Los primeros teatros y cines de Bilbao
Tiempo de historias ·
Desde un único teatro, construido en 1841, hasta la llegada del cine sonoro en 1929, la oferta de espectáculos de la villa se diversificó con numerosos salones, varios circos y cines, gracias a las mejoras en la calidad de vida de la poblaciónLos espectáculos fueron históricamente una parte sustancial del ocio y cambiaron según lo hacía la sociedad. En Bilbao, los lugares dedicados a espectáculos formaron la infraestructura lúdica de la villa y su imagen se identificó con la modernidad urbana. Su ubicación estuvo condicionada por la densa edificación del Casco Viejo: en el recinto histórico, sin solares vacíos, hubo pocos sitios dedicados a espectáculos. Cuando se construyeron a fines del XIX y primeras décadas del XX, casi todos se levantaron al otro lado de la ría. Estaban lejos de donde vivía la mayor parte de la población, la mayoría en el límite que entonces marcaba el progreso del ensanche.
A fines del XIX la mayor parte de estos espectáculos se dirigían a las clases medias y altas. Los grupos populares tenían diversiones menos estructuradas. El primer edificio del que se consideró el teatro de la villa se construyó en 1841 y fue reedificado hacia 1890 con el nombre de Nuevo Teatro de Bilbao, después teatro Arriaga. Programaba espectáculos que se consideraban de calidad, alternando representaciones teatrales con obras musicales, óperas o zarzuelas. Sus palcos eran disputados (literalmente) por las familias burguesas. A finales del XIX no tenía una oferta continuada, sino en las semanas de la temporada, que solían ser después de la Semana Santa y tras el verano, con ofertas de abono y cierta expectación.
En 1883, cuando comenzaba la expansión bilbaína, se levantó el Teatro-Circo de la Gran Vía, cerca de la plaza elíptica, en el Ensanche planificado y aun sin edificar. Traía una nueva perspectiva. Combinaba teatros (obras populares), espectáculos musicales, funciones gimnásticas y deportivas, exhibiciones circenses… Fue derruido en 1895, para construirse el Teatro-Circo del Ensanche. Tenía cierto realce artístico pese a ser un edificio endeble, mantuvo similares espectáculos y después fue habilitado para cine. Allí se produjo la catástrofe bilbaína de 1912, cuando una falsa alarma de incendio provocó una estampida y murieron 50 personas, la mayoría niños. El local fue derruido dos años después.
En 1885 se inauguró, este en el recinto histórico de Bilbao, el teatro Gayarre, entre las calles Prim e Iturribide. Era de dimensiones reducidas. No tenía la prestancia social del Arriaga ni su calidad artística, pero confirmaba que la demanda de obras de teatro y musicales abría un campo de negocios.
De ese mismo año data el Teatro Romea. Estaba en los barrios altos, de residencia obrera y ambiente popular. Era transformación del Salón-Teatro Gimnasio, fundado en 1883 donde estuvo el primer gimnasio bilbaíno, de vida efímera. Era un baile a bajos precios, pero incluía una oferta musical popular. Incorporó variétés y zarzuelas ligeras.
La división social de los espectáculos se mantuvo después, con los más ligeros en las calles obreras, aunque atraían a sectores muy diversos. En la última década del XIX existió durante un par de años el Circo de la Concordia, en los terrenos de este nombre, iniciativa de un empresario catalán que formó una cadena de circos en varias ciudades, para espectáculos circenses de alta calidad.
Durante las dos primeras décadas del XX el ocio dejó de estar asociado a domingos y días de fiesta. Formaba parte de la sociedad de la naciente sociedad de masas y los espectáculos, algunos con continuidad diaria, se diversificaron socialmente. Se crearon al menos seis establecimientos nuevos. Se pensaron para cinematógrafo, teatro o actuaciones musicales, pero todos combinaron varios tipos de espectáculos. Los teatros y cines de esta época tenían cierta prestancia arquitectónica.
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Todos se construyeron al otro lado de la ría. Tras completarse el ensanche, algunos ocuparían un lugar central, pero al planificarse estaban en el límite de la ciudad. Formaban una especie de semicírculo en torno al recinto histórico, el que describen los Teatros Trueba, Campos/Coliseo y Salón Vizcaya. Tenían sesiones diarias, no sólo en los domingos, festivos y durante «la temporada». Lo mismo sucedió en el Arriaga.
El Teatro Campos Elíseos se construyó en un solar que se separó del recinto de los Jardines Campos Elíseos, los históricos jardines de esparcimiento. Se inauguró en 1902 con un diseño modernista en su fachada principal. Buscaba traer novedades cómico-dramáticas que se estrenaban en Madrid. El siguiente fue el primer edificio que se concibió en España como cine. Se inauguró 1905. El Gran Salón Cinematográfico Olimpia estaba en la Gran Vía. Lo componían tres cuerpos: el central se dedicaba a cine y los otros dos a juegos recreativos, salón de tiro y galería comercial. Lo diseñó Ricardo Bastida y presentaba también un estilo modernista.
