Athletic Genuine, capacidad infinita para la ilusión
El conjunto rojiblanco se ha convertido en «media vida» para unos futbolistas que, sin importarles la victoria, fomentan el «respeto, la solidaridad y el compañerismo»
«Hoy nos mojamos seguro», le dice Josu a Xabat mientras caminan hacia el campo de entrenamiento. «Pues entonces quítate el gorro». Sonríen. Felices calándose bajo la fina lluvia. El periodista les acompaña. Josu le ha recibido con un abrazo. Con eso basta. Es la llave para ser uno de los suyos. Tan fácil.
El atardecer, frío y sombrío, ha cubierto con una red de sirimiri los campos de entrenamiento de Lezama. En el que está más arriba, ya bajo los focos que alumbran la llovizna, se ejercitan los casi 50 jugadores con discapacidad intelectual del Athletic Genuine. Sobre el césped todo es luz, la artificial de los paneles lumínicos y, sobre todo, la humana, la que generan tantas risas. Tras una de las porterías, Txema Gil, presidente de la peña Genuine –más de 200 socios–, define con una frase la talla de este proyecto: «Son la mejor representación del Athletic allá donde van». No ganan los torneos, pero siempre les dan el trofeo al 'fair play', al juego limpio. Esa es su misión.
«A veces, cuando venimos en coche a Lezama, Jon Ander me pone una mano en la rodilla y me dice: 'Aita, esto es la ilusión de mi vida'», comparte Txema Gil mientras asiste al entrenamiento del pasado martes. En el campo reina el jolgorio: ánimos de los entrenadores y alegría entre los jugadores. Todos se apoyan. Todos ganan. Su ilusión es contagiosa, como un fuego que se sopla a sí mismo. Ya ni se siente que sigue lloviendo. Y menos aún cuando durante el partidillo se pita un penalti. Aitor Iturbe es el encargado de tirarlo. Se concentra, toma distancia, lanza la carrerilla y chuta. El balón no entra. Da igual. Se repite. Hasta que anota. Entonces, todos, los que iban con su equipo y los otros, le abrazan. Hasta le mantean. Su sonrisa ilumina más que los focos.
Un par de horas antes, el periodista ha estado con Aitor en su casa, a dos pasos del Guggenheim. En su camiseta luce el '5' de Yeray, pero su ídolo es «Aduriz». Tímido ante las cámaras de la prensa, «se transforma en el campo», apunta su padre, Jesús Mari Iturbe, la mano que llevaba a Aitor a aquellos primeros entrenamientos en la Casilla y luego en Zorroza, cuando ya Ritxi Mendiguren y Esteban Feijóo montaban lo que hoy es el Athletic Genuine. Genuino. Auténtico. De verdad. Aitor, que tiene 25 años, prepara su mochila para acudir a Lezama. Mete con mimo la ropa y se quita las zapatillas de casa, que llevan el escudo rojiblanco. «A Aitor le sale el Athletic por los cuatro costados», dice Jesús Mari. «Para él, esto es media vida».
Aitor dedica las mañanas a aprender en un módulo de comercio de la Universidad de Deusto. Los fines de semana sale con la cuadrilla «al cine, a la bolera...». Pero lo mejor son las tardes del martes. El Athletic. «Eso... e ir a San Mamés. Vive a tope los partidos, canta el himno, se levanta con la bufanda... El otro día me mandó un whatsapp para decirme que nos había tocado Osasuna en la Copa y que él ya sabía que iba a ser ese rival».
Aitor juega «de delantero». Carga con su mochila y... a Lezama. «Lo disfruta como un cosaco. Ir allí, compartir con los amigos, entrenar... lo vive», señala Jesús Mari, que le acompaña hasta las instalaciones del Athletic. Llegan a la vez que la lluvia. Y esperan al resto. Es el rito. Aparecen Josu, Xabat, Jon Ander, Izaskun... Todos se abrazan. «Lo mejor es la convivencia entre ellos. Se respetan. Hay valores. Se quieren muchísimo», subraya el padre de Aitor. La sonrisa compartida de estos jugadores se burla de todos los prejuicios que persiguen a las personas con discapacidad intelectual. A través del fútbol, el Athletic Genuine defiende la diversidad, promueve la inclusión y, algo más, les hace visibles. Arriba, en el campo, ya están encendidos los focos.
Josu y Xabat, que vienen de Amorebieta, han subido hasta el campo sin gorro. Para qué ponerse 'choto' si se van a mojar durante la sesión. Arriba les espera el abrazo de los técnicos, entre ellos, el de Diego Feijóo, hijo del promotor de este proyecto que irradia ilusión. «Para nosotros (los entrenadores) es el mejor momento de la semana. Aunque hayas tenido un mal día, vienes aquí y ellos te lo alegran con su sonrisa», agradece mientras recibe abrazos de los jugadores que llegan como si él fuera el centro de un campo magnético.
Juegan todos, no los mejores
La Liga Genuine fue creada en 2017. El Athletic ya colaboraba antes con varias asociaciones que atienden a personas con discapacidad. «Empezamos con 18 chavales y ahora somos más de 45», destaca Feijóo. No eligen a los mejores jugadores, sino a los que muestran valores como «el respeto, la solidaridad y el compañerismo». En los torneos, cuatro por temporada, compiten todos los equipos de Primera y Segunda, incluidos ya el Real Madrid y el Barcelona. Algunos, cuenta Feijóo, se empeñan en ganar. El Athletic, no. Y por eso lo que siempre gana es la distinción al juego limpio. Es su esencia. «Mira, había un equipo, el Sporting, que no vencía nunca y que jamás había metido un gol. Y salió de nuestros jugadores que les dejáramos meter uno. Nadie dijo que no. Al revés, cuando anotaron lo fueron a celebrar con ellos. Si ves la cara de los padres de los futbolistas del Sporting... Aquí nos pasamos el tiempo llorando, llorando de alegría». Dice Diego Feijóo que el Athletic ha creado escuela. El modelo a seguir.
