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Mikel Oyarzabal.
Una puerta cerrada

Una puerta cerrada

El fracaso en los intentos de fichaje de Illarramendi, Berchiche, Iñigo Martínez, Aritz Elustondo y Oyarzabal certifica que al Athletic se le ha terminado el mercado de la Real

Jon Agiriano

Lunes, 10 de octubre 2016, 00:42

Durante el último año y medio, el Athletic y la Real han librado en los despachos un derbi mucho más duro que el que se disputará el domingo en San Mamés. Han sido una serie de batallas, más o menos soterradas, que han concluido siempre con victoria donostiarra y que, al menos en apariencia, no han provocado daños graves en la relación entre ambos clubes. Esto último es algo muy reseñable, ya que, por mucho menos que las operaciones con jugadores que les vienen enfrentando desde principios de 2015 (Illarramendi, Berchiche, Iñigo Martínez, Aritz Elustondo y Oyarzabal), hace unos años los presidentes del Athletic y la Real ya se hubieran mandado los padrinos para batirse en duelo.

Ahora, en cambio, todo parece haberse desarrollado con mucha deportividad. Da la impresión de que los dos clubes saben perfectamente el papel que les toca interpretar y aceptan las maniobras del rival como algo natural, como una parte del juego de trincheras del mercado futbolístico. Desde Ibaigane, donde la caja fuerte está rebosante, se intenta el fichaje de un futbolista txuriurdin (o pretendido por la Real, como fue el caso de Illarramendi). En Anoeta suenan entonces las alarmas anti-Athletic, que uno imagina como alarmas antiaéreas, y el club guipuzcoano, que goza también de una buena situación económica -el nuevo contrato televisivo le reportará 55,7 millones al año- activa su nuevo protocolo: habla con el jugador, le hace una gran mejora de contrato y le blinda para las próximas temporadas.

Esta realidad supone un importante cambio histórico. Al Athletic, sencillamente, se la ha terminado el caladero de la Real, del que se ha nutrido esporádicamente durante las tres últimas décadas. Es cierto que los rojiblancos nunca pudieron acceder a las grandes estrellas blanquiazules -Arconada, Zamora, Satrustegui, López Ufarte, Bakero, Begiristain o Xabi Alonso-, pero lograron algunas magníficas capturas como Alkiza o Joseba Etxeberria y algunas otras de menor rango pero interesantes como Gabilondo o Balenziaga. El resto -Loren, Iturrino, Imaz, Díaz de Cerio, Castillo, Zubiaurre o el último en llegar, Gorka Elustondo- fueron adquisiciones de relleno o completamente fallidas.

Otra dimensión

Ahora, sin embargo, ya no hay nada que rascar en San Sebastián. La Real, sencillamente, ha entrado en otra dimensión económica y es capaz de retener a todos los jugadores que le interesan cuando se siente asediada por el Athletic. Es algo que ha quedado perfectamente demostrado con los casos de cinco futbolistas que el domingo harán todo lo posible para que la Real continúe con su magnífica racha de resultados en los derbis. Hablamos de Illarramendi, Berchiche, Iñigo Martínez, Aritz Elustondo y Mikel Oyarzabal. El Athletic los ha pretendido y no ha sido capaz de fichar a ninguno. Cada una de sus aproximaciones, ha terminado en fracaso.

Así las cosas, la reacción en Ibaigane ha sido la esperada. No sólo es que haya habido un mutismo absoluto respecto a estas cuestiones sino que, directamente, se ha mentido calificando de «rumores» lo que eran contactos probados o tentativas de fichajes más que demostradas. En la última y más importante, de hecho, los representantes rojiblancos fueron pillados con la manos en la masa. Vale la pena recordarlo. Los días 10 y 17 del pasado mes de agosto, el director general del Athletic, Jon Berasategi, y el secretario de la junta directiva, Javier Aldazabal, se reunieron en Jaca (Huesca) con el padre de Mikel Oyarzabal, que estaba allí veraneando. Durante su encuentro, le transmitieron la voluntad del club bilbaíno de fichar a su hijo abonando su cláusula de rescisión (40 millones) y ofreciéndole un contrato de estrella: 3,5 millones netos por temporada.

