Jóvenes magrebíes tras llegar a nado a la playa de Ceuta. Efe

EL CORREO hace la ruta desde Ceuta a Euskadi: «Bilbao es uno de los destinos estrella para los jóvenes que saltan desde Marruecos»

Seguimos la ruta de los menas desde Ceuta y Algeciras, donde mafias y oportunistas les 'ayudan' a conseguir el deseado billete a Euskadi

David S. Olabarri

Enviado Especial. Ceuta

Domingo, 8 de diciembre 2024, 01:04

El autobús que lleva desde Algeciras a Irún, con parada en Bilbao, sale a las cinco de la tarde. A esa hora merodea todo tipo ... de gente por la estación de San Bernardo. Casi todo el mundo está de paso: unos individuos discuten a gritos mientras apuran unas latas de cerveza. Unos niños juegan al fútbol con un balón pinchado a pocos metros de un hombre que pide unos euros por aparcar en la calle. Y Abdul sirve comidas en el kebab Estambul mientras sueña con irse a vivir a Euskadi. «Aquí no hay futuro», se lamenta.

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Un chico marroquí de unos catorce años aparece con dos adultos que llevan dos maletas. Se acercan a la taquilla. No habla castellano. Quieren comprar unos billetes, pero el trabajador les dice que el chico no puede viajar solo. Salta a la vista que no tiene 18 años y tampoco tienen documentos que acrediten que son familiares. Ellos dicen que son amigos y que están ayudando al chico a reunirse con su madre. El empleado les explica que tiene que viajar acompañado de sus representantes legales o con una autorización firmada por ellos. Por la estación patrullan unos policías que acaban de identificar a un supuesto carterista. Fue en esta ciudad portuaria andaluza, de unos 13.400 euros de renta media, donde hace unos años se desarticuló una trama que conducía menores marroquíes hasta el País Vasco.

El chico y los dos hombres se sientan en los bancos junto al octavo andén. Apenas hablan entre ellos. A las cinco de la tarde otro joven se sube al autobús. Su destino es Bilbao. Se llama Souleiman y va a encontrarse con su hermana. El billete le ha costado 72,24 euros. Le esperan unas 16 horas de viaje. El adolescente y sus acompañantes se marchan de allí.

Abdul trabaja junto a la estación de autobuses de Algeciras. Todas las semanas aparecen menores por su local preguntándole si puede comprarles un billete para viajar hacia el norte. «Yo no lo hago, pero si tienen dinero saben a quién tienen que preguntar». David Olabarri

«Esto es algo que vemos aquí todas las semanas. En los próximos días lo volverá a intentar», apunta Abdul, un exmenor tutelado de 34 años que trabaja en el kebab situado junto a la estación. Este joven ha dado de comer a los hombres que estaban con el chico. Sospecha que le estaban ayudando a cambio de dinero. «Muchos chicos me preguntan si les puedo comprar un billete. Yo no lo hago porque no quiero problemas. Pero si tienen dinero saben a quién tienen que preguntar», añade.

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La escena que EL CORREO presenció esta semana en la estación de Algeciras encaja con uno de los diversos métodos que emplean las mafias para mover a los menores extranjeros no acompañados (conocidos por su acrónimo menas), explica José Carlos Cabrera, consultor en políticas migratorias. «Algunos les llaman mafias. Ellos se consideran facilitadores», puntualiza este experto, que lleva más de 20 años analizando este fenómeno. Y, por extensión, lo que ocurrió en la estación también cuadra con las sospechas de la Diputación de Bizkaia. La institución foral considera que la incesante llegada de menores extranjeros no acompañadas está motivada, además de por la crisis migratoria que vive Canarias, por la aparición de tramas organizadas que traen a los chicos desde otros puntos de España. «Es evidente que hay un porcentaje de menores que vienen alentados», añade el consejero de Presidencia de Ceuta, Alberto Gaitán.

