Mariana, la vendedora de prensa asesinada en Durango
La competencia profesional entre dos familias derivó en violencia y acabó de la peor manera, con tres tiros en la cabeza de una joven de 24 años
Carlos Benito
Domingo, 10 de julio 2022
Son detalles difíciles de juzgar a más de un siglo de distancia, pero parece evidente que Mariana Bollaín no era una mujer que pasara desapercibida, ni por su apariencia ni por su carácter. La idea se deduce claramente de las líneas que dedicaron los diarios de la época a esta duranguesa que, al fin y al cabo, formaba parte del gremio: Mariana era vendedora de prensa, un oficio al que entonces se solía aplicar popularmente el término 'periodista'. Por ejemplo, 'El Noticiero Bilbaíno' publicó que Mariana era «muy conocida en los andenes de la estación de Durango, pues por su belleza, su tipo esbelto y lo bien ataviada que siempre iba llamaba la atención de los viajeros». 'El Norte' tampoco escatimó elogios para la «agraciada muchacha de 24 años» que «por su simpatía personal y por sus buenas disposiciones para el negocio que explotaba había conquistado una numerosa clientela». Y, en fin, 'El Liberal' la calificaba de «vivaracha y alegre» y destacaba la gracia con la que iba pregonando su mercancía.
Durango, 1914
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Un parque Durango tiene un parque dedicado a Benita Uribarrena Bollaín, sobrina de Mariana exiliada en Francia y activista contra el franquismo y el nazismo
Eso es, precisamente, lo que estaba haciendo cuando la mataron, el 14 de septiembre de 1914. Eran las siete y media de la tarde y Mariana había acudido a la estación de Durango para recoger los periódicos vespertinos, que llegaban de Bilbao en el tren. Volvía por el paseo de Ezkurdi, voceando 'El Nervión' y 'La Tarde', cuando se interpuso en su camino el tipógrafo de 19 años Marcelino Beiztegui. Numerosos vecinos presenciaron con estupor cómo Marcelino abofeteaba a Mariana. «¡Cobarde! ¿Es que no tienes vergüenza de pegar a una mujer?», le espetó ella, y se dirigió a las personas de alrededor para recabar su apoyo: «¡Sean ustedes testigos!», les dijo. «Ya no te pegaré más», replicó entonces Marcelino, que sacó una pistola, apuntó a la cabeza de la joven y disparó. El primer tiro le rozó la cara y solo dejó una herida superficial. El segundo le entró por la sien. El tercero, con Mariana ya desplomada en el suelo, le impactó en la barbilla. «Ya está hecho», le comentó Marcelino a un conocido mientras se marchaba del lugar. La chica murió a los pocos minutos.
Las primeras informaciones sobre el suceso evidenciaban cierto desconcierto. Varios medios –llevados quizá por la costumbre, en una época con muchísimas agresiones de hombres a sus parejas– afirmaron que entre ambos jóvenes había existido una relación romántica que se había torcido con el tiempo. Pero algunos diarios ya atribuían el asesinato a motivos muy diferentes: entre la familia de Mariana y la de Marcelino existía una enconada rivalidad profesional, ya que ambas se dedicaban a vender periódicos y revistas. Mariana, huérfana, ayudaba a su abuela, Braulia Prat, mientras que en casa de Marcelino era el padre quien había establecido un puesto de prensa. El juicio, en febrero de 1915, se convirtió en un exhaustivo repaso de los agravios mutuos que habían marcado su competencia.
Golfa y cosas peores
Braulia, la abuela de la víctima, explicó en el estrado que la familia del acusado se había puesto en contacto con varias revistas, para quedarse en exclusiva las comisiones por la venta de sus ejemplares. Petra Ortolachipi, que estaba de sirvienta en casa de Mariana, declaró muy nerviosa que las faltas de respeto eran frecuentes, «que a ella la llamaban golfa y otras frases más injuriosas y que a Mariana le decía constantemente Marcelino que le iba a romper la crisma», según recogió el cronista de tribunales de 'El Pueblo Vasco'. Por su parte, el librero que tenía como empleados al acusado y su padre aseguró que Mariana «dirigió en varias ocasiones frases soeces» a este último y que la situación se enrareció hasta tal punto que Marcelino había buscado colocación en Eibar. El propio homicida detalló ante el juez que su padre había sido insultado por Mariana en pleno pórtico de la iglesia.
El 14 de septiembre, esos resentimientos alcanzaron un violento clímax con dos episodios. El primero, por la mañana, tuvo como protagonistas a Braulia y la madre de Marcelino, Carmen. Según el relato de los hechos que presentó el fiscal, Carmen «maltrató» a Braulia (al parecer, le dio un sopapo) y en ese momento intervino Mariana, que se enzarzó en una pelea con su rival. «Ya que no respeta usted a mi abuela, tampoco la respeto yo a usted», cuentan que le planteó Mariana a Carmen. «Ya me las pagarás», dicen que le respondió la otra. Por la tarde, Marcelino habría acudido al entorno de la estación con el propósito de 'vengar' los golpes que había recibido su madre. De hecho, el abogado defensor del joven consideraba que esta «reivindicación de una ofensa próxima» debía ser considerada como atenuante. El jurado pronunció un veredicto de culpabilidad y el juez sentenció a Marcelino a catorce años y ocho meses de prisión.
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A la familia de Mariana le quedaba mucho por decir en Durango. Su hermana, conocida como Benita la Periodista, fue la primera en anunciar desde su quiosco de Ezkurdi la proclamación de la Segunda República y acabó por ello en los calabozos. La figura de la vendedora de prensa asesinada se recordó durante muchos años y el crimen se comentó en toda España: la publicación ilustrada 'Mundo Gráfico', por ejemplo, incluyó en sus páginas el retrato de su «corresponsal en la ciudad de Durango». Y 'El Liberal' se despidió de ella así: «Marianita, como cariñosamente se la llamaba, no será fácilmente sustituida en la estación de Durango, que ella animaba con sus alegrías y sus donaires. Los viajeros de la línea de San Sebastián la echan de menos en el andén».
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