De entre las fotos de la renovación de Nico Williams que ha distribuido el departamento de prensa del Athletic, la más significativa de todas es ... esa en la que aparece junto a Iñaki, sujetando ambos la camiseta rojiblanca, y en la que el mayor rodea con su brazo al pequeño mientras le observa con orgullo, como diciéndole, «bien, hermano, bien». Nico mira a la cámara y sonríe, como si todavía, a los 21 años, no fuera consciente de todo lo que hay a su alrededor; Iñaki, confiado, levanta el mentón y también sonríe, pero de otra forma, porque él tuvo que madurar mucho antes, cuando de niño le tocó cuidar a ese bebé que ya ha crecido y está ahí, a su lado. El mayor sí sabe todo lo que significa jugar en el Athletic, lo que supone vestir la camiseta rojiblanca, y por eso se siente orgulloso del paso que ha dado su hermano.
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Sabe también que, en este momento del club, ambos son imprescindibles para su crecimiento, y hay que reconocer que la llegada de Nico al primer equipo del Athletic supuso un impulso importante para la carrera de Iñaki. Siempre había soñado con jugar con él en Primera División, y su ascenso a la máxima categoría se convirtió en un acicate para él, como si le hubiera dado un subidón de adrenalina que todavía persiste. Hay algo mágico en la conexión entre Iñaki y Nico. O tal vez no sea mágico, sino algo natural. La irrupción fulgurante del pequeño se convirtió a la vez en el asentamiento del mayor, al que se comenzaba a cuestionar por su rendimiento, que ha ido a más desde que juega junto a su hermano, y no parece que todo sea una casualidad.
Cuando los Williams acaparan las bandas, una para cada uno, da la sensación de que cualquier cosa puede pasar en el juego de ataque del Athletic. Con mucha velocidad ambos, pero estilos diferentes, apenas interactúan durante un partido, alejados como están sesenta metros entre ellos, pero hay una especie de conexión entre los dos. Se retroalimentan. Iñaki protege a Nico, aunque cada vez menos porque el pequeño empieza a sabérselas todas. El pasado lunes en Girona, fue más de lo mismo. Nico fue, seguramente, el jugador más destacado del Athletic e incluso del partido, pero el gol llegó por el otro lado y lo marcó Iñaki. Algo hay ahí.
Por eso es tan importante que Nico haya dado el paso de renovar. Primero, porque exime de una preocupación importante a la directiva de Jon Uriarte a la que, atribuyámosle los méritos, le corresponde el éxito en la negociación. Como no, también a la afición del Athletic que asistía inquieta, sin saber nada de nada, salvo los mensajes de buena voluntad que lanzaban ambas partes, viendo cómo caían las hojas del calendario y se acercaba ese 1 de enero en el que el jugador quedaba libre para negociar.
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Pero, miren por dónde, como cuando Poulidor distanció a Anquetil en el Puy de Dôme, y el segundo preguntó por la ventaja que todavía llevaba en la general. «Todavía le sacas catorce segundos», le dijeron. «Me sobran trece», contestó. Al Athletic le sobró un mes, y se acabaron las especulaciones; tendrán que dejar de revolotear por encima de San Mamés los buitres, y no voy a nombrar a ningún club que viste de azul y grana, porque no hay cadáver que picotear, ya que, además, nadie les fía en la carnicería donde el producto fresco se cobra y se paga a tocateja.
Se terminó todo eso y podríamos decir que comienza una nueva época, sin rumores, con tranquilidad. Esperemos que todo se traduzca en que el equipo, en el que Nico Williams es una de las piezas fundamentales, siga respondiendo como hasta ahora. Que la conexión mágica, y si no lo es lo parece, entre Iñaki y su hermano menor, funcione cada vez mejor y se extienda en red al resto de sus compañeros, que recibieron con alegría, como se puede ver en los vídeos que ellos mismos han colgado, –¡qué manía de grabar en vertical!– en las redes sociales. Contra el Rayo todos esperamos que la buena noticia se traduzca en una victoria.
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