Un menor acude acompañado de dos adultos para comprar unos billetes. El taquillero les advierte que no puede viajar sólo o sin la autorización de sus padres. «Aquí vendemos uno o dos billetes al día con destino a Bilbao», dicen los trabajadores. D. Olabarri

De una forma u otra -ya sea en los bajos de un camión, por su cuenta o ayudados por instituciones y grupos organizados- lo cierto es que muchos de los menores no acompañados que llegan a España tienen Bilbao y el resto de Euskadi como objetivos principales en su viaje hacia una vida mejor. Lo dicen los educadores y los propios menores consultados por este diario. Pero también los datos. En septiembre del año pasado 310 chavales extranjeros estaban bajo tutela de la Diputación y ahora la cifra ha llegado a 602. Se reparten entre los 16 centros forales, que tienen capacidad para alojar a 400 personas.

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Una situación que ha llevado a la institución foral a decretar una medida inédita: la situación de «excepcionalidad», que habilita a que se activen residencias exclusivamente para acoger a los menores. Es decir, sin la necesidad de habilitar recursos educativos.

El asunto, además, se ha colocado en el primer plano del debate político. Bizkaia, que es el territorio con «el mayor ratio de llegadas de la península», exige un protocolo para el reparto de los chavales y que se aporte financiación económica. Sin embargo, un acuerdo global en esta materia parece de momento una quimera. «Es un fenómeno muy complejo. Pero es evidente que el peso no debe recaer exclusivamente en los territorios afectados como receptores», recalca el consejero de Ceuta.

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En este contexto, sobresale una pregunta. ¿Por qué los menores quieren venir a Bilbao? «Es uno de los destinos de los que más hablan los chicos», reconoce Nayat Abdeselam Ahmed, trabajadora de un centro de menores en Ceuta y que también ayuda a buscar vivienda y empleo a través de la asociación Cardijin a chavales que «se quedan en la calle» tras dejar de ser tutelados.

«Goteo constante»

Nayat explica que en 2016 ya empezó a oír hablar de Bilbao a los jóvenes que llegaban a Ceuta. Pero en los últimos meses -subraya- se ha convertido en uno de los destinos preferidos de los jóvenes, por encima incluso de Barcelona y Madrid. «Se ha extendido la idea de que allí van a estar muy a gusto. Piensan que les van a tratar bien, que hay más recursos y más posibilidades de encontrar trabajo», afirma. Es algo que confirma Mohamed, uno de los jóvenes tutelados que fue trasladado a un centro de la periferia de Algeciras por la saturación de los recursos de Ceuta. «La gente dice que en el País Vasco la comida y la ropa es mejor y te dejan estar más tiempo con el móvil», sintetiza Mohamed.

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El experto en migraciones también insiste en que los jóvenes saben que la red de protección vasca es «mucho mejor» que la que existe en otros lugares de España, pero apunta otros datos relevantes. Muchos de los chavales que llegan a Bilbao proceden de las mismas zonas de Marruecos y Euskadi también es «frontera norte» -y debe ser «considerada como tal»-, porque desde aquí salen diversas rutas hacia Europa que también pueden interesar a los inmigrantes. De hecho, es un concepto que ha enarbolado esta semana el PNV para reclamar al Estado más fondos para atender a los menores que llegan.

Exterior de unos de los centros de menores semicerrados de Algeciras. D. Olabarri

La estación de Algeciras es uno de los puntos calientes en la ruta hacia Bilbao de muchos menores, pero hay otros muchos chicos que llegan aquí después de «escaparse» de centros de menores de otras comunidades. En las taquillas de la localidad andaluza -explican los trabajadores- venden «uno o dos» billetes al día con destino a la capital vizcaína. «Es un goteo constante», afirman. Los empleados explican que a muchos chicos no les dejan subir o les hacen bajarse en Málaga, previa llamada a la Policía, si los chóferes descubren que se les ha colado algún menor. El problema con el que se encuentran -insisten- es que muchas veces la edad de los jóvenes no está clara o viajan con billetes comprados por otras personas con identidades falsas.