A la Real no le pilló por sorpresa la operación. En realidad, ya la barruntaba. Y es que, unos días antes, había recibido un chivatazo muy jugoso desde Madrid: el Athletic había pedido información en la Liga de Fútbol Profesional sobre la manera de realizar el depósito para ejercitar una cláusula de 40 millones. Al día siguiente de la segunda reunión de Jaca, es decir, el jueves 18 de agosto, el padre del futbolista llamó a Jokin Aperribay, le detalló la gran oferta que había recibido y le comunicó que, pese a todo, el deseo del chaval era seguir en su equipo de siempre. Aperribay y el padre de Oyarzabal quedaron en verse esa misma tarde en el hotel NH Toro de Pamplona. El presidente txuriurdin le prometió un nuevo contrato más largo y mejor retribuido, y consiguió retener al jugador, al que puso una cláusula de 50 millones que ascendería a 6o en «escasos especiales». Se refería al Athletic, por supuesto.

Josu Urrutia no quiso decir ni una sola palabra sobre el tema. En su rueda de prensa del 13 de septiembre, se escudó en uno de sus argumentos-fetiche: que él no tiene que dar explicaciones sobre todas y cada una de las operaciones que hace el club, ni de responder a todas y cada una de las informaciones que se difunden y se publican sobre el Athletic. El no tener la obligación de responder a todo le sirve al presidente rojiblanco para arrogarse el derecho de no contestar a nada, ni siquiera a lo relacionado con la que hubiera sido la operación más importante de la historia del club, una especie de caso Etxeberria del siglo XXI.

Silencio de Urrutia

Sucedió algo similar con Asier Illarramendi en el mercado de invierno de la campaña 2014-15. El Athletic ofreció al Real Madrid 24 millones por el mediocentro de Mutriku, que apenas contaba para Carlo Ancelotti. Florentino Pérez era favorable al acuerdo, pero el futbolista tenía otros planes. Rechazó la oferta del Athletic y decidió esperar hasta el verano. El interés rojiblanco había decaído para entonces, no así el de la Real, que acabó recuperando al jugador tras pagar 17 millones, la mitad del dinero por el que lo había vendido. Urrutia ni siquiera llegó a confesar que el Athletic se había interesado por Illarra. No dijo nada, como de costumbre, pero en su fuero interno supo que había pinchado en hueso. Y que intentar llevarse a un jugador txuriurdin, a alguno importante como lo fue su amigo Bittor Alkiza, por ejemplo, se había puesto casi imposible.

Pudo confirmarlo la siguiente temporada, cuando el Athletic lanzó sus redes a tres realistas: Yuri Berchiche, Iñigo Martínez y Aritz Elustondo. El lateral izquierdo, un canterano de Lezama al que entrenó Julen Guerrero, terminaba contrato en junio de 2016. El Athletic contactó con él a primeros de diciembre de 2015 y le mostró su interés en ficharlo si llegaba gratis a final de temporada. Al cabo de un mes, Berchiche renovó hasta 2020. Luego llegaron los casos de Iñigo Martínez primero y de Aritz Elustondo, después. En Ibaigane daban por hecha la salida de Aymeric Laporte a final de campaña y se lanzaron en busca de un central.

El ondarrés era, sin duda, la mejor opción. La oferta rojiblanca volvió a ser muy generosa, pero no convenció a Martínez, que la utilizó para presionar a la Real y conseguir su objetivo: una renovación hasta 2021 y convertirse en uno de los tres jugadores mejor pagados de la plantilla -más de 3 millones netos- junto a Vela e Illarramendi. El caso de Aritz Elustondo es diferente. Siempre fue una segunda opción y se trataba de un fichaje que presentaba muchos inconvenientes: acababa de renovar hasta 2020 con un cláusula de 30 millones y, sobre todo, no era un futbolista contrastado y menos como central. En fin, que los tiempos han cambiado. El Athletic puede comenzar a olvidarse de capturar futbolistas de verdadero interés en casa de su vecino, que ha ganado mucho músculo económico y ha hecho del blindaje antirrojiblanco una cuestión de principios. A día de hoy, la realidad es que, desde Bilbao, el único daño que se le hace a la Real es encarecerle la plantilla. Poco más. Salvo ganarle de una vez en el campo, se entiende.

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