Hubo otros cines de breve vida. El X Non Plus-Ultra se instaló en la Gran Vía, frente al anterior. También existió el Novelty, en Ripa, y el Velo Graff Urban, en Viuda de Epalza, que sería una instalación ambulante, como el Cine Ferrusini, que proyectaba películas durante la feria. El cinematógrafo no llegaba aún a generar un negocio por sí mismo. El Olimpia pronto acogió otros espectáculos (ópera, zarzuela, variétés).
Hubo más novedades, en los barrios altos de condición humilde. Se instalaron allí en marzo de 1910 -se inauguraron con una semana de diferencia- el Salón Vizcaya y el Pabellón Vega. Estaba el primero en San Francisco, tenía fachada modernista, 1.000 localidades y servía para cinematógrafo, variétés y espectáculos acrobáticos. El Pabellón Vega, entre las calles La Naja y Bailén, era algo más pequeño y tenía una programación parecida.
Los problemas del cine se resolvieron cuando llegaron cintas de argumentos más consistentes. Las películas fueron adquiriendo mayor interés. «Estamos en el apogeo de la película» -se escribía en 1914-. En algunas ciudades concurría a los espectáculos diarios el 6% de la población, lo que permitía acometer negocios relacionados con el espectáculo. Por aquellas fechas abrían sus puertas otros dos establecimientos bilbaínos para los que el cine fue fundamental. El Teatro Trueba fue inaugurado en 1913, próximo a la plaza de Albia. Diseñó el edificio Mario Camiña y su fachada tenía el aire modernista que se asociaba a los nuevos espectáculos. Tenía muy desarrollado el sistema de seguridad, tras la tragedia del Teatro Circo. Con 900 localidades, inicialmente combinaba la programación teatral con la cinematográfica. Al término de la última sesión, sábados y domingos se habilitaba un servicio de tranvías «en ambas direcciones», por lo que podía acudirse desde Las Arenas.
Entradas de banco corrido, las más baratas
«El todo Bilbao» asistió en 1916 a la inauguración del Coliseo Albia, en el área de los Campos Elíseos. Fue entonces el local de mayor aforo de Bilbao y pretendía dedicarse a «grandes espectáculos, óperas, Teatro, Circo Selecto y Cinematógrafo». Tenía inicialmente unas 1.300 plazas en las localidades preferentes. Las de banco corrido tenían peor visibilidad, que incrementaba la asistencia con entradas más baratas.
Durante los años veinte estos espectáculos se dotaron en Bilbao de una oferta bien estructurada y diversificada. El ocio generaba negocio. Cuando en 1919 se promulgó en España la jornada de ocho horas se posibilitaba el ocio cotidiano también a los grupos populares. Además, la mejoría de los niveles de vida entre la población urbana generó mayores capacidades de consumo.
Entre 1920 y 1936, teatros y salones incluían una amplia oferta, con tres sesiones diarias (a veces más) o sesiones continuas, y contenidos muy variados, dirigidos a distintas capas sociales. El fenómeno más importante fue el avance del cine, convertido ya en los años veinte en la principal oferta, bien que a veces se combinaba con variedades. El cine sonoro, que llegó a Bilbao en 1929, consolidó su importancia.
Aparecieron nuevos establecimientos, situados también en los límites del espacio ocupado por la población, con edificios de grandes dimensiones. En 1927 se inauguró el Teatro Buenos Aires que, con 2.700 localidades, era el de mayor capacidad de España. Tenía una impronta moderna y se basó específicamente en concepciones europeas para los teatros. Combinaba el cine con espectáculos teatrales y musicales. Esta diversificación la encontramos también en el cine Ideal, construido el año siguiente, cuya programación solía incluir combates de boxeo o lucha grecorromana.
Buenos Aires e Ideal fueron los últimos edificios concebidos enteramente para espectáculos que se construyeron en Bilbao. Los que llegaron después eran ya bajos o interiores de edificios de viviendas. Desde la calle sólo se veía la entrada. Además, la oferta se diversificó socialmente. Surgieron pequeños cines de carácter popular (Cine Pax, Cine Mickey, Cine Bilbao) y algunas salas de carácter incierto, que a veces combinaban los espectáculos de variétés con los cinematográficos. A finales del periodo hubo un nuevo cine, Actualidades, en la calle Buenos Aires. Desde 1935 ofertaba sobre todo documentales e informativos. Fue el último que se inauguró antes de la guerra civil.
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