El proyecto Genuine abre las puertas a personas que tienden a encerrarse, a ser invisibles. «Aquí alguno ha aprendido a atarse los cordones. Y a ducharse fuera de casa. Y ha cogido un avión pese al miedo que tenía», pone el entrenador como ejemplos. Funcionan como una gran familia. Los que se arreglan solos ayudan a los que lo necesitan.
Al borde del campo de entrenamiento, los padres del Athletic Genuine se reúnen en racimos bajo los paraguas. «¡Venga, campeones!», anima Igor Arenaza, uno de los técnicos. 'Campeones' es el título de la película que rompió la taquilla en 2018 con una historia sobre un equipo de jugadores de baloncesto con discapacidad funcional. Jesús Vidal, con ceguera parcial, recibió el premio Goya al mejor actor de reparto por su personaje, 'Marín', fresco, tierno y espontáneo. Al recoger el galardón repartió agradecimientos, uno muy especial a su familia: «A mí sí me gustaría tener un hijo como yo porque he tenido unos padres como vosotros». La emoción que invadió aquella sala también se respira en Lezama.
Cubierto por un paraguas, Jesús Mari Iturbe charla con el resto de los padres. Txema Gil es inquieto. Ya está pensando en organizar los viajes en autobús a donde haga falta. «Lo pasamos en grande. Este equipo es la mejor representación del Athletic», defiende con una sonrisa esponjosa. «Son increíbles...». Y desempolva otra anécdota:«Mira, veníamos en el autobús de vuelta y uno de los chavales llamó por teléfono a su padre. 'Aita, has visto qué gol he marcado. Me han abrazado los compañeros. Y los del equipo rival. Y también el árbitro'. Era feliz, aunque se le había pasado por alto un detalle: el gol había sido en propia meta, ja, ja. Aquí da lo mismo. Es una maravilla». El Genuine, un equipo de jugadores con discapacidad intelectual, tiene una capacidad infinita para la ilusión. De las muchas cosas que ha hecho el Athletic en su centenaria historia, esta es, probablemente, la mejor.
«Los chavales nos enseñan a nosotros»
En dos temporadas, el Athletic sólo ha cometido un par de faltas, y por una de ellas el jugador pidió perdón al resto de la plantilla.
«Nosotros venimos de un mundo donde lo importante es ganar y cuando ves que a estos jugadores les meten uno, dos o tres goles y les da igual... Al principio nos sorprendió pero luego lo disfrutamos con ellos mucho más». Diego Feijóo habla por él y por los otros entrenadores del Genuine, Eli Ibarra, Rocío Ybarra, María Perdiguero e Igor Arenaza. «Son ellos, los chavales, los que nos enseñan mucho a nosotros. Está muy bien ganar, pero es mejor que vayas donde vayas te quiera todo el mundo y te pongan como ejemplo», resalta.
La Liga Genuine se divide en cuatro fines de semana. La primera jornada ya se ha disputado, en Tarragona. Ahora, en marzo, la cita es en Lezama y luego será en Burgos y Villarreal. Los partidos son de cuatro partes, cada una de diez minutos. Y el marcador final se establece en función de quién gana cada uno de esos periodos, independientemente de los goles anotados. «Así, si un equipo vence en las cuatro partes, el resultado final es 4-0. Es para que no se den resultados muy abultados», explica Feijoo. «Nosotros repartimos por igual el tiempo del partido entre nuestros jugadores». En eso, el Athletic también es fiel a su estilo.
Mientras, en el campo de entrenamiento se escucha el 'Zorionak zuri'. Hay un cumpleaños que celebrar. Feijóo se encarga de entrenar a los porteros. Arenaza y Perdiguero se reparten a los jugadores de campo. Calentamiento. «A agacharse, a ver quién encuentra una moneda», les pide Arenaza, que no deja de alabar cada buen gesto de su plantilla. «Venga, chavales». «Y chavalas», replica Izaskun entre risas. Desde el banquillo aplauden los lesionados, que no se han querido perder el entrenamiento. La fiesta de cada martes. Que llueva lo que quiera.
Uno de los jugadores hace un caño. El resto se echa las manos a la cabeza. Aplausos. Abrazos. La jugada acaba en gol y van todos a consolar al portero. Nadie pierde en el Genuine, el equipo que tiene su propia manera de ganar, como cuenta Feijóo: «Cuando haces una falta te quitan un punto. En dos años hemos cometido dos, la primera fue una mano y la segunda vino porque uno de nuestros jugadores se enfadó cuando le quitaron el balón. Le llamamos nosotros la atención, se rebotó y nos contestó mal. No le dijimos nada en ese momento. En el autobús hacia el hotel fue él quien vino a vernos. Quería hablarnos. Al bajar del bus hicimos un círculo con todo el equipo. Y ese jugador, llorando, nos dijo que lo lamentaba, que nos había fallado, que se sentía culpable. Y lo que más le dolía era que por su culpa habíamos dado mala imagen. Nos prometió que aquello no se iba a repetir.». Diego se emociona. «Se dio cuenta por sí solo... eso es una victoria para nosotros».
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