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Cuando el Ayuntamiento de Bilbao presentó hace un mes su borrador de ordenanza para regular las terrazas, los hosteleros calificaron la nueva normativa como ... «un ataque directo contra la hostelería» porque adelantaba treinta minutos el momento del cierre y establecía varias restricciones más a la hora de ocupar espacio público. Ahora, la parte tradicionalmente antagónica en este asunto, las asociaciones vecinales, dicen que esa misma normativa se entrega al sector hostelero, elude tomar medidas para mejorar la calidad de vida de la gente (que tiene problemas para dormir y para transitar por las aceras) y sigue «privatizando» el espacio público para la consecución de beneficios privados.
En fin, la pesadilla del político contemporáneo: dos partes enfrentadas, cada una de ellas con argumentos sólidos, y la imposibilidad de encontrar una solución que complazca a ambas. Al menos uno de los sectores en conflicto se va a quedar frustrado. Posiblemente, los dos.
Como el asunto es complejo, el gobierno municipal ha diseñado un proceso que pone énfasis especial en el diálogo previo. Es decir, lo que el concejal de Espacio Público, Asier Abaunza, dio a conocer a finales de diciembre fue únicamente «un borrador». Un texto previo con el que se hacían públicos los planes del Consistorio. Ahora llega el momento de hablar con las partes implicadas antes de continuar con la tramitación habitual: esto es, antes de discutir el texto con la oposición municipal, hacer la aprobación inicial, luego la información pública, el periodo de alegaciones y la aprobación definitiva.
Los hosteleros ya dejaron claro su modo de ver este nuevo escenario que llega y que implica adelantar media hora el cierre, ampliar la zona que deben dejar libre para el paso de peatones o eliminar las estufas de gas: «Un ataque en toca regla», dijo el gerente de la asociación Hostelería de Bizkaia, Héctor Sánchez. Augura un «impacto económico terrible» porque las terrazas se han convertido en elementos determinantes para el negocio. Y si no funcionan bares y restaurantes no sólo sufre el atractivo de la ciudad y se pierden espacios de socialización, sino que las calles, sin gente, se vuelven más inseguras. Esos son los argumentos habituales en esta parte.
Las asociaciones vecinales están en las antípodas y ya ha preparado sus alegaciones alguna de ellas, como Uribitarte Anaitasuna (de Abando, muy activa siempre en estos temas) y una plataforma que agrupa a un centenar de residentes en Muelle Marzana.
¿Qué problema tienen si la ordenanza proyectada es más restrictiva que la vigente? Lourdes Llorens y Marisa Fernández, presidenta y secretaria de Uribitarte Anaitasuna, apuntan en varias direcciones. La principal, que se trata de una norma «continuista» que no llega al fondo del problema. ¿Cuál es? La, a su juicio, excesiva proliferación de terrazas en ciertas zonas de Bilbao. Sobre todo, en Abando y el Casco Viejo. Recuerdan que en 2018 hubo «un conato de regulación» cuando el Ayuntamiento anunció la aplicación de un modelo matemático para reducir el número de terrazas. Tomaría en consideración la dimensión de cada calle, las características de cada local, si pasaba transporte público, los flujos de peatones... todo. Su aplicación, ya se sabía, reduciría drásticamente la ocupación de la vía pública, sobre todo en zonas como Ledesma o la Plaza Nueva.
Luego llegó la pandemia y aquello quedó en el olvido; más aún, las terrazas ganaron un protagonismo esencial y se convirtieron en elementos cruciales para la hostelería, espoleadas también por un clima que tiende a la benignidad. Y ahora llega esta nueva ordenanza, con unos vigores restrictivos de menor intensidad. Por eso desde la asociación de Abando consideran que «no se soluciona el problema de abuso» que existe ahora en la ocupación del espacio público. Un espacio que, a su juicio, es utilizado de forma excesiva por las empresas de hostelería para «desarrollarse y desarrollar su beneficio».
Apuntan desde Uribitarte Anaitasuna que la regulación no hace distinción alguna entre barrios cuando a su juicio debería tenerse en consideración el flujo de peatones. Porque, dicen, el impacto de los veladores no es igual en el centro, donde llega «gente de toda la ciudad y de toda Bizkaia» tanto por el comercio como por la hostelería, atestando sus calles, que en otros barrios más tranquilos. También consideran que no debería estar permitida la ocupación de las zonas próximas a los pasos de cebra ni de las «orejas peatonales». Y consideran que deberían eliminarse «las terrazas consistentes en dos o tres mesas altas» en aceras angostas porque lo que hacen es animar a que varias personas se instalen ahí, dificultando el transitar de la gente. Como punto relevante, avisan de que el Ayuntamiento pretende seguir permitiendo «actividad en la línea de fachada». Repisas, barriles y cosas así. «Ya hay una sentencia del Tribunal Supremo que condena esta práctica porque limita la accesibilidad a personas invidentes, que se guían precisamente por esa línea de fachada en su deambular».
Uribitarte Anaitasuna ha presentado un documento de 45 páginas con propuestas detalladas sobre dimensiones de terrazas según anchura de aceras, y toda una batería de proposiciones.
En el documento, la asociación también se duele de que la actual redacción, la propuesta municipal, es vaga, inconcreta. Así, tras protestar porque «no se proporcionan reglas para ordenar las terrazas en zonas saturadas», hacen ver que «el Ayuntamiento únicamente 'intentará' buscar una estética adecuada y mejorar la accesibilidad». Es decir, no fija criterios, lo que consideran los vecinos que es prueba de una técnica «bastante deficiente» en materia legislativa. Y lo mismo ocurriría cuando el Consistorio dice que «podrá» limitar la superficie de una terraza cuando supere en dimensiones al local al que sirve, pero «no establece reglas para determinar la terraza como actividad complementaria al establecimiento principal».
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