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«Se ha extendido la idea de que en Bilbao van a estar a gusto. Piensan que hay más trabajo y recursos»

Nayat Abdeselam Ahmed

Asociación Cardijin

Algeciras es la última escala para muchos de los chavales antes de llegar a Bilbao. Pero lo cierto es que para entender mejor el viaje que emprenden estos jóvenes hay que tomar un ferry con destino a Ceuta y cruzar la frontera del Tarajal. En la ciudad norteafricana no tienen reparos en hablar de la crisis migratoria y reciben con las puertas abiertas a cualquiera que se interese por su situación.

Nayat Abdeselam Ahmed ayuda a todos los chavales que puede en el barrio de la pantera, muy cerca de El Principe, a apenas unos minutos andando de la frontera. Tiene espacio para dar alojamiento a unos 16 chicos durante 2 meses. Durante ese tiempo les trata de buscar trabajo. El martes tenían un taller de búsqueda activa de empleo.

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En la actualidad, superar la valla de 10 metros de altura de Ceuta es «muy complicado». Y muchos de los menores intentan llegar a España nadando desde la vecina Castillejos. La frontera del Tarajal está fuertemente vigilada por las fuerzas de seguridad de ambos países. Los primeros kilómetros de costa de Marruecos están llenos de puestos de vigilancia de la Policía y el Ejército marroquí. «La pasada semana cogieron a dos que trataban de cruzar y les pegaron una paliza allí mismo. Lo habitual es que después les quiten el móvil y el dinero y les abandonen en la frontera del sur de Marruecos», explica Brahim, un vecino de la localidad.

«Euskadi es frontera norte y debe ser considerada como tal. Desde allí salen rutas hacia Europa»

Jose Carlos Cabrera

Consultor en políticas migratorias

Para evitar estos controles, los chavales se lanzan al agua a muchos kilómetros de distancia. Lo suelen hacer cerca de exclusivas urbanizaciones -como en la que veranea el rey de Marruecos- y hoteles que cuestan unos 600 euros la noche. Los chicos «se separan lo máximo posible de la costa» para evitar ser detectados. Pueden estar nadando más de seis horas. «Se juegan la vida», advierte Carmen Echarri, directora del 'El Faro de Ceuta'.

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En la ciudad autónoma los centros están saturados. Este año han llegado 900 menores, lo que supone un incremento del 261%. En estas circunstancias han tenido que habilitar varios recursos de urgencia gestionados por entidades privadas. Uno de ellos es un pabellón industrial en la propia frontera del Tarajal de la Fundación Samu, que gestiona numerosos recursos de este tipo y que no ha querido participar en este reportaje. Se trata de espacios que se habilitaron de forma «extraordinaria» en la crisis migratoria de 2021 -cuando Marruecos abrió las puertas a más 10.000 personas, entre ellos unos 1.000 menores-, que se cerraron cuando se fue «normalizando la situación» y que han tenido que ser reabiertos este año.

El punto desde el que los jóvenes se lanzan al mar en Marruecos, con el objetivo de llegar a nado a Ceuta. David Olabarri

Muchos de los menores que llegan a Ceuta tratan de escaparse a la Península o son derivados a otras localidades por la sobreocupación de los centros. Aquí sólo les pueden garantizar «las necesidades básicas», explica Nayat. Para la mayoría de los chicos Ceuta sigue siendo África y su objetivo es llegar al norte. «Para muchos de los chicos esto sigue siendo Marruecos. Y tienen ansias de cruzar», añade. A partir de ahí tienen más facilidades para llegar a la ciudad que quieren.

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El problema -advierte- surge cuando estos chavales llegan a ciudades en las que no tienen vínculos familiares, se sienten rechazados y empieza a invadirles la sensación de que esto no era lo que esperaban cuando se marcharon de sus casas. «Muchos de ellos acaban delinquiendo», lamenta Nayat, que insiste en la necesidad de cambiar un sistema de acogida que para muchas empresas y políticos es sólo «un negocio» o un «arma arrojadiza». «Lo que menos les importa son los menores».

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