en el Cantábrico. La caza de la ballena fue durante siglos una de las principales actividades de los arrantzales. Amenazados por esa misma caza o víctimas secundarias de la pesca con técnicas modernas, los cetáceos dejaron de ser animales marinos comunes, en algunos casos hasta rozar la extinción o caer de pleno en ella. Así ocurrió con la conocida como ballena vasca. Sin embargo, hoy día «por el Golfo de Vizcaya pueden avistarse ejemplares de más de veinte especies diferentes», según explica Enrique Franco, vicepresidente de Ambar Elkartea, la Sociedad para el Estudio y la Conservación de la Fauna Marina cuyos voluntarios suelen intervenir en los varamientos como el sufrido por el rorcual de Sopela.

«Los cetáceos más comunes en nuestras costas son tres especies de delfines. Se trata del delfín común, el delfín listado y el delfín mular». También se dejan ver calderones de aleta larga, delfines de Risso «y un animal muy interesante, el zifio de Cuvier, la segunda especie que más hemos avistado en los dos últimos años». Este cetáceo odontoceto –es decir, que tiene dientes– es capaz de «permanecer sumergido más de dos horas y veinte minutos, y alcanzar 3.500 metros de profundidad». Suele ser visto en aguas adyacentes al cañón de Capbreton. «Entre los odontocetos también nos encontramos con los cachalotes» y con las famosas orcas, «conocidas injustamente como ballenas asesinas'».

Las orcas son «muy probablemente los animales más inteligentes entre los cetáceos». Tienen comportamientos comunes con los humanos, como su tendencia a «proteger a los congéneres enfermos o desvalidos. Cazan en grupo, desarrollan estrategias de caza...». El mote de 'ballenas asesinas' les viene de «una mala traducción de un apodo anterior, 'asesinas de ballenas'». Son capaces de cazar hasta una ballena azul, aunque aquí «comen bonito del norte». Las orcas viven siempre en el mismo grupo familiar, «en el que manda la abuela más vieja, que puede llegar a vivir más de 100 años».

También entre los odontocetos destaca la marsopa, «en franco peligro de desaparición en nuestras aguas», apunta el vicepresidente de Ambar. Son los cetáceos más pequeños y «hay muy poquitos ejemplares». Entre otras causas porque a menudo «mueren enganchadas en las redes» de los pesqueros.

En nuestros mares también es posible contemplar ballenas propiamente dichas, cetáceos misticetos, o que tienen barbas con las que filtran los alimentos. Alguna vez se puede ver alguna ballena azul, «el animal más grande que ha vivido nunca en la Tierra». Puede llegar a medir 33 metros y a pesar 180 toneladas. Pero «entre las ballenas con barbas las que más se suelen ver son los rorcuales aliblancos o los rorcuales comunes», como el varado en Sopela. «Es el segundo cetáceo mayor que hay, puede alcanzar 23 metros de longitud. Este tipo de rorcuales se ven todos los años. En unos más que otros, pero siempre están presentes».

Algunas especies siguen movimientos migratorios estacionales, otras se mueven de forma más aleatoria. «Depende de qué especies, y en cada caso influye el alimento». De los rorcuales comunes sí que se puede precisar algo más en este sentido. «Durante mayo y junio es difícil verlos porque se van más al norte del Golfo de Vizcaya, hacia el Ártico, a alimentarse. Luego crían en las zonas tropicales. Hacen una migración de miles de millas». Hay otras especies que están presentes siempre, «como los delfines. El delfín común, por ejemplo, se acerca más a la costa en invierno y en verano se aleja».

Sin embargo, de la mayor parte no de los cetáceos no sabemos muy bien si migran o no, «o sus recorridos migatorios no pueden dibujarse con claridad aún». Sus movimientos dependen mucho de «la variabilidad de por dónde ande el alimento». Es el caso de los zifios de Cuvier, «sobre los que ahora se están haciendo estudios», investigaciones «que suelen ser a muy largo plazo».