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Bilbao, nido de rapaces en parques y torres

Bilbao, nido de rapaces en parques y torres

Las aves depredadoras se adaptan a la ciudad y la convierten en su coto de caza gracias a la proliferación de palomas y de nuevas atalayas

Eva Molano | Josemi Benítez

Martes, 19 de marzo 2019

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Las amenazas se ciernen sobre las aves comunes por la alteración del hábitat, que les priva de comida y refugio, y los efectos de los pesticidas, entre otros peligros. Mientras que los pájaros tradicionalmente habituales en nuestros jardines como gorriones molineros, currucas y ruiseñores experimentan un considerable retroceso, las aves oportunistas y depredadoras ganan terreno en Bilbao. Las que encuentran su sustento en la basura o en otras especies parecen ajenas a la crisis que ha cortado las alas al resto. Como las palomas, que se alimentan de desperdicios y se consideran una plaga, o la tórtola turca invasora, una especie exótica citada por primera vez en 1974 y que ya abunda en el norte peninsular.

Ellas mismas, que desplazan a otras aves de sus nichos, pueden servir de alimento a las gaviotas patiamarillas, de hasta metro y medio de envergadura, que han anidado en algunos tejados del centro de Bilbao. Y de reclamo a otras rapaces, atraídas, precisamente, por la comida fácil que abunda en la villa, donde cada vez se sienten más cómodas al abrigo de sus frondosos parques, crían polluelos y cazan desde lo alto de árboles y torres, sus nuevas atalayas. Juegan un papel clave contra las plagas: se alimentan de ratas, - se calcula que hay una por habitante- y de palomas, (hay 3.500 en la ciudad, y eso que el Ayuntamiento extermina a unas 1.300 cada año tras cazarlas con jaulas o redes). O incluso de otras aves como los estorninos, cuyas bandadas desatan tantas quejas vecinales.

El centro de Bilbao es coto de caza para halcones, gavilanes, cernícalos y rapaces nocturnas de gran porte y belleza como el cárabo y la lechuza. «Siempre han estado aquí. Su número no ha variado, excepto en el caso de las lechuzas, porque viven en edificios viejos, muchos se han rehabilitado y entonces no tienen refugio», explica Iñigo Zuberogoitia, doctor en biología e investigador de la UPV. «Aquí hay mucha comida. Las presas fundamentales son palomas y ratas, que hay a destajo. Y uno de los problemas es que como las ratas se combaten con raticidas, lechuzas y cárabos mueren por envenenamiento secundario», advierte este reputado ornitólogo.

300 kilómetros por hora

Si las lechuzas prefieren habitar buhardillas y edificios en ruinas de la ciudad y se alimentan de ratas y pichones en El Arenal, los cárabos, que pueden alcanzar casi un metro de envergadura, viven en zonas verdes de Doña Casilda y la Universidad de Deusto. Bilbao también cuenta con otra joya, el autillo común, que come insectos y reside en Doña Casilda y El Arenal. Todos son ejemplares que cuentan con una especial protección legal.

Mientras, algunas rapaces diurnas prefieren vivir en la periferia. Así, cuatro halcones peregrinos son habituales del valle del Bolintxu y acuden cada día al centro a cazar, lanzándose desde lo más alto de los rascacielos para enganchar a sus presas a más de 300 kilómetros por hora con sus garras mortíferas. Cada uno de ellos puede eliminar unas 400 aves al año. Sus atalayas preferidas para otear Bilbao son las torres del BBVA y de Iberdrola. «De forma ocasional, el gavilán baja a cazar gorriones o mirlos. En primavera y verano se ve a los milanos negros, que buscan bichos muertos o pollitos desvalidos, y pueden cogerlos en tejados y parques», explica Zuberogoitia.

La villa esconde otras perlas de la naturaleza entre sus edificios. Una docena de parejas de cernícalos vulgares, unas aves de la familia de los halcones y con gran capacidad de adaptación, cría en tejados de los inmuebles, tanto habitados como vacíos, y jardineras de balcones y ventanas. «Cazan roedores en los solares, carreteras y zonas abiertas».

Los cuervos no se consideran aves rapaces, pero hay varias parejas que ya anidan en la villa. Y en concreto, una de ellas, que reside en la zona de Deusto, «se ha especializado en capturar pichones de palomas en los tejados», apunta Zuberogoitia. Aitor Galarza, otro ornitólogo bilbaíno, asegura también que el busardo ratonero, un tipo de águila, sobrevuela Bilbao a menudo. «Una vez vi cruzar por encima del puente de Deusto un águila pescadora. Pero tampoco damos a las aves muchas posibilidades para que aniden», reclama.

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En los parques de la villa aún podemos encontrar pajarillos como el colirrojo tizón, mirlo, zorzal, petirrojos y verdecillos, pese a la crisis que sufren los llamados 'txinbos'. «No hay una política activa a favor de las aves, que necesitan refugio. Sitios para poderse guarecer y criar. Poniendo setos y casas nido proliferarían. Hacen falta menos farolas y más árboles. Yo voy al parque de Eskurtze y si hiciéramos un seto en el borde de la autopista, habría menos ruido y muchos pájaros se animarían a anidar», propone.

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