A tres minutos del final, poco después de que Joselu rozara el 1-0, la estampa de la desesperación envolvió Mendizorroza. Un Alavés de nuevo ... competitivo, aunque lastrado otra vez por su escaso filo ofensivo, se dejaba ir uno de esos puntos capaz de regenerar las expectativas de recuperación. Litros de sudor derrochados ante un adversario que solo ofreció sensación de superioridad real en ciertos tramos de la segunda mitad cuando el equipo vitoriano también creció en un duelo que, por momentos, pareció abierto y sin dueño claro. Pero sin gol, una vez más, todo se funde en negro. Para una escuadra local que no se coloca en ventaja en el marcador desde el 20 de noviembre en Sevilla y encadena ya diez jornadas sin ganar. La consecuencia de tan nefasta racha resulta ya evidente. Penúltimo clasificado y, ahora, 16 partidos por delante para tratar de enderezar un ejercicio torcido desde el inicio.
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Un duelo que amaneció diferente a los dos derbis anteriores en Mendizorroza. Con un Alavés que mantuvo la tradicional defensa adelantada de Mendilibar, pero se protegió bastante más de lo habitual. Entre otras cuestiones, por la inclusión de Pere Pons en lugar de un segundo delantero. Sin presionar con intensidad a la zaga azulgrana cerca de su área, salvo en acciones aisladas, y reduciendo los espacios en una zona más retrasada del campo. A la espera ante un adversario que esta campaña ha reducido su capacidad de sorpresa a través de las genialidades individuales y al que le cuesta progresar ante defensas tupidas.
Todo ello generó una primera mitad favorable en cuanto a ritmo para los vitorianos, aunque con el debe de resultar incapaz de amenazar en las contadas ocasiones donde dispuso de espacio para medir a la zaga catalana, al igual que en un par de acciones de estrategia. También con concesiones a balón parado en el área propia ante la desesperación del técnico albiazul y nulo filo en la única opción clara, cuando Pere Pons envió de forma inocente al centro de la portería de Ter Stegen en una posición para, al menos, forzar un situación más ventajosa.
El 101 aniversario del Alavés concluyó con otra decepción. Tras la debacle ante el Betis, con algún atisbo también, eso sí, de que hay posibilidades de pelear hasta el final. Pequeños brotes verdes, como las primeras apariciones peligrosas de un Jason hasta este domingo bajo mínimos o la solidez de un Javi López bastante entonado desde su potencia. Más allá de que a su espalda se colara Ferran para dar el pase definitivo del partido. Otras cuestiones, no obstante, continúan en el aire. Aunque un duelo ante el Barcelona, por rebajado de calidad que se encuentre esta campaña, no es un partido normal. Al Alavés le bastó con mantenerse ordenado e intenso para alcanzar el tramo final del choque en equilibrio. Sin embargo, volvió a mostrar su escasa capacidad para mover el balón con rapidez en el centro del campo y generar problemas al rival, que dejaba su defensa al límite de efectivos y siempre expuesta a cualquier contragolpe preciso. No hubo forma de aprovecharlo. Situación, entre otras, que le ha llevado a estas alturas a los albiazules al fondo de la tabla y cada vez con más riesgo de descolgarse demasiado de la zona de salvación.
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Llega otro paréntesis liguero antes de la ya importantísima visita a Elche y también una última semana de mercado donde Mendilibar, este domingo expulsado de forma rigurosísima por una protesta, suspirará por añadir refuerzos a la plantilla. Sea un centrocampista ofensivo o un delantero que apoye a un Joselu que no puede con todo, queda pendiente de los próximos días. La necesidad de activar la parcela atacante con algún futbolista de calidad se antoja indiscutible. Lo demás sería dejarse llevar ante una situación crítica.
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