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«Mi aitite dejó de ir a San Mamés porque le daba envidia ver a los jugadores»

Lander Zarraonandia, el Nieto de... Telmo Zarra. 5 Copas, una Liga, 6 trofeos 'Pichichi'

Viernes, 2 de abril 2021, 02:06

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Lander Bilbao Zarraonandia se le dibuja una sonrisa cuando recuerda a Telmo Zarraonandia, 'Zarra', el gran artillero del Athletic, el futbolista que anotó 335 goles en 354 partidos como rojiblanco. Pero se le ilumina la cara, incluso le atrapa un punto de emoción, si evoca a su aitite, a la persona que había detrás de este jugador que recaudó cinco Copas, una Liga, seis trofeos 'Pichichi'... Entonces, deja volar su imaginación, retrocede en el calendario y se confiesa: «Le admiro muchísimo. Siempre le tendré como un referente. Era supercariñoso».

Este treintañero que no alcanzó a comprender la relevancia y magnitud de aquel hombre que muchas veces le llevaba al autobús del colegio hasta que pasó el tiempo habla ahora con «orgullo». «Después de su muerte, de que saliera en todas las portadas... Entonces, me dije: '¡Ojo con el aitite!'. Sabía que había jugado en el Athletic, que había sido un futbolista importante... Pero hasta ese momento no reparé en su dimensión pública».

Empezó a bucear en su trayectoria, a documentarse, a recopilar cifras... «Todo lo que había conseguido», resume. Y fue mucho. Zarra era sinónimo de gol, de seguridad ante la portería rival, pero también de un ser humano entrañable, que tenía una buena palabra para todo el mundo. «Íbamos por la calle y le paraba la gente. Yo pensaba que le conocerían del pueblo, que serían amigos. Parecía que se conocían de toda la vida. ¡Era así! En Mungia, bueno, porque era un pueblo, pero cuando venía a Bilbao... ¡Ni te cuento!», ensalza Lander.

«Le gustaba bailar, se disfrazaba...»

Y a dúo con su hermana Adriana describen las pasiones, el día a día, de esta leyenda que nació en la estación del tren de Asua. «Le gustaba bailar, especialmente en las celebraciones, jugaba con nosotros en el jardín, se disfrazaba en Nochevieja. Era muy bromista. Nos cuidaba muchísimo, nos ponía el desayuno... Los días que llovía, le decía a mi madre: 'Los chavales no irán a clase con este tiempo'». Sirven su relato con dosis de fascinación en las miradas.

La conversación se desarrolla semanas después de cumplirse el centenario del nacimiento de su abuelo, el pasado 20 de enero. Habían trazado varios planes para homenajear a ese futbolista que alcanzó la gloria planetaria con la diana que anotó en Maracaná a Inglaterra en el Mundial de 1950. La pandemia lo ha impedido. «Teníamos muchas ganas de realizar algún acto. Nos pusimos en contacto con el Athletic y otros clubes en los que había jugado (Erandio, Indautxu y Barakaldo) para intentar coleccionar recuerdos de él». De momento, el principal tributo, sentido, apasionante, es un vídeo de Adriana, que la bailarina todavía desea ampliar. Pero, en el fondo, dice Lander, lo más reconfortante es que «después de tanto tiempo se le recuerda, y eso es superespecial para nosotros».

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Cinco Copas, una Liga...

Como Zarra lo fue para el Athletic. Ganador de cinco Copas, una Liga y una Copa Eva Duarte, su nieto asegura que no guarda en la memoria mucho de lo que le han contado sobre las celebraciones de antaño. Sí deja alguna pincelada: «Volvían en autobús, creo que paraban en Haro. Lo celebraban ellos y luego venían a festejarlo con la afición...». Interviene Adriana: «Hemos leído que para que se detuvieran en algunos pueblos de la ruta ponían una mesa con 'un ramillete de señoritas'...», desvela.

Cosas de otros tiempos. Como aquella ocasión, ocasiones más bien, en las que el delantero tiraba de inusual deportividad. Con un rival en el suelo lesionado y una oportunidad clara para marcar, envió el balón fuera. Ocurrió contra el Málaga y el Deportivo. «Son las anécdotas que más contaba. Las más sonadas». Y en ambos casos recibió muestras de gratitud: «El Málaga se lo reconoció con una insignia. Y el Deportivo, con un botafumeiro de plata». Ahora forman parte de los múltiples objetos que la familia Zarra atesora con devoción en una habitación de su casa de Rodríguez Arias, cerca de la plaza Campuzano.

La biografía en una cerilla

Allí rebosa historias un 'museo' en el que Lander pasa horas y horas. «En una cerilla, por ejemplo, le escribieron su biografía con letra muy, muy pequeñita». Pero falta una pieza esencial, algo que llevan años buscando sin resultado: una camiseta. «Hemos preguntado, hemos rastreado, pero nada». Las zamarras no llevaban entonces el nombre a la espalda. De su indumentaria se conservan unas botas en el museo del Athletic, «propiedad de una peña del Casco Viejo». Una cascada de recuerdos inunda el corazón del nieto de Zarra, que pisó la hierba de La Catedral en el homenaje que recibió su abuelo en 1997. «Yo tenía seis años. Se emocionó muchísimo, se le saltaban las lágrimas. Vino Di Stéfano, Williams, el portero al que marcó en Maracaná...».

El enorme delantero disfrutó aquel día sobre el césped. Pero en la grada ya no lo conseguía. «En la última época le daba envidia ver los partidos, envidiaba a los jugadores. Dejó de ir a San Mamés. Era yo el que utilizaba su carné». Porque no estaba en el juego con sus grandes compañeros y amigos. Con esos futbolistas con los que luego construyó su vida. «Hacía muchos viajes con Iriondo, Panizo, Venancio, también con Gainza. Mi abuela los recuerda mucho. Estaban hablando continuamente, quedaban a comer, se gastaban bromas...». Tiempo atrás, todos ellos marcaron una era en el Athletic, una época de triunfos, de victorias. Y de goles. Con la firma de Zarra.

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